Campos de prisioneros. La música entre los cautivos chilenos

Comencé a trabajar el tema de la música en campos de concentración en el año 2001 como una investigación comparativa entre las actividades desarrolladas durante dos regímenes autoritarios: el Tercer Reich y el gobierno militar de Augusto Pinochet.

Katia Chornik en los estudios de la BBC

Katia Chornik entrevistando a un ex prisionero en los estudios de la BBC.

Elegí este tema porque me pareció un desafío comparar los campos de concentración nazi, ampliamente reconocidos como una aberración en el curso de la Historia, con los chilenos, de los cuales un gran número de personas desconoce su existencia y han habido muy pocos intentos por estudiar las actividades musicales en forma sistemática.

Mi proyecto, titulado «Tango Cautivo», tuvo como objetivos establecer vínculos en el desarrollo de ensambles musicales, la interacción de músicos profesionales y aficionados, el uso social de la música y el repertorio interpretado.

Ejemplos de tangos sudamericanos y europeos en yiddish (idioma de los judíos originarios de Europa central) me permitieron establecer un género musical común entre los dos períodos.

La parte de mi investigación relativa a Chile estuvo principalmente basada en entrevistas y material que recolecté entre ex prisioneros de los campos de Chacabuco, Villa Grimaldi, Tres Álamos, Cuatro Álamos y Puchuncaví.

La música entre los cautivos chilenos

La música, al estar tan estrechamente vinculada a los sentimientos humanos y experiencias sociales, fue una de las actividades culturales más importantes para los reclusos en Chile. Cumplía diversas funciones: era una forma de comunicación y símbolo de solidaridad entre los prisioneros, era un medio de trascender la difícil situación en que se encontraban y una estrategia de esparcimiento.

La música era una forma de comunicación y símbolo de solidaridad entre los prisioneros, era un medio de trascender la difícil situación en que se encontraban y una estrategia de esparcimiento

Las principales actividades musicales fueron la creación de obras, la preparación y presentación de espectáculos y la enseñanza instrumental, en su mayoría a cargo de los prisioneros.

Los grupos musicales se formaban espontáneamente. Los instrumentos disponibles, comúnmente guitarras, quenas y zampoñas, eran muy escasos.

La enseñanza musical estaba inserta dentro de los programas de talleres y charlas impartidos por los prisioneros. Éstos cubrían los temas más diversos, desde física hasta peluquería, desde danza clásica hasta filosofía.

En el caso de la música, cualquier persona que tuviera una remota idea de cómo tocar un instrumento enseñaba ya que había un número muy reducido de músicos profesionales.

Entre los creadores se destacan los cantautores Víctor Jara, quien escribió el poema «Canto, qué mal me sales» días antes de morir en el Estadio Chile, Ángel Parra y Sergio Vesely.

La pasión de Chacabuco

En el campo de Chacabuco, ubicado en el desierto de Atacama, Ángel Parra compuso varias obras, entre las cuales están la «Pasión según San Juan» y el «Oratorio de Navidad».

Salvador Allende

En 2003, Ángel Parra editó un disco en homenaje a los 30 años de la muerte de Salvador Allende.

En una conversación que tuvimos, Parra me explicó que escribió la «Pasión según San Juan» luego de una discusión política con el sacerdote del campo, quien aseguraba no estar enterado de las violaciones a los derechos humanos que estaban ocurriendo a largo de Chile.

Parra le pidió que trajera una Biblia para así demostrarle que los presos en Chacabuco eran prisioneros como Cristo lo había sido. El sacerdote trajo la Biblia y el cantautor compuso la obra, que fue interpretada varias veces por los prisioneros del campo.

Uno de los pocos documentos sonoros que se conservan proviene precisamente de Chacabuco.

En 1974 Ángel Parra y otros prisioneros salieron en libertad o fueron exiliados. Sus compañeros les rindieron homenaje con un acto artístico que fue registrado en forma clandestina y años más tarde editado en un disco en Francia por iniciativa del propio Parra.

La cueca de Filistoque

Numerosas obras musicales fueron compuestas colectivamente.

Filistoque, quien no tenía ningún conocimiento o experiencia musical pero sí un gran sentido del humor, levantó su brazo con total convencimiento, comprometiéndose a organizar y dirigir un grupo de 30 conscriptos con instrumentos de bronce, pitos y tambores.

La «Cueca del Filistoque», por ejemplo, fue compuesta en honor a un prisionero apodado Filistoque, ex entrenador de caballos de carrera y protagonista de una historia bastante curiosa en Chacabuco.

Una mañana, cuando los 1.500 prisioneros estaban formados en el patio del campo, el comandante preguntó quién se ofrecía para dirigir una banda con motivo de una competencia regional.

Filistoque, quien no tenía ningún conocimiento o experiencia musical pero sí un gran sentido del humor, levantó su brazo con total convencimiento, comprometiéndose así a organizar y dirigir un grupo de 30 conscriptos con instrumentos de bronce, pitos y tambores.

Filistoque, a quien tuve la suerte de conocer, conservó su cargo de director por dos semanas y obtuvo en retribución algunos beneficios como la libertad de movimiento dentro del campo.

¿Qué se cantaba?

Los géneros más comunes eran las canciones populares y folclóricas latinoamericanas, en especial las tonadas, cuecas, rancheras mexicanas, boleros, zambas y tangos.

Illapu
Illapu

Algunas de las obras más recurrentes eran «Candombe para José», compuesta por Roberto Ternán y popularizada en Chile por el grupo Illapu, el tango «Volver» de Carlos Gardel, «No Volveré», del mexicano Pedro Infante y la Oda a la Alegría de Ludwig van Beethoven (Novena Sinfonía).

Otros ejemplos son las composiciones de los chilenos Violeta Parra y Eduardo Gatti el uruguayo Alfredo Zitarrosa, los argentinos Félix Luna, Juan Carlos Speciale, Alberto Lavandenz y Los Tucu Tucu, los españoles Joan Manuel Serrat y José Goytisolo, así como las obras de los propios prisioneros.

Los reclusos construían un repertorio común con obras que tuvieran textos identificables con sus experiencias, sentimientos y esperanzas. En ocasiones las líricas se modificaban para que dicha identificación tuviera aún más sentido.

Un ejemplo es el «Candombe para José», cuyo verso «Amigo Negro José» se modificaba por «Ánimo Negro José» con el fin de solidarizar con los presos y presas que eran castigados:

La historia del «negro José»
Illapu

«Candombe para José», del argentino Roberto Ternán, fue de los temas más populares en los campos de detenidos de Pinochet.

Como explican los ex presos que hablan en este especial, era cantada en distintas ocasiones: cuando llegaba un nuevo prisionero o alguno salía en libertad, para iniciar y terminar presentaciones artísticas, o para darle ánimo a alguien que era torturado o recibía un castigo.

La musicóloga Katia Chornik conversó desde los estudios de la BBC con Roberto Márquez, líder del grupo Illapu, cuya versión de la canción fue la que popularizó el tema en Chile.

Con él intenta descubrir por qué los presos convirtieron esta pieza en una especie de himno.

Candombe para José

En un pueblo olvidado no se por qué
Y su danza de moreno lo hace mover
En el pueblo lo llamaban Negro José
Amigo Negro José.

Con amor candombea el Negro José
Tiene el color de la noche sobre la piel
Es muy feliz candombeando dichoso él
Amigo Negro José.

Perdóname si te digo Negro José
Eres diablo pero amigo Negro José
Tu futuro va conmigo Negro José
Yo te digo porque sé.

Con mucho amor las miradas cuando al bailar
Y el tamboril de sus ojos parece hablar
Y su camisa endiablada quiere saltar
Amigo Negro José.

No tienes ninguna pena al parecer
Pero las penas te sobran Negro José
Que tú en el baile las dejas yo sé muy bien
Amigo Negro José.

No tienes ninguna pena al parecer
Pero las penas te sobran Negro José
Que tú en tu baile las dejas yo sé muy bien
Ánimo Negro José.

Las canciones de mayor denuncia social o las que se identificaban con el derrocado gobierno de Salvador Allende estaban prohibidas.

Casamiento de verdes

Otro ejemplo es la canción «Casamiento de negros», de Violeta Parra, utilizada para festejar a las parejas de prisioneros que decidían casarse dentro de los campos de prisioneros. Los presos irónicamente sustituían «lo negro» por «lo verde» de la siguiente manera:

Se ha formado un casamiento
Todo cubierto de verde
Verdes novios y padrinos,
Verdes cuñados y suegros.
Y el cura que los casó
Era de los mismos verdes.

Este ejemplo fue proporcionado por mis padres, quienes contrajeron matrimonio cuando eran prisioneros políticos en Tres Álamos.

Lo «verde» era una doble alegoría al uniforme verde de los policías que custodiaban el campo, y a la expresión coloquial chilena «estar verde», que en este contexto significa «estar ansioso».

El «estar verde» se refería al hecho de que los recién casados, obviamente en contra de su voluntad, debían llevar vidas célibes hasta ser puestos en libertad.

En este especial, basado principalmente en material recopilado para mi investigación, encontrarán los relatos de tres ex prisioneros que nos cuentan cómo la música los ayudó a sobrellevar los momentos más difíciles de sus detenciones y a su vez se convirtió en una fuente de creatividad.

«Era una forma de unidad muy fuerte»

Beatriz Miranda

Beatriz Miranda estuvo presa desde enero a diciembre de 1975.

En 1973, Beatriz Miranda era estudiante universitaria y como muchos otros jóvenes de su generación, participaba en actividades políticas. Tras el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet fue expulsada de la universidad donde estudiaba Química y nunca fue readmitida.

Fue detenida el 3 enero 1975, mientras estaba de vacaciones con su familia en un balneario del litoral central de Chile y estuvo presa, sin que se presentaran cargos en su contra, hasta diciembre de ese año.

Pasó por tres campos de detenidos: Villa Grimaldi, identificado como un centro de torturas, el Cuatro Álamos, donde permaneció un mes incomunicada sin que sus familiares supiesen que estaba allí, y el de libre plática de Tres Álamos.

Desde 1976 vive en el Reino Unido. En el siguiente testimonio, comparte con los lectores de BBC Mundo su experiencia como prisionera y cuenta cómo las actividades culturales y laborales la ayudaron a sobrellevar los momentos más difíciles.


Siempre me ha gustado mucho la música; en realidad a todos los chilenos nos gusta cantar y bailar. Es parte de nuestra cultura.

Beatriz Miranda con una amiga que estuvo detenida con ella.

Beatriz Miranda junto a una amiga que estuvo detenida con ella.

De la primera parte de mi detención, que fue en el centro de torturas, no tengo memoria de haber cantado. Yo creo que si lo hubiéramos hecho nos habrían tratado peor aún.Lo único que recuerdo de ese lugar que tiene que ver con música es que cada vez que torturaban a alguien, los guardias, para acallar los gritos, ponían música muy fuerte. En esos días estaba muy de moda una canción de George Harrison, «My sweet Lord» y la tocaban constantemente. Hasta el día de hoy cada vez que la escucho se me paran los pelos.

Cuatro Álamos también era un lugar bastante silencioso y no recuerdo nada de música.

Fue en Tres Álamos donde recuperé mi amor por la música. Allí éramos unas 100 mujeres y vivíamos bastante hacinadas en barracas de madera. En cada esquina había un guardia.

Ése es un lugar muy difícil de describir, un lugar de muchas penas pero también de muchas alegrías. Había mujeres extraordinarias, algunas muy jóvenes, otras ancianas, era una mezcla muy grande y todas teníamos que llevarnos lo mejor posible y una de las formas de sacar las ansiedades y las penas, de apoyarnos y de celebrar era el uso de la música.

Celebraciones

Nos organizamos en talleres para poder mantenernos con la cabeza y el cuerpo funcionando. Teníamos un horario.

Como había tantas profesionales, entre ellas profesoras de inglés y de otros idiomas, nos dábamos clases de distintas cosas, incluso logramos crear un taller laboral, donde teníamos algunas herramientas y materiales de trabajo.

Beatriz Miranda
Las ocasiones más importantes eran las despedidas. Siempre tratábamos de celebrar con algo de comida y con canciones

Los artículos que hacíamos los mandábamos fuera del campo y se vendían a través del Comité Pro Paz.Esto nos permitía contribuir a aliviar a nuestras familias, ya que para ellas era muy difícil ir a visitarnos, era un camino largo y les costaba dinero porque siempre nos llevaban verduras y cosas frescas para complementar nuestra alimentación que era muy deficiente. Nos daban porotos o lentejas todos los días y nada más.

Pero la música era una de las cosas más importantes. Era una forma de unidad muy fuerte. Todo el mundo cantaba de distintas maneras. Las que estábamos más interesadas formamos un coro, que era algo más sofisticado, pero siempre que se daba una oportunidad cantábamos.

Las ocasiones más importantes eran las despedidas, tanto de la gente que salía en libertad como de los que eran enviados al exilio. Siempre hacíamos una despedida y tratábamos de celebrar con algo de comida y con canciones.

También hubo celebraciones de matrimonios entre prisioneros y de cumpleaños. Yo creo que para mí lo más importante fue la navidad que pasé en Tres Álamos, que celebramos con muchas canciones y en el taller laboral preparamos regalitos y sacábamos un número y todos nos regalamos alguna cosita muy pequeña. Fue algo muy bonito.

«No volveré»

Otra instancia era cuando había castigos. Sobre todo si sabíamos que la sección de los hombres había sido castigada sin visitas cantábamos muy fuerte para que nos escucharan y supieran que estábamos pensando en ellos. Casi siempre les cantábamos «Candombe para José», pero le cambiábamos la parte de la letra que dice «amigo negro José» por «ánimo negro José».

Solidaridad
Si sabíamos que la sección de los hombres había sido castigada cantábamos muy fuerte en la noche para subirles el ánimo

Hay otras canciones que están asociadas a momentos especiales. Por ejemplo, en las despedidas cantábamos el tango «Volver», de Carlos Gardel, porque es una canción muy bonita, pero lo importante para nosotros es que cuando dice que «20 años no es nada» queríamos decir que si teníamos que estar 20 años en prisión o en el exilio, igual íbamos a seguir fuertes y adelante.

También, por razones obvias, cantábamos una canción mexicana que se llama «No volveré». Era el deseo de que la persona no regresara nunca al campo.

Pero el tema con el que más me identificaban a mí, por el que yo me hice conocida, no famosa pero que era como mi lema es «De Cartón Piedra», de Joan Manuel Serrat, que es la historia de un hombre con un problema mental que está enamorado de un maniquí y un día rompe la vitrina y lo saca y lo toman detenido por eso.

Y en una parte dice «donde vienen a verme mis amigos de vez en cuando» o algo así que era muy pertinente a un estado de detención. Era una analogía de la prisión y hasta el día de hoy cuando nos reunimos con las compañeras que estuvieron detenidas conmigo, me piden que la cante.

«Cantábamos en silencio»

Iván Parvex

Para Parvex, la música mientras estuvo preso «era una forma de descanso».

Iván Parvex pasó por cuatro campos de prisioneros después del golpe de Estado de 1973 en Chile: Puchuncaví, Villa Grimaldi, Cuatro Álamos y Tres Álamos.Guitarrista aficionado, durante su encierro fue un entusiasta participante en todas las actividades musicales organizadas por los detenidos.

En la entrevista que sostuvo en los estudios de la BBC con la violinista y musicóloga Katia Chornik reconoce que en esos días para él la música era «un elemento de descanso» y cuando le prohibían cantar lo seguía haciendo en silencio.


¿Cómo llegaban los instrumentos a los campos?

A los campos de libre plática llegaban a través de los familiares, la Cruz Roja Internacional y la Vicaría de la Solidaridad. En mi caso personal, yo tenía una guitarra que me llevó mi madre cuando pudo visitarme.

En la Villa Grimaldi y Cuatro Álamos no había música ni guitarra ni canto ni nada. Ahí estaba prohibido y entonces cantábamos en silencio. Era una experiencia muy interesante ir entonando mentalmente canciones que uno conocía, es como leer en silencio, es algo muy lindo, que yo todavía hago de vez en cuando. Cuando estoy rodeado por gente a veces canto en silencio.

¿Y ese cantar en silencio se hacía solo o acompañado?

Eso se hacía solo, era un ejercicio completamente solitario, era para que pasara el tiempo.

Se ve que con fuerza moral lográbamos revertir una situación tan dura en algo más constructivo como es precisamente este fenómeno de poder cantar

Yo leí en una entrevista a un amigo mío que él desarrolló fórmulas matemáticas cuando estaba en la Villa Grimaldi.Es una cosa muy curiosa. La Villa Grimaldi era un lugar espantoso y, sin embargo, con el paso de los años empiezan a surgir todas estas experiencias y se ve que con fuerza moral lográbamos revertir una situación tan dura como ésa en algo más constructivo como es precisamente este fenómeno de poder cantar.

¿Cuáles eran las actividades musicales más importantes organizadas por los prisioneros?

En Tres Álamos era una presentación artística semanal, todos los sábados. Pero también preparábamos cosas más elaboradas con más tiempo. Yo recuerdo un acto de tango con poesía, con canto, con guitarra; otro de bolero, también se hacían usualmente presentaciones con temas de folclor tradicional chileno.

¿Cuál era la actitud de los guardias durante esas presentaciones artísticas?

Yo recuerdo distintas actitudes. En Tres Álamos el personal de Carabineros (la policía chilena) estaba completamente fuera de la vida cotidiana de los presos.

Cita
Iván Parvex
Iván Parvex (a la derecha) y su amigo Juan Carvajal. Ambos estuvieron presos en Tres Álamos. La foto corresponde a su primera reunión musical después de 25 años. «Fue una reunión muy emotiva», recuerda Parvex. Por supuesto, cantamos el «Negro José.

Pero ahí se daba un fenómeno curioso, porque por ese campo pasó gente con mucho talento como cantante y por la ventana podíamos ver cómo los carabineros se iban acercando al lugar de la actuación. Primero estaban a 20 metros de la ventana, luego a 10, luego a cinco y uno veía que estaban escuchando y entreteniéndose con la calidad artística del evento.

En Puchuncaví, otros de los campos por donde pasé, el comandante y algunos de sus ayudantes asistían al evento y lo vetaban antes. Nos pedían la lista de canciones y poemas y decían esto sí, esto no y una vez que estaba aprobada, asistían. Claro que no aplaudían.

Yo no sé, honestamente, si en una actitud de entretenerse un poco los pobres infelices que estaban metidos ahí en un campo de concentración espantoso o con la idea de seguir ventando, pero durante el tiempo que estuve ahí nunca suspendieron el evento.

¿Qué tipo de canciones estaban prohibidas?

El repertorio prohibido tenía que ver con todo lo que pudiese ser asociado con el gobierno de Salvador Allende y la lucha popular, las canciones de protesta, de denuncia social. La música de Inti Illimani, de Quilapayún, de Víctor Jara.

Y la verdad es que tampoco se trataba de correr muchos riesgos, nosotros nunca tratamos de meter de contrabando una canción que estaba prohibida. Entre los prisioneros había una especie de trato de no empujar demasiado, ya que esto podía llevar a la prohibición total de las actividades culturales, cosa que hubiera sido un desastre.

¿Cuál era el repertorio más importante en estas presentaciones?

El repertorio del folclor tradicional chileno y latinoamericano. Había una selección importante de cuecas, tangos, boleros y canciones venezolanas y colombianas, que son muy alegres y nos permitían alegrar un poco la situación.

La música era una forma de escapar de tanta miseria que nos llegaba del mundo exterior

También había canciones que, más allá de los eventos, eran verdaderos himnos de los presos políticos, entre los que se encuentra el Candombe para José, que cuando yo llegué al campo era la canción con la que comenzaba y terminaba cada espectáculo.También había una canción de un autor chileno que habla de un barco de papel que navega por el mar de la esperanza.

¿Cómo influían las cosas que pasaban en el campo en tus deseos de hacer música?

La música era un elemento de descanso, de poder sentirme mejor conmigo mismo en las difíciles circunstancias que se vivían, de manera que yo siempre recurría a la música en los momentos más duros, cuando llegaban malas noticias de afuera.

Había situaciones todos los días: más gente muerta, más presos, más desaparecidos, más gente en el campo de concentración. La música era una forma de escapar de tanta miseria que nos llegaba del mundo exterior.

¿Qué importancia tenía la enseñanza musical dentro del campo?

Iván Parvex

Iván Parvex aprendió a tocar guitarra en la adolescencia.

Muchísima. Los idiomas y la enseñanza musical eran algo que se hacía regularmente en los campos de concentración. La guitarra era muy popular y había estudiantes muy buenos, gente que aprendió muy bien. Había otros que eran menos afortunados y le daban más que hacer al profesor, pero que eran entusiastas.Yo tomaba una clase de posturas básica de la guitarra y luego le enseñaba a un amigo que era matemático y a cambio él me enseñaba matemáticas. Yo era más o menos como estudiante de matemáticas, pero creo que él era peor como aprendiz de guitarra.

Había muchas clases colectivas e individuales, porque muchos prisioneros querían cantarles a sus familias y a sus niños cuando iban a verlos en los días de visitas. Eso tenía mucho valor moral para la gente, les daba mucha fuerza.

El creador de reyes

Sergio Vesely en los años 70

Vesely comenzó a componer cuando estaba detenido.

Sergio Vesely estaba preso en el centro de prisioneros de Puchuncaví cuando comenzó a hacer canciones. Tenía 22 años y su primera inspiración fue el nacimiento de un bebé en el recinto. Fue algo inesperado, que marcó profundamente a quienes estaban detenidos allí.Vesely siguió componiendo. Escribía sus creaciones en pequeñas hojas de papel que un compañero le regalaba. Cuando lo visitaban, sus padres escondían estos manuscritos mínimos entre la ropa que se llevaban para lavar.

Este «contrabando lírico» le permitió salvar sus canciones del olvido. Cuando llegó al exilio en Alemania -país en el que aún reside- reunió las canciones de sus días de prisionero en un disco titulado «Documento».

Las siguientes son las historias de algunas de las canciones que escribió en el campo de Puchuncaví.






El rey negro


Una noche llegó al campo una mujer embarazada que estaba teniendo un parto prematuro. Se había desplazado a pie y tenía que pasar frente al campo para llegar al pueblo de Puchuncaví donde había un practicante. Pero las fuerzas no le dieron más y golpeó las puertas del recinto.

En Puchuncaví
Campo de prisioneros de Puchuncaví
El bebé nació en el campo y fue algo maravilloso para los que estábamos presos

El bebé nació allí y fue algo maravilloso para los que estábamos presos. Era una niñita e hicimos una cola enorme para conocerla. Le dábamos a la madre pequeños regalos, papelitos con buenos deseos, lo que se nos ocurría.

Al día siguiente las dos se marcharon, pero para nosotros fue algo tan marcador que decidimos hacer un acto para celebrar el nacimiento. Ahí fue cuando se me ocurrió hacer una canción y para poder cantarla en el campo inventé una metáfora.

La canción habla de un rey negro que existió hace mucho tiempo, que era bueno y vivía con su pueblo y todos lo querían. Pero cuando yo me hago adulto lo pierdo, se me va, desaparece. Entonces al final le digo a esta criatura que ahora le llegó a ella la hora de ir a buscarlo y contarle que yo aún lo llevo conmigo en mi maleta, pero no lo puedo ver más.

Y que estoy triste porque no voy a volver a vivir esa experiencia íntima de la época en que uno creía en ideales. Yo fui torturado y eso me cambió la existencia.

Yo escribí durante muchos años poemas y prosa relacionados con esa historia. Hasta que se dio la oportunidad en que unos estudiantes de cinematografía alemanes se fueron conmigo a Chile porque querían filmar mi historia en los campos de concentración como cantante.

La idea de ellos era justamente ir a buscar a esta mujer. Y nos fuimos al pueblo a preguntar casa por casa, hasta que encontramos a alguien que sabía toda la historia y llegamos a ella y fue un momento mágico. Además yo no lo sabía, pero la mamá le puso el nombre de Melinka, que era como se conocía el campo, para demostrarle a los militares que ella estaba orgullosa de haber dado a luz en ese lugar.


Canción de amor a una desaparecida


Yo escribí esta canción para Daniela, que era mi pololita, mi novia. Yo la amaba mucho. Ella desapareció después del golpe y fue algo muy trágico para su familia y para todos nosotros.

Yo tuve la gran suerte de sobrevivir a todo eso; entonces en esa canción va mezclado todo lo que ella significaba para mí como mujer con la amargura de saber que no había sobrevivido esta historia.

Y eso creo que se manifiesta en esos quiebres de la canción. Por eso la armonía es tan inestable.


La golondrina del valle


Esta historia es muy hermosa, muy musical, porque las golondrinas eran visitantes del valle de Puchuncaví. El campo de detenidos estaba rodeado por una alambrada de púas, que era, si se quiere, para quien lo miraba a la distancia como un pentagrama.

Estas golondrinas no tenían respeto por estas construcciones de los militares y se posaban en estos alambres y cambiaban siempre de posición. Y yo que era un tipo bastante romántico a veces me sentaba y me ponía a ver cómo se desplazaba esa melodía artificial que te venían escribiendo estas golondrinas para sacarte un poco de ese mundo, para llevarte a otras dimensiones.

Entonces, esa canción está dedicada a ellas y hay un pedido para que vayan a buscar a otras compañeras porque falta otra para llenar un pedacito de acorde.


El rey Ñaca Ñaca


Mientras estuve preso, yo escribí varias canciones infantiles. Había un día al mes en que la Vicaría de la Solidaridad traía en un bus desde Santiago a los hijos de los presos para que compartieran con sus padres.

Carátula del disco de Sergio Vesely

Las canciones que Vesely compuso estando prisionero están recopiladas en un disco titulado «Documento».

Llegaban esos niños y había que hacer algo para entretenerlos. Entonces los que éramos más jóvenes y no teníamos hijos, nos dedicamos a hacerles un programa. E hicimos títeres que eran bastante representativos de la vida del recinto.Una de esas figuras era Ñaca Ñaca, que era un rey malo y les decía cosas feas a los niños, los insultaba. Era como los militares, los que daban las órdenes, intransigente, se creía el dueño del mundo.

Hasta que un día un niño agarró una piedra y se la tiró a Ñaca Ñaca y nos cayó la piedra en la cabeza. Entonces nos dimos cuenta de que se había creado como una resistencia a ese personaje.

Al fin hicimos una obra de teatro con todas esas imágenes del mundo infantil que habíamos creado con los niños y ahí fue cuando nació esa canción al rey Ñaca Ñaca.

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