La Ratonera y el Combate de Arcadia

Fuimos a tu casa. No sabíamos que vivías con la Negra. No la habíamos visto. Ella se fue en collera. Dura la Negra. Nos pilló de sorpresa y dejó herido a dos colegas. Murió peleando. ¿Por qué chucha no supimos que vivías con ella?

URBESALVAJE

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Por Guillermo Rodríguez

Capítulo 9 del libro

DESTACAMENTO  MILICIANO JOSÉ BORDAZ

El día 16 de agosto, a las 7.30 de la mañana tenía punto de contacto con Yamil cerca de San Diego con Avenida Matta. Era un punto de verificación de la situación de los equipos y curso de las acciones que se realizarían a partir de las 11 horas.

En nuestro caso, con la Rucia habíamos dejado todo dispuesto el día 14, de manera tal que nos encontraríamos mucho más tarde para dar inicio a nuestra parte. Tras la señal de que todo estaba bien, ella instalaría un vehículo cargado de explosivos en un lugar y luego se retiraría de ahí dejando el resto de la acción a cargo mio. Mi tarea era accionar la carga con el telecomando a distancia, cuando los vehículos de la CNI llegaran al lugar atraídos por una acción de diversionismo realizado por…

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Aún estamos vivos. Nueva película Carmen Castillo Echeverría

23/09/2015 :: CHILECHILE

Carmen Castillo, cineasta chilena y su última pelicula «Aún estamos vivos»

x Revue Ballast

«Lo que llegó en Bolivia en 2005 es una verdadera revolución»

Carmen Castillo nació en Chile. Militante del MIR, trabajó durante un año junto a Salvador Allende y, tras el golpe de Estado encabezado por el genocida Pinochet, se incorporó a la resistencia clandestina junto a su compañero Miguel Enríquez. ¿Cómo mantenerse fiel, hoy, a las ideas de aquellos – amigos, familiares y compañeros – que se fueron de este mundo que quisieron cambiar? ¿Cómo esperar, cuando se sabe, como algunos creyeron en el pasado, que nada está trazado de antemano? Estas preguntas acosan a la directora. Su última película, Aún estamos vivos, se estrenará en el festival FIDOC en Santiago de Chile esta semana (el 24 y el 27 de septiembre)

¿Cuál fue el punto de partida de esta nueva película?

Desde siempre me habita la cuestión del compromiso político. Traté el misterio de las vidas comprometidas en los años sesenta y setenta en Calle Santa Fe, y me aproximé a esta pregunta: ¿valía la pena la resistencia? Sí… Es evidente. Es mi generación. Nuestra juventud estaba convencida de que la Revolución iba a advenir a la escala de nuestras vidas. El compromiso político era claro, estaba trazado, palpitaba. Se encontraba del lado de la vida y, para esa generación, en todo el mundo, incluía ese deseo de libertad, justicia y autonomía. ¿Pero después? Después del desmoronamiento de nuestra religión de la Historia, de nuestras certezas; después, como dijo Daniel [Bensaïd], dejó de haber un futuro radiante; ¿entonces qué? ¿Íbamos a hacer como todo el mundo? ¿Doblegarnos, renunciar, volver al redil? ¿Creer en el liberalismo triunfante y los espejismos de la globalización feliz?

Estas interrogantes se cristalizaron, para mí, cuando murió Daniel, en 2010. Le rendimos homenaje, un gran homenaje, en la Mutualité. Estuve presente, estaba muy inhibida, hablé a nombre de América Latina –Daniel se había comprometido grandemente por ella, al interior de una sección de la Cuarta Internacional (estuvo mucho tiempo en Argentina, Brasil, Chile)–. La pérdida de su amistad me había cargado de peso. Pero ese peso era lo opuesto a una carga, era un mensaje compuesto por sus actos, sus heridas, su risa. Desde los años noventa, Daniel se había convertido, para muchos de nosotros, en un vigía. Cuando murió, vi nacer una necesidad, un deseo, quería ir a buscar, saber sobre qué base, qué pensamiento podíamos convocar, empezar a reflexionar. ¿Cómo estar en movimiento, estar activo, ser actor? Daniel había escrito mucho al respecto. Varias veces me había sacudido cuando caía en grandes momentos de melancolía. Era divertido. Discreto y lleno de humor. Tenía una manera de deslizarte tres palabras que te hacían recuperar el ánimo, las ideas, que conseguían colocarte otra vez la cabeza sobre los hombros.

¿Lo conoció, por primera vez, como militante?

Sí. Él estaba en la LCR [Liga Comunista Revolucionaria – Francia] y se involucraba a favor de la resistencia chilena y contra la dictadura de Pinochet. En ese contexto lo conocí. Fue una de las personas que me acogió. Yo necesitaba apartarme y destruir el culto a la muerte y la nostalgia, aceptar que era una mujer herida pero también, y sobre todo, una militante. El dolor de la derrota, la muerte de Miguel [Enríquez] y de mis amigos no mermó en mí la idea de que podíamos continuar luchando y vencer a la dictadura. Nuestras discusiones eran siempre muy sinceras.
Fuera de los dogmas militantes, irreverentes.

¿Tenían muchas divergencias?

En esa época, fines de los 70 y comienzos de los 80, sobre la cuestión de la continuación de la lucha armada. Estaba contra pero sabía que, allá, en América Latina, los militantes se jugaban la vida, que la vida y la muerte estaban en juego. Hablaba sin ninguna arrogancia. Su compromiso era más carnal con Argentina, con el PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores], el MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionario] no formaba parte de la Cuarta Internacional. Uno se compromete –como lo dijeron los zapatistas con más claridad que nadie– para vivir, aunque se porten armas o se funde un ejército. Hay que vivir para luchar. Daniel ya lo había comprendido en esa época. Cuando se entera de que tiene SIDA, se pone a escribir cada vez más, sin dejar de militar. ¡Libros fundamentales! Pienso en Une lente impatience [Una lenta impaciencia], en suWalter Benjamin, en Pari mélancolique [Apuesta melancólica]… Siempre me recordó a Victor Serge cuando este toma la decisión, en el hospital, tras sobrevivir a una oclusión intestinal, de escribir, escribir, en cualquier circunstancia… Nunca hablé de eso con Daniel, pero quizás él también redobló los esfuerzos por la escritura.

Lo que debe apreciar de él es su apego a la literatura y a la poesía; no es sólo un intelectual científico, académico.

¡Sí! Daniel es un literato. Se nutrió de eso. Esa necesidad de referirse a todo, incluidas las emociones, para descifrar el mundo (habló de las virtudes de la indignación mucho antes que Stéphane Hessel). Y además era un educador, un profesor, creaba vínculos con el pasado –Olivier Besancenot lo cuenta muy bien. Transmitía. Habitado siempre por la idea de que al mismo tiempo que se actúa en el presente, hay que contar la historia para avanzar. Apelaba a la memoria de los vencidos para constituir sujetos activos y revolucionarios, pero sin decirse que el pasado era mejor: debe haber una apertura, una brecha. La convicción de que se puede, de que es posible, y que será distintootra cosa. Nuestra visión de la Historia se ha terminado, es un hecho –lo cual no impide que, etc. Esa es la fuerza de Daniel y de los que razonan así –pienso por ejemplo en Michael Löwy. De ahí la idea, cuando empecé este proyecto de película, de ir a ver en concreto lo que sucede hoy en las luchas.

¿Entonces nunca se trató de hacer un documental biográfico?

No, no quise hacer un recorrido de su vida. Imposible. No es una película sobre él, sino una película que parte de nuestra amistad, de su pensamiento, de todos esos afectos de los que hablaba. Y esta pregunta: ¿qué sucede hoy? Y ¿de qué manera puede ayudarme Daniel a comprender? No quería ir a los lugares de moda, buscaba territorios en lucha después de 1990, pero que se hubiesen mantenido en el tiempo: luchar y crear, los dos al mismo tiempo. En este momento leo un libro de Kristin Ross, L’imaginaire de la Comune [El imaginario de la Comuna]: no es un relato más sobre la Comuna; la autora interroga la persistencia de su imaginario, la energía militante que subsiste, aquí y allá, en Occupy Wall Street o con los Indignados, por ejemplo.

Es también un poco mi forma de proceder. Enseguida descarté a los “expertos”: quería ir a ver a los anónimos. Daniel me enseñó –lo dice mucho mejor que yo– que la grandeza de la política está en esos anónimos en lucha. Quería mantenerme fiel a eso. Estas personas están primero en la acción. Construyen un pensamiento, aunque aún no ha sido reunido, aunque aún no esté listo para ser analizado. Quería darles cuerpo, belleza. Que esas personas, que son tan hermosas, fueran luminosas –¡pues eso es el compromiso!–. Es mucho mejor que quedarse delante de una televisión, en la droga o en el nihilismo. Uno vive mejor, sencillamente. Es más denso e, incluso, más… divertido.

Para mi generación, militar significaba sacrificar muchas cosas, no salirse del todo-colectivo. Un revolucionario debería ser la risa, el amor, el baile, los niños, lo “normal”, pero la ideología, si era seguida de demasiado cerca, implicaba el sacrificio de todo eso. Hoy esta separación ya no tiene sentido.

Es lo que Bensaïd evocaba cuando escribía que militar es “lo contrario de una pasión triste”.

Exactamente. Basta con hacerlo para tocar eso, para sentirlo. Uno pasa de la impotencia y la sumisión a la acción y la creación de algo. El problema es que hoy todo está hecho por parte de los espacios mediáticos y de consumo para que no hayan lazos, encuentros, nada de afecto, de pensamiento. Todos aquellos que están vinculados a una acción colectiva experimentan una especie de alegre melancolía. Lo he constatado muchas veces: es raro que la alegría de la victoria sea duradera, el camino que falta por recorrer es siempre largo, puede inmiscuirse la amargura.
Pero en ese camino, aquellos que vamos conociendo, aquellos que están comprometidos con nosotros por cierto tiempo o por un largo tiempo, aquellos con los que vivimos experiencias luminosas, ellos son los que hacen del compromiso una pasión alegre.

Quería otorgarles la palabra a los anónimos en lucha e ir al encuentro de personas. No de movimientos, de abstracciones, sino de sujetos que, al mismo tiempo, forman parte de un colectivo: los Sin Tierra en Brasil, la resistencia indígena en Bolivia, el DAL [Droit au Logement – Derecho a la Vivienda –] en Francia, los sindicatos obreros… Pensé un tiempo en Chile, pero no había movimientos de largo aliento, salvo la lucha Mapuche, que hoy yo no puedo filmar. Además no se trataba de hacer un catálogo de luchas… Hubo que elegir. Me hubiera gustado seguir algunas experiencias en España también. O en Grecia. Pero una película es dinero y esta fue hecha con poco financiamiento y mucha energía militante. Agradezco cada día a los técnicos, los colectivos, los videoastas y cineastas sumergidos en la acción cotidiana. Sin ellos no hubiera habido película.
No ésta, en todo caso.

Hay una verdadera preocupación estética en su película, tanto en los encuadres como en la fotografía. A veces se tiende a creer que una película militante debe ser tosca, casi fea, para ser convincente… ( risas ) ¿Cómo considera usted la cuestión de la forma?

Es esencial. Una película es siempre una forma. Cuando hablaba de aproximarnos a la belleza del compromiso político, también me refería a eso. Incluso si tuvimos poco tiempo, el trabajo con la imagen era primordial. ¡No podía ser feo! Ya estaba presente la violencia, los muertos incluso… La imagen tenía que ser lo más hermosa posible –dentro de las condiciones de un documental (Ned Burgess, mi director de fotografía desde 2002, estuvo ahí de nuevo con su talento y amabilidad). Hay mucho texto a lo largo de toda la película, por lo que necesitaba hermosos planos generales para poder escuchar las palabras escritas.

¿Cuánto tiempo necesitó, entonces, para hacer esta película?

Entre el deseo, la escritura, la búsqueda del financiamiento, la filmación, pocos días de filmación, pero dispersos en el tiempo, meses de edición, y ahora que preparamos su estreno: ¡cinco años!

Usted emprendió ese viaje con los escritos de Bensaïd. ¿Cómo escogió los puntos de destino?

El mundo es vasto y yo quería amplitud. En América Latina ya había conocido al subcomandante Marcos y las comunidades zapatistas en México, pero deseaba compartir las experiencias de los Sin Tierra en Brasil, ese movimiento que existe desde hace treinta años y que le ha permitido sobrevivir y abrir un horizonte a tantos campesinos. En Bolivia, la elección de Evo Morales, después de luchas muchas veces violentas, permitía mostrar un combate victorioso. En Francia, la obstinación de los “SIN” a no aceptar las injusticias y la creatividad de los militantes para oponer la dignidad frente al desprecio y la miseria ya me habían llevado, desde 1996, a acercarme a ellos.

Pero nunca había ido antes a Brasil, lo que puede sorprender…

Brasil fue un país muy importante para Daniel. Lo visitó muchas veces y participó en la construcción del Partido de los Trabajadores. Fue siguiendo sus huellas que me encontré con el Movimiento de los Sin Tierra. Era tangible. Se trata de una fuerza política muy organizada; están muy apegados a su autonomía al mismo tiempo que dialogan en ciertas regiones con el PT. Encarnan las experiencias de autogestión, de control popular y de democracia participativa. Con sus escuelas itinerantes, profesores que se desplazan por las tierras ocupadas, lograron formar dos generaciones de jóvenes que resisten con éxito a los sortilegios de la servidumbre voluntaria. Su perspectiva la llaman “ecosocialismo” – una palabra nueva, pero cuyo sentido resuena de manera urgente hoy.

En Bolivia, ¿quiso filmar una victoria?

Lo que llegó en Bolivia en 2005 es una verdadera revolución. Quería una victoria y esa era inesperada. Descartamos el poder político y su figura emblemática, Evo Morales, para ir a buscar a Cochabamba a los protagonistas (la mayor parte de ellos indígenas iletrados) de la Guerra del agua, victoriosa en el año 2000 contra un gobierno ultraliberal y una multinacional francesa. Conocí a Óscar Olivera, uno de los fundadores de la Coordinadora, esa organización que reagrupa a todo un pueblo lanzado a la batalla y que transmite su manera de hacer a otras guerras, las de la coca y el gas. Óscar sigue actuando al interior de los movimientos sociales: se rehúsa a cualquier implicación gubernamental. En cuanto lo vi me pareció familiar. Para mí hay una comunidad de personas en lucha. Se parecen, tienen la misma belleza. Como las mujeres de La Busserine, en las cités pobres, Les Quartiers Nord, de Marsella.

Fueron las revueltas de los suburbios populares de 2005 en Francia las que la encaminaron hacia los barrios del norte de Marsella. Sin embargo, allí no hubo disturbios.

Precisamente, habían sucedido antes. Esas revueltas incomprendidas son bautizos políticos. El “trapo” de crónicas rojas sobre las Kalashnikov y la droga que agitan frente a nuestros ojos los medios de comunicación y los políticos no dejan ver nada de la realidad de esos lugares. Conocí a Fadela por las redes militantes y a su lado estaban Fatima y Karima. Su colectivo actúa en los barrios para detener el ciclo de la violencia de los jóvenes al mismo tiempo que denuncia la violencia ejercida contra los jóvenes. Actúan en organismos de apoyo social o de educación al mismo tiempo que desarrollan un pensamiento político sin concesión que les permite proponer alternativas. Esas mujeres son para mí las verdaderas heroínas de nuestro tiempo.

Usted deja oír la voz del DAL (Colectivo de Derecho a la vivienda – Francia), una asociación que ha conseguido legitimar las ocupaciones de viviendas privadas vacías, pero también a una figura a veces desatendida, incluso desacreditada en nuestros días dentro del movimiento social: los sindicatos. ¿Por qué?

La lucha sindical me parece, precisamente, esencial. Puede ser portadora de valores que tendemos a olvidar: la solidaridad, compartir… Nos recuerda, como dice Daniel, que la lucha de clases existe y que esta rompe la falsa unidad de las razas, las naciones, las religiones, puesto que del otro lado siempre hay un otro yo. Se trata realmente de palabras que tenemos necesidad de escuchar en este momento. Fue al visionar, en Internet, la asamblea general del fin de la huelga por las jubilaciones, en la refinería Total de Donges, que descubrí a Christophe. Decía, conmovido hasta las lágrimas, una frase casi idéntica a las que Daniel había escrito: “Hay derrotas que tienen el gusto de victorias”. Quedé impresionada que un líder sindical manifestara tal emoción y que encontrara al mismo tiempo las palabras de un pensamiento político tan fundamental. Pensé que terminando la película con él podríamos salir del desaliento y de las derrotas y avanzar a pesar de todo.

Usted ya realizó una película sobre Victor Serge. ¿Se siente cercana, personalmente, a la corriente trotskista?

No me inscribo en ella completamente. Lo soy, digamos, por formación. Podríamos debatir mucho tiempo –a veces puedo demostrar mucho enojo contra ciertas organizaciones trotskistas, sobre todo latinoamericanas–. Lo que es capital, me parece, en Serge, Daniel, el MIR y los cómplices que he tenido en mi vida, es que el comunismo, la utopía comunista, era magnífica y que había que emprenderlo todo para derribar al comunismo estaliniano. El precio que pagamos a causa del estalinismo y de los partidos comunistas del mundo entero es enorme. Es muy grave. Hay que salvar la palabra “comunismo”. Es lo común, es compartir. Ha sido contaminada, ensuciada, manchada de sangre y autoritarismo. Me gusta mucho esta noción de comunismo libertario de la que habla tan bien Michael Löwy.

¿Reunir a los marxistas y anarquistas?

Sí. No puede eludirse la cuestión de la organización, de los vínculos, de las estructuras. No creo en el espontaneísmo –esa forma de anarquía no es parte de mi tradición–. El Movimiento de los Sin Tierra, entre todos los que conocí, es hoy con el que me siento más cercana. Hay ahí una inteligencia política extraordinaria. Autonomía, conciencia, lucha y creación de otra manera de vivir. Han iniciado su trabajo político en las ciudades. Tiene treinta años de existencia. El acento está puesto en la educación, la formación, el espíritu de libertad, la resistencia, la insumisión. Hacer todo para salirse del sortilegio de la servidumbre voluntaria. Se necesita una organización, aunque no sepa qué forma esta deba tener. Los zapatistas también obran en ese sentido.

Pero al contrario de lo que podría creerse cuando nos lean, su película no es la de un partido, una facción política.

¡Para nada! No es una película sobre el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), aunque Daniel era su intelectual. Es todo, espero, menos un panfleto. Es política, por supuesto; pero ya que hay un relato personal, una dramaturgia propia a la ficción, es solo una película, no un acto militante. Es una película que plantea interrogantes. No doy respuestas: la gente discute, después de haberla visto. Es una película amplia, situada entre mis dos tierras – América Latina y Francia. Es la primera vez que filmo en Francia, eso cambió mucho mi manera de ser francesa.

¿Qué le gustaría que el espectador tuviera en mente al salir de la sala?

Que tuviera energía. Que la película abra un espacio en la cabeza para albergar ideas y acciones. Que pudiera, aunque fuera un poco, en estos tiempos atroces, sacarnos de la impotencia. Que sea una canción, un canto de los posibles. Y quedaría contenta.

Entrevista traducida del francés para revue-ballast.fr

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http://www.cosas.com/desde-paris-carmen-castillo-volvi-a-creer-en-el-ser-humano/

No borraran nuestra memoria. Jorge Marin y William Miller asesinados y mancillados.

El montaje ideado por la dictadura en Iquique para asesinar a dos militantes de izquierda y un soldado

leyendaAnyelina Rojas V.- A 42 años del golpe militar, se siguen esclareciendo casos relativos a los crímenes ocurridos tras la dictadura. En estos días hemos sabido de montajes, donde incluso, se prestaron para ello, medios de comunicación y periodistas. Iquique desde los primeros días de la dictadura, también fue objeto de un montaje, que costó la vida del Joven Jorge Marín (19) y Wiliam Miller (42), cuyos restos jamás fueron encontrados. 

De acuerdo a una investigación periodística realizada por el Canal Municipal de Iquique, RTC y el Portal Digital EdicionCero, se recreo lo ocurrido. Un equipo se trasladó a Santiago y contacto al padre del Soldado Pedro Prado Ortiz, quien también murió, siendo conscripto, en manos de sus superiores. Fue el falso enfrentamiento, que cobró tres vidas, todos, al fin y al cabo, víctimas de la misma dictadura.

Marcando un hito histórico, este 11 de septiembre, a 42 años del golpe militar,

se inauguró  un monolito, diseñado en  una gigantesca roca, que recuerda la trágica muerte

de Jorge Marín Rossel y William Miller.Fueron ultimados en un falso enfrentamiento,

tras permanecer detenidos y sufrir todo tipo de vejámenes en el que fuera

el Regimiento de Telecomunicaciones, donde hoy se levanta la Escuela de Caballería,

borrando todo vestigio de lo que fue ese centro de tortura. El Monolito, se ubica

estratégicamente a la vera del camino del recinto militar, cuyo límite tiene rejas de metal

que dejan amplia vista hacia el interior del regimiento, ya que se exhibe material bélico,

a modo de piezas museográficas. La unión de estos dos elementos: tanques, por un lado,

y el  monolito por Jorge Marín y William Miller, conforman una imagen icónica que une

el presente y el pasado, como una complicidad no acordada,

para impedir que se borre la memoria.

DOCUMENTOS

De esta forma, el caso del asesinato de Marín y Miller, está inexorablemente conectado al del soldado, Pedro Prado Ortiz, también muerto, supuestamente como víctima de los dos anteriores.

Según la versión oficial dada por las autoridades militares de la época, y registrada en el Bando Militar N° 64, de la Jefatura en Estado de Sitio de la Provincia de Iquique, se dio orden de disparar, en donde fueran habidos, contra los “extremistas que se fugaron del lugar de detención”, supuestamente, el Regimiento de Telecomunicaciones.

Su hermano, Héctor Marín, recuerda ese episodio. “En el Bando Militar se dice que se fugaron de un lugar donde estaban detenidos, no indica que era el Regimiento de Telecomunicaciones. También establece que donde sean habidos de les dará de baja”. Hoy, el recinto militar está identificado en el Informe de la Comisión Rettig.

La información oficial señala que el soldado Prado Ortiz encontró la muerte de manos de Marín y Miller, que lo habrían asesinado en la huída, tras parapetarse en el Cementerio N° 3 de Iquique, en el intento de fuga desde el recinto militar. El camposanto y el regimiento, se ubicaban en forma contigua.

El informe de la Comisión Rettig, que consigna este caso, señala que: “Resulta inverosímil para los miembros de esta comisión, que dos personas detenidas en un regimiento militar, se hayan podido fugar de ese lugar, con medidas de custodia tan severas como las existentes en el período. No se llevó a cabo tampoco, una investigación interna ante un hecho de esta naturaleza, que al menos, habría implicado la negligencia de algún efectivo”.

“Esta Comisión ha llegado a la convicción que ambas personas fueron detenidas por agentes del Estado y desaparecieron a manos de sus aprehensores, violando sus derechos humanos”.

Jorge Marín Rossel, de 19 años, era militante del Partido Socialista y Secretario de las Juventudes de ese partido en Iquique. Se desempeñaba como funcionario de Emporchi. Era casado y tenía una pequeña hija que al mMARIN Y MILLARomento de su detención, tenía apenas 3 meses de nacida.

Según el informe Rettig, se establece que fue detenido el 28 de septiembre de 1973, por agentes del Estado, en su domicilio y llevado al regimiento de Telecomunicaciones. Desde esa fecha se encuentra desaparecido.

William Millar Sanhueza, de 42 años, 5 hijos, era trabajador de la empresa de Ferrocarriles del Estado. Era dirigente gremial y militante del Partido Socialista.

Según consta en el Informe Rettig, fue detenido el 16 de septiembre de 1973, en su domicilio y dejado en libertad. Posteriormente, el día 24 del mismo mes, fue requerido mediante un Bando Militar, presentándose en su trabajo. De allí fue trasladado al Cuartel de Investigaciones y luego al Regimiento de Telecomunicaciones, desde donde se perdió su pista.

Marín y Miller, tenían en común el hecho de ser destacados dirigentes del Partido Socialista; ambos, incluso, eran parte del Comité Central. Esto es lo que unió su triste destino.

PEDRO PRADO ORTIZPedro Prado Ortiz, de 19 años, era de Santiago y se encontraba en Iquique cumpliendo con su Servicio Militar en el Regimiento de Telecomunicaciones. Provenía de Santiago y sus padres no militaban ni simpatizaban con partido político alguno.

Según el Informe Rettig, Pedro Prado murió el 1 de octubre de 1973, a consecuencia de disparos efectuados por civiles, que actuaban bajo motivaciones políticas, mientras integraba una patrulla de vigilancia, apostada en el Cementerio N° 3 de la ciudad de Iquique, en violación de sus derechos humanos.

Para ocultar estas muertes, en la madruga del 30 de septiembre, Marín y Miller fueron sacados en un jeep militar hacia el Cementerio N° 3, contiguo al Regimiento, donde indicaron que se parapetaron y mataron al soldado Pedro Prado Ortiz. La verdad es que el soldado, fue una víctima más.

El montaje llegó a tal extremo, que en honor  actuar del conscripto, abatido por terroristas, la calle 11 Oriente, se bautizó como “Soldado Pedro Prado Ortiz”, hoy Avenida Salvador Allende. Mientras, se entiende que Marín, Millar y Prado, fueron los tres, víctimas de un solo victimario: la dictadura.

VERSIÓN DE LA FAMILIA MARÍN

Con el dolor tan fuerte, que le corroe el alma, como si los hechos hubiesen ocurrido hoy, Héctor Marín accedió a contar la verdad de la familia; aquella verdad de la que fueron testigos y, además, detalles muy importantes, que han logrado recopilar durante todos estos años.

“A mi hermano –relata emocionado- lo detienen el 28 de septiembre de 1973, a las 6 de la tarde, cuando ya era hora del toque de queda. Esto ocurre en la casa materna, en presencia de sus 4 hermanos; todos éramos menores de edad”.

“Nuestra madre exige a los militares que se identifiquen y que digan el motivo de la detención de nuestro hermano. El que comandaba el grupo era Roberto Fuentes (conocido como “guatón Fuentes”), en un operativo en que participaron más de 100 hombres. Ellos estaban al interior de la casa, por los techos y mantenían toda la cuadra acordonada”

La casa de la familia Marín Rossel, se ubicaba en un típico barrio iquiqueño, exactamente en calle Latorre con Juan Martínez y Arturo Fernández. Es donde detienen a Jorge Marín, “apenas entra a la casa, ya que estaba durmiendo siesta y venía de donde su suegra, a 4 cuadras de la nuestra. Lo encapucharon y lo esposan adelante de nosotros… en un acto casi reflejo, se alcanza a sacar un anillo que mama le había regalado”.

“Luego lo suben a un camión militar, tapado con lona y con 2 militares al lado. A mi mama la suben a un jeep descubierto. Así la caravana se va en dirección a la Comandancia de Ejército, en calle Luis Uribe. En el lugar, los militares le dicen algo al oído a mi hermano, y él le dice a mi mamá, “mama bájate”. La dejaron hasta las 10 de la noche en ese lugar y luego la llevan a nuestra casa en calle Latorre 1048”.

“Con los años y con declaraciones de testigos, supimos que lo llevaron al retén de El Colorado, en el sector norte de Iquique y que ahí fue salvajemente torturado y casi muerto. Fue ensacado y trasladado en ese estado, al Regimiento de Telecomunicaciones”.

El mortal destino del joven Jorge Marín, se cruzó con el de William Miller. Ambas familias se han unido para luchar por la justicia y la verdad. “Respecto de sus muertes –relata Héctor Marín- el panteonero de la época declara que por las puertas que comunicaban el Regimiento con el Cementerio, los militares ingresaban a los muertos. En su testimonio dice que vio alrededor de 7, y que posiblemente entre ellos estaban Marín y Millar”.

Cuenta que según testimonio de otro detenido, “mi hermano se identificó como Jorge Marín y alcanzó a escuchar que el otro compañero estaba en muy malas condiciones. Volvieron a ser torturas, por el lado de las caballerizas, contiguo al cementerio ahí les dispararon ya, para rematarlos”.

Luego “fueron sacados por la puerta que unía al regimiento con el Cementerio, y que los cuerpos fueron lanzados a la fosa común. “Curiosamente hay un documento donde por esos días, se autoriza para que se incineren los restos de personas NN que se encontraban en la fosa. Y oculto entre ellos, Marín y Millar”.

Una línea clave para esclarecer estos hechos, es la referida a la causal de muerte del soldado Pedro Prado Ortiz, ya que posterior a la versión oficial de los primeros años de la dictadura, y según se consigan en el Informe Rettig, hay otras versiones sobre su trágico desenlace, que nada tiene que ver con Marín y Millar.

Dice el documento: “El conscripto Pedro Prado, que en la información oficial de la época aparece muerto por Marín y Millar al evadirse, en nuevas y reiteradas informaciones, también oficiales, es declarado como fallecido en otras circunstancias”.

Los restos de Marín y Millar jamás aparecieron. ¿Dónde están? Es la pregunta que hasta hoy se hacen sus familiares. ¿Fueron lanzados a la fosa común del Cementerio N°3? ¿Fueron enterrados clandestinamente en el mismo regimiento, ya desaparecido y en cuyos terrenos hoy se levanta una moderna Escuela de Caballería? ¿Tal vez arrojados al mar? ¿O lanzados a un pique minero?

hitoHOY, EL MONOLITO

Por ello, el Monolito en honor a Jorge Marín y William Millar, es de una importancia extraordinaria, porque está ahí, en el límite exacto, entre la calle, y la reja del que fuera el Regimiento de Telecomunicaciones. Es decir, en el lugar mismo donde fueron torturas y ya en estado agónico, llevados en sacos y casi muerto, al Cementerio N° 3, utilizando un portón con comunicación directa.

Este hecho marca un hito a la memoria, dejando un testimonio donde funcionó el regimiento como centro de prisión y tortura.

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Conozca acá el reportaje RTC/EdicionCero

A la vera del camino del ex centro de tortura, Regimiento Telecomunicaciones, levantan monolito por ejecutados políticos Marín y Miller

El atentado se produjo en la noche del sábado, cuando los efectivos militares rayaron con spray negro una placa insertada en mármol que recordaba los hechos acaecidos en esa ciudad tras el golpe de estado. En esa época, en el lugar funcionaba el Regimiento de Telecomunicaciones.

En su recinto se detuvo a cerca de un millar de opositores al régimen de facto, fue utilizado como centro de torturas y asesinatos de lesa humanidad, mientras que en su Batallón Logístico se mantuvo detenidas a unas setenta mujeres.

La placa recuerda a las víctimas de esas violaciones a los DD.HH., en especial a dos dirigentes de la Juventud Socialista de Iquique de esa ápoca, Jorge Marín y Williams Millar, a quienes se asesinó esgrimiendo el falso argumento de la ley de fuga y se les imputó la muerte de un soldado conscripto, que fue asesinado por los propios militares.

El CFMF protestó por “el atentado perpetradopor dos jóvenes tenientes del Ejercito en servicio activo, que no participaron en los crímenes que el monolito denuncia”, en lo que considera “un intento para borrar de la placa la verdad que allí se revela a las futuras generaciones”

“Preocupa e indigna la falta de respeto y de tolerancia,el espíritu anti democrático que revela tal conducta, indicativo que aún en nuestras FF AA el adoctrinamiento y formación de sus integrantes no les permite repudiar los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus antecesores”, sostuvo el CFMF..

“Nuestra solidaridad con las familias de los compañeros Jorge Marín y Williams Millar por este agravio innecesario a la memoria y nuestro saludo fraterno a los compañeros iquiqueños que hacen posible que nada ni nadie este olvidado, como requisito para construir una Patria libre, justa y buena para todos, en la cual los DD.HH., partiendo por el derecho a la vida, la libertad de pensamiento y de opiniónsean plenamente respetadas, en especial por quienes se les confía el monopolio de las armas.

Santiago 13 de Septiembre de 2015

Por el Centro de Formación Memoria y Futuro

Jaime Lorca Tobar, Director del CFMF
Luis Caroca, Encargado del CFMF Capítulo Iquique

Foto de Rodrigo Sepúlveda.
Foto de Rodrigo Sepúlveda.

Dos oficiales en servicio activo son los que dañaron placa recordatoria por Jorge Marín y William Miller

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En un acto de barbarie uniformados destruyen monolito en memoria de Detenidos Desaparecidos

carocaPeriodista Anyelina Rojas V.- Un llamado del general de la VI División de Ejército, alertó al alcalde Jorge Soria,  instalada este 11 de septiembre, en memoria de los ejecutados políticos  Jorge Marín (19) y William Miller (42), quienes se encuentran hasta la fecha en calidad de detenidos desaparecidos. “Es un acto de barbarie en este sitio de memoria”, declaró Luis Caroca, ex preso político y quien lideró la iniciativa en Iquique.

La voz de alerta la dio el mismo Ejército al Alcalde Soria, ya que el terreno donde se levanta la roca de granitos –de unas 5 toneladas de peso- está en terreno municipal. Mientras, que la denuncia pública la hizo el ex preso político y dirigea Quiroga, sobre los daños sufridos por el monolito y placa recordante de la Juventud Socialista para el 11 de septiembre de 1973, Luis Caroca; además, principal gestor de la idea.

Acongojado, Caroca llegó hasta el lugar declarando que se rompe todo el espíritu de la obra. “Este es un lugar de regocijo, un sitio de memoria y lo que cuenta en la placa, corresponde a vivencias que ocurrieron acá (ex Regimiento de Telecomunicaciones), por lo tanto, no debiera ser agravante para nadie, porque sólo da cuenta de la realidad que se vivió”.

Los hechos ocurrieron en horas de la madrugada de este domingo 13 de septiembre y fueron efectivos militares, de la dotación de la Escuela de Caballería Blindada, (ex Regimiento de Telecomunicaciones) quienes retuvieron al autor del acto vandálico. Se trata de dos oficiales en servicio activo, fanáticos que no toleraron que la verdad se exponga, por ello pintaron con negro la placa recordatoria de mármol, tapando la leyenda; rayando la roca y dibujando obscenidades.

El autor fue entregado a Carabineros. “El es un militar en retiro y seguramente vivió todo esto, pero desde otro punto de vista. Seguramente fue el ejecutor de estas cosas, o parte de lo que ocurrió”.

NO TIENE SENTIDO”

De acuerdo a los antecedentes proporcionados por Caroca, el general le señaló al alcalde Soria, que su intención es reunirse con la Corporación gestora de la iniciativa, para expresar sus disculpas, encuentro que se verificará este lunes 14, con la asistencia de Luis Caroca.

Señaló el dirigente, que le parece bien que los soldados hayan cumplido con el rol de proteger una propiedad privada, a la vez que valoró la disposición del jefe militar al tomar contacto con ellos

Calificó el hecho como un llamado de atención. “El 11 de septiembre debiera ser una fecha de paz; un llamado de tranquilidad… Ya sabemos todo lo que pasó acá y en el país. Pero es necesario que se sepa definitivamente toda la verdad y que estos compromisos de silencio se desbloqueen para dar un salto cualitativo, con un Chile más unido y más hermano”.

Añade que el ataque destructivo da cuenta de una realidad” porque el tema no se ha zanjado ni se ha enfrentado como debía haberse hecho. Hay gente que todavía tiene viviencias y que ni siquiera la han trabajado con un psicólogo. Entonces aparecen estos fanatismo que no tienen que ver con la realidad que vivimos hoy”.

“No me imagino a un alemán, tratando de destruir Auschwitz, para borrar su existencia para que la gente no lo recuerde y lo borre de su memoria… o de otros campos de concentración que existieron en el mundo”. Ejemplifica Caroca.

BORRAR LA MEMORIA

“En Chile Han tratado de borrar nuestra memoria. Esto ya no es el Telecomunicaciones, esta es otra institución y los hombres que están acá son otros hombres, que nada tiene que ver ni cargar con la responsabilidad de los otros”.

“Ahora si quieren dar vuelta la página, ya, está bien, pero les falta primero un capítulo que tienen que darlo, antes de cambiar todas las estructuras físicas de los lugares. Eso significa, saber donde esta Jorge Marín, dónde está William Millar, por ejemplo Cuando ellos mismos entreguen la información, el capítulo se va a cerrar. Porque los familiares, por lo menos van a tener un lugar donde ir a dejar una flor…”, añadió Luis Caroca.

Para él, lo ocurrido “es un acto de barbarie, no tiene sentido, no se puede tapar el sol con las manos. Las cosas que pasaron cada vez más gente lo conoce. No tiene ningún sentido esconder lo que aquí estaba escrito (en la placa) Y la belleza de instalar una roca que es parte de nuestra naturaleza, ¿destruirla? ¡No tiene sentido!. No lo tiene”, concluye, sin poder evitar la emoción que se escapa a través de su mirada.

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Oficiales del Ejército habrían dañado memorial de detenidos desaparacidos en Iquique

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SANTIAGO.- Denuncian a dos oficiales que habrían dañado un memorial de detenedidos desaparecidos inaugurado el viernes 11 de septiembre a las afueras de la Escuela de Caballería blindada del Ejército en Iquique.

Según informó radio Bio Bío, el general de la VI División de Ejército, John Griffiths Spielman, alertó a la Municipalidad de Iquique por los daños al monolito, que fue instalado en memoria de los ejecutados políticos Jorge Marín (19) y William Miller (42).

Los hechos habrían ocurrido en la madrugada de este domingo por militares de la dotación de la Escuela de Caballería Blindada, (ex Regimiento de Telecomunicaciones), identificados como el teniente Mauricio Pacheco Urrutia, de la 2° Brigada Acorazada “Cazadores”, y el teniente Pablo Henriquez Fernandez del Centro de Entrenamiento Acorazado.

Ambos habrían sido puestos a disposicion de la justicia.Oficiales del Ejército habrían dañado memorial de detenidos desaparacidos en Iquique

El hecho habría ocurrido la madrugada de este domingo por dos tenientes de la Escuela de Caballería Blindada.

Emol
domingo, 13 de septiembre de 2015 22:01

Arquitectura de la Memoria Trágica y los Derechos Humanos

Arquitectura de la Memoria Trágica y los Derechos Humanos

Mostrar el registro completo del ítem

Título: Arquitectura de la Memoria Trágica y los Derechos Humanos
Autor: Maturana Gajardo, Ignacia; Domínguez Zapata, Orielli
Resumen: La presente tesis de pregrado de la carrera de Arquitectura, Diseño y Construcción de la Universidad del Bío-Bío, finalista del concurso Cuenta tu Tesis en Derechos Humanos, 2012, muestra cómo una disciplina aparentemente lejana a los Derechos Humanos tiene una relación mucho más estrecha y clave en los procesos de reconciliación y sanación. Para enfrentarse a la “Arquitectura de la memoria trágica” la tesis aborda la “arquitectura para la memoria” que refiere a obras nuevas que se construyen para albergar archivos, testimonios u obras de arte y también aborda la “Arquitectura desde la memoria” expresados en aquellos lugares que albergaron sucesos traumáticos. Para encontrar las respuestas arquitectónicas algunos de los sitios analizados son el Monumento a los Judíos de Europa Asesinados (Alemania), Museo del Apartheid (Sudáfrica) y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Chile), entre otros.
Esta tesis se encuentra disponible en su documento original y también a través de una video cápsula elaborada por el INDH, en la cual las autoras relatan de qué trata su investigación y cuáles son los principales aportes de ésta al fortalecimiento de una cultura de derechos humanos.

Malo entre los malos. Manuel Contreras

“Manuel Contreras. Por un camino de sombras”, perfil del libro “Los malos”

Por ~ Publicado el 12 junio 2015

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En la DINA —la policía política de Pinochet— no se movía una hoja sin que su jefe, Manuel Contreras, lo supiera. Ahí el Mamo estableció un “mecanismo de relojería” no sólo para seguir los pasos de los opositores a la dictadura, sino que también para prevenir posibles amenazas internas al poder absoluto de Pinochet. Este perfil es parte del libro Los malos (Ediciones UDP), editado por la argentina Leila Guerriero. Agradecemos la autorización de la editorial para publicar un extracto de ese artículo: un pasaje sobre la cercana relación de Contreras con una de sus secretarias, la Chany. » Lee “Anatomía de un malo”.

Manuel Contreras y Adriana Rivas, la "Chany". Foto: Memoria Viva

La foto es en colores y muestra al Mamo tomado del brazo por la Chany, una de sus secretarias de confianza, devenida en agente. Es una foto de mediados de los 70. Ambos miran a la cámara y sonríen dichosos, como dos buenos amigos. Ella, flaca y morena, lleva una falda escocesa en blanco y negro y una blusa de color crema con escote. Él viste un ambo celeste, del mismo color que la sombra de ojos de ella, y ambas cosas, el traje y la sombra de ojos, hacen juego con esa coqueta corbata de rombos azules y grises que luce el jefe de la DINA. Un jefe bonachón, sonriente y bien alimentado, que exhibe la complacencia de quien ha llegado a fin de mes con las tareas hechas.

La DINA no era lo que dicen que era —se queja Adriana Rivas González, la Chany, que está conectada a Skype desde su casa en Sydney.

En su memoria, la DINA era algo como lo que aparece en esa foto: una oficina pública como cualquier otra, con horarios, papeleos y ambiente de camaradería. La Chany se queja, todavía más en este día de marzo de 2014 cuando la televisión australiana acaba de exhibir un reportaje sobre su caso: una secretaria que tiene pedido de extradición de la justicia chilena por formar parte de la brigada que exterminó a una dirigencia completa del Partido Comunista de su país: la Brigada Lautaro, una de las más crueles de la DINA.

—¿Que cómo estoy? Cómo voy a estar, imagínate: en ese reportaje mostraron mi foto, mi casa, todo, todo de mí, que no tengo nada que ver con todo eso de que se me acusa.

Para la Chany todo comenzó a fines de 1973, cuando el Mamo, por orden de Pinochet, se trasladó a la Academia de Guerra, en Santiago, y empezó a diseñar lo que iba a ser la DINA, una policía política que, como cualquier policía, requería personal técnico y administrativo. De ahí que en esas fechas, un grupo de oficiales del ejército llegara al Instituto Manpower de Santiago para reclutar a cuatro o cinco estudiantes de secretariado. La Chany dice que eligieron a las mejores, seleccionadas mediante una entrevista personal y una prueba que rindieron en la Academia de Guerra. Días después, un ex agente me dirá en reserva que es cierto que se eligió a las mejores secretarias, pero también a las más jóvenes y agraciadas de toda una generación.

En ese pequeño grupo estaba Nélida Gutiérrez, la secretaria que el Mamo se reservó para sí una vez que la DINA fue fundada oficialmente en 1974. Nélida se distinguía de las otras. Era ocho o 10 años mayor, más dama que las otras, más señora, explica la Chany:—Tú sabes de lo que hablo: la Nélida era elegante y con clase, y con la clase se nace o no se nace, esa es la verdad… ¿Bonita, dices? Yo diría que sí: una mujer amable a la vista.

A diferencia de la Chany y las otras secretarias, Nélida Gutiérrez no hizo el curso de Inteligencia en Tejas Verdes, curso que estaba a cargo de Ingrid Olderock, la oficial de Carabineros especialista en entrenar perros para violar prisioneros. Nélida, ya se sabe, era de otra clase, y por esas fechas estaba casada y tenía dos hijas. Tampoco pasó por la Escuela Nacional de Inteligencia de Maipú, como sí lo hizo la Chany. El trato especial que el Mamo le dio a su secretaria personal se notó en esa oficina privada del segundo piso del cuartel general de la DINA, en la calle Belgrado, en el centro de la capital, que le reservó al lado de la suya. Todas las demás compartían oficina.

El mecanismo de relojería montado por el Mamo empezaba en su propia oficina, mediante un estricto control interno de su personal. Para saber lo que hacían y conversaban sus agentes de mayor confianza, procuró que unos vigilaran a otros.

La del Mamo, por cierto, era más amplia que cualquier otra. Al fondo, un escritorio con varios teléfonos —negro, verde, rojo— y un puño forjado en hierro que era el emblema de la DINA. Una licorera con licores importados, una caja fuerte, un gabinete para guardar papeles, dos sillones en torno a una mesa de centro y un gran mueble que contenía un televisor con conexión directa al edificio Diego Portales, que Pinochet usó como sede de gobierno en los primeros años de dictadura. Como en las películas de espías de esos años, el Mamo y Pinochet hablaban y se veían las caras en directo.

Lo que no estaba a la vista era un privado, dentro de su misma oficina, donde había un baño y un catre de campaña. Allí guardaba dos maletas con ropa limpia, para partir de viaje en el momento que fuera necesario. Una con ropa de invierno, otra de verano.

Todos los días, de mañana, el Mamo pasaba a buscar a Pinochet por su casa y se trasladaba con él hasta el edificio Diego Portales, donde desayunaban. Ese era el momento en que el jefe de la DINA desplegaba todo su encanto. El tema no eran sólo los opositores y grupos de izquierda, que pronto estuvieron bajo control. Tanto o más peligrosos eran los militares y altos funcionarios de gobierno que podían amenazar el poder absoluto de Pinochet. A ellos, más que a nadie, había que mantener a raya. Por eso, Contreras se ocupó de pinchar sus teléfonos y espiar sus movimientos. Y por eso, también, se ganó enemigos dentro de la misma dictadura. Había una carpeta para cada persona importante, y esas carpetas, que contenían secretos profesionales y de alcoba, eran su seguro de supervivencia: Manuel Contreras, dice el destituido capitán Carlos Vergara, era un maestro de la extorsión, un conspirador de libro.

El Mamo se hizo imprescindible. Un guardia personal de Pinochet y de sí mismo: cuidando las espaldas de su jefe, cuidaba sus propias espaldas. Si no descubría un plan para atentar contra el dictador o su familia, se lo inventaba. Y como Pinochet era un hombre desconfiado, receloso de su propia sombra, necesitaba a una persona como el Mamo que, además, se ganó la confianza y amistad de Lucía Hiriart, la esposa de Pinochet. “Un amigo de la casa”, lo definió Gonzalo Vial, ex ministro y biógrafo del dictador.

Según se lee en Doña Lucía, el libro de la periodista chilena Alejandra Matus sobre la esposa de Pinochet, el Mamo se hizo tan querido y necesario que en 1978, cuando a Pinochet no le quedó otra que mandarlo a retiro ante la presión de Estados Unidos por el atentado que la DINA había ejecutado en Washington dos años antes contra el ex canciller Orlando Letelier, Lucía Hiriart visitó al Mamo en su casa, en señal de desagravio, y luego, en señal de protesta contra su marido, no regresó a la suya en dos semanas. El general tuvo que pedir la mediación de un obispo para hacer entrar en razón a su esposa.

Lucía Hiriart era implacable con aquellos oficiales del ejército que engañaban a sus esposas, quizás no tanto por su fervoroso catolicismo sino porque ella misma era engañada. Tenía su propia red de informantes, de seguro proporcionada por el Mamo, y ningún adúltero de uniforme se salvaba de ser llamado a retiro o destituido de su cargo. Ninguno, a excepción del propio jefe de la DINA. Porque el mecanismo de relojería montado por el Mamo empezaba en su propia oficina, mediante un estricto control interno de su personal. Para saber lo que hacían y conversaban sus agentes de mayor confianza, procuró que unos vigilaran a otros. Y procuró hacerles saber a todos que, como alguna vez dijo Pinochet, en la DINA tampoco se movía una hoja sin que el jefe lo supiera. El respeto se cultivaba con dosis equitativas de miedo y recompensas. Según la Chany, el Mamo se preocupó de mantener un ambiente de camaradería y de asegurar las mejores condiciones para su personal. Aguinaldos, servicios de salud, cabañas de verano, premios. Era común que, después de algún operativo de relieve, los agentes fueran recompensados con un viaje de placer junto a sus esposas o amantes, daba igual, mientras no se enterara doña Lucía.

Un ex agente de la DINA me dirá que el Mamo era particularmente vanidoso del poder que ostentaba. Fue él mismo quien recibió en su oficina de calle Belgrado a las tres militantes de izquierda que, después de permanecer varios meses bajo custodia de la DINA, sometidas a torturas, fueron integradas de manera formal como agentes —con sueldo, credencial y beneficios—, bajo un estricto control. Marcia Merino, una de esas tres mujeres, contó a la justicia que, por alguna razón, en la DINA las prisioneras “eran propiedad” del agente que había practicado la detención. También contó de esa reunión realizada en mayo de 1975, en las oficinas del cuartel general de calle Belgrado, en la que el Mamo, recibiendo por separado a las tres, “hace una larga disertación sobre ex guerrilleros que pasan a colaborar con organismos de seguridad de otros países”. Las tres mujeres quedaron alojadas en un departamento de las torres San Borja, a pocas cuadras del cuartel general. Y a partir de ese momento, según el mismo testimonio, fue común que el Mamo y sus hombres se dejaran caer en ese departamento tras la jornada de trabajo. Llevaban “comida y mucho trago”, testificó Marcia Merino, apuntando un detalle: el jefe de la DINA hacía “insinuaciones amorosas” a las tres.

La Chany dice que no vio nada de eso. Admite que el hombre tenía su genio, que cada tanto lo escuchaba gritarle a algún agente. Pero a puertas cerradas, en confianza, dice que era una buena persona, capaz de ayudar a un ser humano en problemas, como lo hizo con ella cuando su padre tuvo un lío de dinero que lo llevó a la cárcel.

—Le voy a estar agradecida por siempre por eso —me dice Chany—. Yo no sabía qué hacer con el problema que tenía, estaba desesperada, don Manuel me vio llorando y me preguntó: Qué te pasa, Negra, ¿algún problema? Ven a mi oficina y cuéntame, y yo fui a su oficina y le conté lo que estaba pasando con mi papá. Él no me dejó terminar.Entiendo, entiendo, me dijo, quédate tranquila, yo te voy a ayudar, y ese mismo día me volvió a llamar a su oficina y me entregó un sobre con dinero. Yo no sabía qué decir. Imagínate. Al final le dije que no sabía cómo se lo iba a pagar y él me dijo: Anda tranquila, Negrita, ¿quién te está diciendo que me lo pagues?

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LOS MALOS

LEILA GUERRIERO

2015, 558 páginas.

ISBN: 978-956-314-318-8

Precio de referencia: $18.000

Este libro contiene 14 perfiles de ciudadanos de América Latina: policías siniestros, pandilleros feroces, narcos, torturadores, traficantes de carne humana, violadores seriales, soldados sin ley, caníbales, presos con más poder que el mismo Estado. Algunos de los mejores periodistas de Chile, Argentina, El  Salvador, México, Perú, Venezuela, Panamá y Colombia entrevistaron no sólo a esos hombres y mujeres sino a sus víctimas y a sus enemigos, a sus esposas y a sus padres, a sus hijos y a sus amigos de infancia, con el fin de entender esa forma terrible y compleja de la naturaleza humana: el mal.

Los malos, editado por la periodista argentina Leila Guerriero, reúne perfiles biográficos de: Manuel Contreras, “El Mamo”, por Juan Cristóbal Peña/ Miguel Ángel Tobar, por Óscar Martínez/ Santiago Meza López, “El Pozolero”, por Marcela Turati/ Ingrid Olderock, Por Alejandra Matus/ Norberto Atilio Bianco, Por Miguel Prenz/ Luis Antonio Córdoba, “Papo”, por Sol Lauría/ Félix Huachaca Tincopapor Ángel Páez/ Rubén Ale, “La Chancha”, por Josefina Licitra/ Bruna Silva, por Clara Becker/ Wilmer Brizuela Vera, por Alfredo Meza/ Mirta Graciela Antón, por Rodolfo Palacios/ Alejandro Manzano, “Chaqui Chan”, por Juan Miguel Álvarez/ Jorge Acosta, “El Tigre”, por Javier Sinay/ Julio Pérez Silva, por Rodrigo Fluxá.

El resultado es un mapa perturbador de la maldad en América Latina, un atlas de lo más oscuro de la condición humana, un libro que mira a estos hombres y mujeres en primerísimo plano, más allá de los estereotipos, intentando responder esta pregunta: ¿qué es un malo, de qué está hecho?

LEILA GUERRIERO (1967, Junín, Argentina), es periodista. Su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Publicó los libros Los suicidas del fin del mundo (2005, Tusquets); Frutos extraños (2009, Aguilar y Alfaguara); Plano americano (2013, Ediciones Universidad Diego Portales), Una historia sencilla (2013, Anagrama), Zona de obras (Círculo de Tiza, 2014). En 2010, su texto “El rastro en los huesos”, publicado en El País Semanal y Gatopardo, recibió el premio CEMEX-FNPI. En 2013 recibió el premio González-Ruano de Periodismo, que concede la fundación Mapfre. En 2011 editó el libro Los malditos (Ediciones UDP), diecisiete perfiles de escritores malditos latinoamericanos realizados por autores de todo el continente. Desde entonces, ha editado diversos proyectos para Ediciones UDP, como el libro Temas lentos, de Alan Pauls, Fuga de materiales, de Martín Kohan, y Un hombre flaco, de Daniel Titinger.

Volver a los 17. Niños y adolescentes en dictadura.

Entrevistas

Óscar Contardo, editor de “Volver a los 17″: “Mi idea siempre es hacer memoria y dejar registro”

Por ~ Publicado el 16 octubre 2013

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En su última entrega el periodista deja su rol de narrador para ordenar catorce relatos de escritores y periodistas, nacidos entre 1969 y 1979, que intentan reconstruir la historia de una generación que vivió su infancia y adolescencia en dictadura. Además, Contardo anuncia que trabaja en una biografía del intelectual Luis Oyarzún y que pretende escribir un libro sobre la Iglesia Católica.

Óscar Contardo firma un ejemplar de “Volver a los 17″. Foto: Carlos Riquelme

Óscar Contardo, coautor de La Era Ochentera (2005) y autor de Siútico(2008) y Raro (2012), señala que la idea de este nuevo libro era dejar un testimonio de una generación por medio de “relatos que son un retazo de historia”, y que esto sólo se podía hacer en primera persona.

“La idea concreta de Volver a los 17 nació hace un año, en agosto de 2012″, cuenta Contardo. “Fue algo repentino que simplemente se me ocurrió luego de una conversación un día en la mañana. Al mediodía le mandé un mensaje a mi editora en Planeta y en la tarde estaba pensando en los autores a los que convocar. Aunque la idea concreta fue rápida de gestionar”.

—¿Cuál fue tu criterio para escoger a los escritores y periodistas que conforman el libro? ¿Sus historias? ¿Su pluma?
Quise que reuniera escritores de ficción y no ficción que hubieran sido niños y adolescentes en dictadura. Ese fue el primer corte. El siguiente fue convocar autores diversos, de estilos distintos y de origen diferente. Me interesaba que funcionara como una polifonía de voces. La selección fue entre autores cuyo trabajo yo conociera bien y entendiera rápidamente la idea. Así fue.

—Este “coro de recuerdos”, como lo denominas tú, puede extrapolarse al coro de las tragedias griegas, en donde su voz era la conciencia del personaje. ¿A qué conciencia apelas con estos relatos en la tragedia chilena?
No apelo a ninguna conciencia. Nunca tengo eso en mente. Mi idea siempre es hacer memoria y dejar registro. Que lo sucedido no desaparezca, que ese mundo y realidad pasada permanezca a través de la literatura.

Una de las cosas que motivó al periodista para realizar este libro fue el impacto que significó el movimiento estudiantil del 2011. “Sospecho que inconscientemente quería escribir algo que diera cuenta de ese impacto. El movimiento involucraba muchos aspectos: políticos, sociales, de clase, generacionales, etc. Es algo tan grande, con tantas aristas y tantos estímulos que obliga a tomar una perspectiva. Y eso toma tiempo. Creo que uno de esos aspectos —el generacional— fue el que me impulsó en el fondo”.

“No apelo a ninguna conciencia. Nunca tengo eso en mente. Mi idea siempre es hacer memoria y dejar registro. Que lo sucedido no desaparezca”.

—En las diferentes experiencias que conforman Volver a los 17 hay, aunque sea de manera tangencial, una mención a los medios de comunicación durante el régimen militar. ¿Cómo evolucionó esa mirada infanto-juvenil que se esboza en los autores, hasta ahora respecto al rol de la prensa?
En este caso yo sólo puedo responder por mí. Leía mucha prensa porque mi padre compraba toda la prensa de oposición además de los diarios tradicionales oficialistas. Para mí era natural entender que la televisión no era una fuente de noticias, tampoco que El Mercurio iba a tenerme al tanto de los abusos de la dictadura. Mi inquietud sobre el rol de la prensa en términos más concretos la exploré en La Era Ochentera. La verdad es que yo no soy de los periodistas que soñaban con serlo desde niño. A mí me interesaba la historia, la literatura, la televisión y el cine. Siempre fui omnívoro. Yo sería feliz si tuviera un bar —y el talento para administrarlo— y tiempo para escribir. Yo no me “apasiono”, sencillamente me “entretengo”, y parte importante de mi manera de hacerlo es indagar sobre los vericuetos del poder.

—Dices que nunca soñaste con ser periodista de niño. ¿De qué manera el periodismo te permitió y permite hacer que esas múltiples inquietudes lleguen a puerto, como por ejemplo en tus diferentes publicaciones?
Yo creo que el periodismo es un oficio, que involucra ciertas técnicas y cierto rigor que ayuda mucho si tu vocación es escribir. Me ayuda mucho en mi compulsión de “vigilar” los cambios del entorno social.

—Por último, ¿estás trabajando en algún libro o proyecto nuevo? ¿Se puede adelantar de qué se tratará?
Por lo pronto tengo que terminar una breve biografía de Luis Oyarzún, un intelectual chileno muy importante del siglo XX. Eso está casi listo. Para 2014 espero estar trabajando en un libro sobre la Iglesia Católica, un tema que me da vueltas hace mucho.


Volver a los 17
Recuerdos de una generación en dictadura
Ed. Óscar Contardo

Álvaro Bisama – Víctor Cofré – Alejandra Costamagna – Nona Fernández – Patricio Fernández – Rafael Gumucio – Pablo Illanes – Andrea Insunza – Andrea Jeftanovic – Rodrigo Olavarría – Juan Cristóbal Peña – José Manuel Simián – Daniel Villalobos – Alejandro Zambra

Editorial Planeta
2013
249 páginas

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