El rol de los medios en los dispositivos de represión: representaciones de la Nueva Izquierda revolucionaria en la prensa de 1975

El rol de los medios en los dispositivos de represión: representaciones de la Nueva Izquierda revolucionaria en la prensa de 1975

El rol de los medios en los dispositivos de represión: representaciones de la Nueva Izquierda revolucionaria en la prensa de 1975

En agosto de 2015 se realizó en nuestra Facultad el coloquio «A 40 años de la Operación Colombo: el rol de discurso de la prensa en los dispositivos de control social, ayer y hoy», ocasión en la que la Prof. Constanza Martínez, académica del Departamento de Filosofía, expuso sobre el rol de medios como El Mercurio y La Segunda en la represión de la dictadura militar chilena.

Quiero aclarar que no me referiré aquí en detalle a la Operación Colombo en sí, porque es una operación de una gran complejidad, donde los montajes en el nivel del discurso se ensamblan con montajes en otros niveles que requerirían mucho más tiempo del que tenemos. Existen muy buenos estudios que abordan en detalle cómo funcionó el aparato represivo chileno, junto al argentino y el brasilero, en esa confabulación que inició en los hechos la Operación Cóndor.

Lo que sí quiero compartir con ustedes son algunos de las preguntas y conclusiones de la investigación que realicé hace unos años, buscando conocer cómo se construyó en el discurso la representación social de los sujetos de la nueva izquierda revolucionaria, entre los meses de abril y julio de 1975, a través del estudio y análisis de los textos de las noticias publicadas por El Mercurio, La Segunda y La Tercera.

Estas formas de representar deben ser leídas como estrategias elegidas entre otras posibles en un contexto histórico determinado, con el fin de alcanzar un objetivo, que se vuelve más claro en la medida en que esas representaciones aparecen de manera sistemática, de modo que ofrecen una intención clara como actos de habla que sirven para “hacer determinadas cosas con las palabras”.

Para conocer entonces esas representaciones, revisé las ediciones de esos tres diarios durante esos cuatro meses, y seleccioné los textos de noticias en las que hubiera representaciones específicas del MIR y de los demás integrantes de la Junta de Coordinación Revolucionaria. La muestra total recogida fue de 556 noticias, divididas en 429 noticias de agencias internacionales y 127 crónicas nacionales. Y ¿por qué abordar un grupo tan grande de noticias?, se preguntarán. Porque, durante el proceso de observación inicial de los textos, se me hizo cada vez más evidente que los editores y propietarios de medios, que habían declarado por su responsabilidad en la Operación Colombo ante el Tribunal de Ética y Disciplina del Colegio de Periodistas, mentían al decir que su participación en ella había sido completamente obligada por la DINA. No porque algunos de los textos del caso no hubieran sido efectivamente redactados por el aparato represivo, sino porque existe otra serie de textos publicados en sus medios que aparecen en perfecta coherencia con las representaciones provenientes de la DINA y responden a los mismos fines. Creo que, de hecho, estos medios de prensa cumplieron –y por qué no decirlo, cumplen- un rol muy relevante en el dispositivo represivo estatal y, para el período estudiado, en el sistema del terror, por lo que podríamos hablar de terrorismo de prensa.

Para ahondar en ese punto vamos a necesitar revisar qué es un sistema del terror.

Según Víctor Walter, un sistema del terror es una esfera de relaciones controlada por los procesos del terror, en que todos juegan algún rol. Este proceso implica tres componentes: un acto o amenaza de violencia, una reacción emocional ante ese acto o amenaza y los efectos sociales que se derivan de los dos anteriores. Implica a tres actores o grupos de actores: “una fuente y una víctima de la violencia, y un objetivo del acto de terror. La víctima perece, pero el objetivo reacciona al espectáculo o a la noticia de esa destrucción mediante alguna forma de sumisión o acomodo, es decir, al retirar su resistencia o al inhibir su resistencia potencial.” (1969:9)

Por eso es importante distinguir entre el acto de destrucción en sí y el acto de terror.

El primero se completa en sí mismo a través de la aniquilación de la víctima. El segundo, en cambio, tiene por fin último el control sobre un sector amplio de la población más allá de la víctima.

Ante el acto de violencia, dependiendo del proceso de identificación del espectador, este generará una reacción, o bien de terror hacia la fuente de la violencia, o bien de cohesión con ella. Si a ello se suma una campaña de refuerzo de la imagen positiva de la fuente de violencia -lo que se conoce como ‘propaganda blanca’-, acompañada del refuerzo de una imagen negativa y amenazadora de la víctima, el resultado tiende a ser que el espectador se sienta protegido por la fuente de la violencia, proyectando en ella una figura paterna o salvadora y generando sentimientos de adhesión hacia la fuente: el acto de violencia se banaliza entonces como un espectáculo de compensación necesaria para el restablecimiento del orden y se transforma en una estrategia de propaganda de integración para la fuente de violencia. Por el contrario, si, pese a la campaña de imagen, un espectador resistente se identifica con la víctima, el sistema de terror es igualmente útil al poder para ejercer control sobre él, porque el horror del castigo sobre sus pares tenderá a paralizarlo, disminuyendo su resistencia y habilidad de lucha, lo que facilitará su aniquilación.

Entonces el mismo acto de violencia puede ser útil a los objetivos de generar adhesión u horror, según la ubicación del espectador en relación a la víctima de la violencia. En cualquiera de los casos, el proceso de violencia está al servicio del terror y el proceso del terror está al servicio del poder.

Como un régimen despótico terrorista requiere de un gran volumen de víctimas, para asegurar el control social durante casi una década, el régimen de terror de la dictadura cívico militar chilena necesitó dar una clara señal inicial en el primer período represivo, cuya dimensión dificultara estadísticamente que algún miembro de la sociedad no fuera víctima, o amigo, vecino, familiar de alguna víctima. En adelante, tras el período de estabilización del poder político, bastaría con activar mecanismos de memoria para renovar los efectos sociales de inhibición de la resistencia.

Para lograr que el terror sea procesado de modo que, además de inhibir la posible resistencia, aparezca un sentimiento de cohesión hacia la fuente de violencia, se refuerza la idea de que la violencia no es intrínseca a la fuente, sino que es una respuesta necesaria ante la amenaza de la verdadera violencia que proviene de un sector específico de la sociedad al que es necesario aislar y aniquilar: en nuestro caso, el ‘enemigo interno cooptado por el marxismo internacional’. Se crean entonces “zonas de terror” donde las víctimas para la violencia son escogidas “por su pertenencia a grupos de conductas específicas o a clases especiales de individuos”, de modo tal que si no se cumplen las condiciones de pertenencia a dicho grupo, aparentemente no es posible ser confundido con una víctima potencial.

A esta descripción corresponde, me parece, el segundo momento represivo, entre el 74 y el 77, cuando se escogen grupos específicos como objetivos de represión. Aquí la violencia corresponde a un doble objetivo. Se trata, por una parte, de ubicar, detener y aniquilar a aquellos sectores sociales que persisten en la resistencia frente a los mecanismos de control del gobierno. Dentro de la zona de terror, entonces, el objetivo es la aniquilación. Pero en segundo lugar, se cumple un objetivo de cohesión hacia afuera de la zona de terror, para el que es necesario conseguir que los grupos dentro de la zona sean percibidos como una amenaza real para la seguridad del resto de la población.

En este objetivo se funda la necesidad de sobredimensionar en el discurso oficial la capacidad y número de los actores resistentes, estableciendo la necesidad de un estado de guerra permanente que justifica la mantención literal y figurativa de un estado de excepción permanente, un estado de emergencia interior y exterior que conmina a adherir al gobierno comprometiéndose con la unidad nacional en torno al objetivo prioritario de la supervivencia material y simbólica de la nación, objetivo que está en la base de la Doctrina de Seguridad Nacional.

Ahora bien, nos interesa focalizar el rol que cumplen los medios de comunicación al interior de este sistema de terror. De qué modo, en este sentido, los medios se hacen partícipes del proceso del terror. Un modelo de sistema político del terror, debe tener una división y especialización en el campo de la violencia, un personal del terror que se divida a grandes rasgos en un directorio y unos agentes reales de la violencia. Ya volveremos sobre este punto.

En las noticias, las marcas de ideología están más ocultas que en otros géneros discursivos, pues su objetivo es ser comprendidas como ‘reflejo de la realidad’, por lo que utilizan un lenguaje mayoritariamente descriptivo, que tienda a la ilusión de objetividad, así como estrategias que apuntan a la veridicción, es decir, a naturalizar como verdades universales las interpretaciones particulares de las elites simbólicas que son las que tienen acceso a esta forma de discurso público. Por eso, para rastrear en ellas la ideología y entender de qué modos estos discursos hacen ‘algo más que informar’, es necesario revisar criterios como la selección que se hace de la información: qué se elige mostrar y qué ocultar, qué actores se invisivilizan, cuáles se muestran y en relación a qué tipo de acciones, si son representados como pasivos o activos, etc. También es necesario mirar cómo se jerarquiza determinada noticia, si recibe la primera plana, o la del medio, si se desarrolla en 10 o en 50 líneas. Por último, la forma en que se representa la noticia, con los actores sociales implicados y relacionados con determinadas acciones, presentan siempre un guión de interpretación de los hechos que es fundamental para entender el rol que este tipo de discurso público tiene en los modelos mentales que todos nosotros desarrollamos para nuestra interpretación del mundo.

En los textos que estudiamos se hacen evidentes a lo menos dos objetivos retóricos que se entrelazan a través de las representaciones de actores de la nueva izquierda revolucionaria: representar al marxismo como una amenaza y representar a la dictadura como factor protector contra la amenaza. La estrategia se desglosa así: por una parte, las representaciones que aparecen en las noticias del exterior, responden a la idea del marxismo como una amenaza seria y vigente, que genera horror por su crueldad, que gana fuerza y se coordina para generar caos, en un mundo convulsionado que destaca por sus imágenes de angustia e inseguridad. Esta estrategia aparece en directa relación con la naturalización de la interpretación de la Bipolaridad que propugna la Doctrina de Seguridad Nacional estadounidense, dentro de la que se inscriben las dictaduras latinoamericanas de los 70.

Esa representación angustiosa del mundo, como la llama el profesor Claudio Durán, funciona argumentativamente como contraste con las noticias del interior, donde se representa a los actores de la nueva izquierda revolucionaria como una amenaza latente pero controlada, vinculándolos la gran mayoría de las veces con acciones del aparato represivo sobre ellos, apareciendo pasivos, recluidos ya a la zona de terror o prontos a serlo, a punto de ser vencidos, restringida su posibilidad de acción ya no por lo que hagan, sino por su identidad ideológica que se ha vuelto biológica. De estas representaciones en el exterior y en el interior, leídas desde un público no resistente o ideológicamente afín a la dictadura, se desprende la estrategia de la representación positiva del gobierno y su acción represiva como elemento trascendente dentro de su propaganda de integración. Para un público resistente, en cambio, estas mismas estrategias responden a actos de amenaza sobre sus vidas y las vidas de sus seres queridos.

Sin embargo, si bien la selección de noticias del exterior es bastante concordante en los tres medios en lo que respecta a la interpretación de la bipolaridad, esta selección presenta diferencias importantes entre un medio y otro, las que parecen responder a los distintos grupos sociales a los que los medios están dirigidos. Estas diferencias son particularmente obvias en el caso del contraste entre El Mercurio y La Segunda, puesto que no solo son parte del mismo grupo empresarial, sino que compartían el edificio y la máquina de teletipos en que se recibían los cables de agencias internacionales, por lo que su selección distinta responde a sus distintas estrategias.

Así, llama la atención por ejemplo, que El Mercurio, de conocidas vinculaciones con la CIA y destinado a un público internacional y oligárquico, sea el único que publica los cables referidos a la Junta de Coordinación Revolucionaria, cuya existencia está en la base de la justificación que los aparatos represivos latinoamericanos y la CIA esgrimieron para la formación de la Operación Cóndor. En este caso, El Mercurio también incluye, como suele, un editorial que señala explícitamente que si los grupos subversivos se coordinan en el Cono sur, también deberían hacerlo sus persecutores. En lo que respecta a la situación de Argentina, que está viviendo los últimos meses del gobierno de Isabelita Perón, y donde los militares de la Doctrina de Seguridad Nacional van ganando terreno y avanzando hacia el golpe de marzo del 76, El Mercurio concentra su atención en justificar y naturalizar el golpe inminente como algo inevitable, destacando la imagen de ingobernabilidad y el clima de violencia extrema, en que, a través de una estrategia de agregación, reduce a números a las víctimas fatales del aparato represivo estatal y paraestatal, así como a las víctimas de la acción de grupos revolucionarios, además de empaquetar y mezclar todos estas acciones bajo el rótulo de ‘violencia política’, poniendo en segundo plano, las diferencias de móviles y modos de operar de cada grupo.

En cambio, La Segunda, medio destinado a las clases que pueden ser entendidas como la base electoral de Allende, privilegia la publicación de noticias en que los sujetos de la nueva izquierda revolucionaria son víctimas de tortura y asesinato por parte de la triple A y la CNU, organismos del aparato represivo paraestatal argentino, buscando enfatizar la crueldad del castigo sobre sus cuerpos, y a la vez desenfatizar a los agentes de estos crímenes, de modo de poder utilizarlos como ‘propaganda negra’, es decir, culpabilizando a los mismos actores revolucionarios de haberlos cometido, bajo la misma lógica en que se escribieron los textos de la DINA para la Operación Colombo.

El 14 de abril, este medio se permite incluso publicar un cable de Brasil, que contiene la carta de un ex-prisionero político a su familia, donde se detallan las torturas a las que fue sometido. Evidentemente aquí no estamos hablando solo de una estrategia de propaganda de integración. La selección de estos textos y su tratamiento funcionan como actos de amenaza para los sujetos resistentes al régimen.

El rol de La Segunda en el sistema de terror puede ejemplificarse de modo escalofriante en el momento de la publicación de las listas de los 119 en Chile, cuando algunos de los familiares de los detenidos desaparecidos se encontraban reunidos en la sede del Comité Pro paz y uno de ellos llegó con la infame publicación y comenzó la lectura de los nombres en voz alta. Para ese grupo específico que se ubicaba en el entorno de lo que hemos llamado la zona del terror, la publicación de las listas de los 119 habrá tenido la connotación de convertirlos en testigos directos del asesinato de sus seres amados. Para quienes se encontraban situados un poco más lejos, las listas, con su estructura perfecta y ordenada, habrán sido como escuchar amplificado un grito desde el interior de los altos muros de la zona de terror.

Citando a Walter, “Aunque los campos de concentración Nazi eran unidades cerradas, físicamente clausuradas, el terror en ellos, como sus diseñadores sabían, penetró lejos más allá de sus muros” (Walter 1969:11). No desconocemos con ello que el régimen de terror haya tenido la necesidad de dar una respuesta sobre el paradero de los desaparecidos ante la opinión internacional. Es muy posible que la planificación inicial de la Operación Colombo hubiera considerado la visita de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas que estaba programada para el 12 de julio y que terminó siendo suspendida por Pinochet los primeros días de ese mes. Sin embargo, la forma final del montaje, las listas, el número de victimados señalando, tal vez, la fecha 11 de septiembre,(11 9 ) rompen el esquema del tipo de propaganda de integración que desbordaba cotidianamente los medios de prensa chilenos para transformarlos, abiertamente, en medios del sistema de terror, amplificadores de la onda del grito estremecedor, hasta ahora acallado, desde el interior de los muros.

Pero para llegar en un momento a publicar una metáfora de la brutalidad de “Exterminados como ratones” antes se debe haber hecho un trabajo largo de construcción de la identidad social negativa del sujeto así atacado. Sabemos hoy que ese trabajo comenzó mucho antes, tal vez antes incluso que las campañas financiadas por la CIA durante los sesenta y setenta. En nuestro corpus de noticias existe una importante cantidad de recursos evaluativos de juicio en las crónicas nacionales, los que van dibujando un sujeto de marcado signo negativo: peligroso, asesino, siniestro, cobarde, traidor. Por añadidura, este sujeto aparece representado como el padre abandonador, traidor y maltratador de la mujer, que es también una representación simbólica de la patria en el discurso de Pinochet. Así, para nuestro corpus, mientras la realidad de los centros de detención y tortura se oculta, sí se hace pública la detención y muerte de Isidro Arias Matamala, músico de la filarmónica y militante del MIR, asesinado en tortura en Villa Grimaldi, y la detención de Víctor Gilberto Muñoz Urrutia, militante del PS y del Ejército de Liberación Nacional sección chilena, sobreviviente de Villa Grimaldi. A estas dos personas se les imputan hechos que rompen la situación de control durante el período estudiado, por ello son representados como la amenaza latente sobre la que se vuelca el esfuerzo estatal de control. En el relato oficial que los medios reproducen con citación directa o confundiendo sus voces y sus puntos de vista con los de las fuentes policiales, la muerte de Arias y la detención de Muñoz son representadas como enfrentamientos con la policía, ocurriendo el primero, “en la casa de su amante donde había encontrado refugio”, y el segundo, en una boite, donde él mismo atrajo la atención de sus aprehensores disparando a quemarropa sobre su conviviente. Las esposas e hijos abandonados son también representados para la identificación del espectador o más bien, de la espectadora, porque esta estrategia representacional está dirigida específicamente a la mujer, a quien Pinochet representa en su discurso como “una esencia permanente e inalterable” cuya tarea fundamental es educar al futuro de Chile.

Otra estrategia que apunta a evitar la empatía con la víctima del terror y generar la sumisión del espectador a la fuente de violencia tiene que ver con desdibujar el rasgo [+ humano], animalizando o cosificando a los actores de la nueva izquierda revolucionaria. Por una parte, de manera sistemática en nuestro corpus se revisa en cada noticia de su detención la descripción detallada del supuesto armamento con que fueron detenidos, como las tres ametralladoras AKA de Arias, que se cortó la yugular ante la detención inminente para luego morir al enfrentar a sus aprehensores con una Colt (sic), o bien las 71 molotovs que esta Facultad tiene frescas en su memoria. De este modo se sobredimensiona su poder de acción y su peligrosidad, justificando la represión extrema sobre el conjunto de la población. En nuestro corpus, al menos, nunca se representa el armamento de las fuerzas de seguridad.

En este mismo sentido la metáfora ‘elementos’, típica del discurso de la Doctrina de Seguridad Nacional, aparece también de manera sistemática en el discurso de las fuentes de gobierno y de los medios en sus crónicas nacionales, mientras que en los cables internacionales solo aparece cuando hay citación directa de los militares de la Doctrina de Seguridad Nacional. Creemos que la representación ‘elemento’, como en elemento marxista, elemento extremista, elemento subversivo, es parte de una metáfora conceptual mayor, que responde a la interpretación de que El MARXISMO INTERNACIONAL ES UNA MÁQUINA, simplificación de la DSN que también busca el objetivo de deshumanizar.

Así mismo, de la metáfora central a esta doctrina, según la cual LA NACIÓN ES UN ORGANISMO VIVO cuya posibilidad de supervivencia se ve amenazada por el marxista, se desprende la metáfora de que EL MARXISMO ES UNA ENFERMEDAD, que ataca este cuerpo desde dentro -el enemigo interno- justificando el viraje de las fuerzas armadas desde el exterior hacia el interior. Metáforas como ‘el cáncer marxista’ se desprenden de este cruce, así como la de ‘rebrote marxista’ y la justificación de las dictaduras como ‘remedios necesarios’. La potencia de las metáforas en el discurso político y de los medios es que se naturalizan con mayor facilidad que el discurso referencial y que, en la medida en que nos hacen ‘sentir cosas’, permiten una retención mucho mayor en la memoria episódica, de modo que se vuelven “inolvidables” y son mucho más determinantes de nuestras creencias que otro tipo de lenguaje. Así, la metáfora que mayor huella dejó en la memoria colectiva durante la operación Colombo proviene de la metáfora conceptual EL MARXISTA ES UN ANIMAL PELIGROSO. En nuestro corpus esta se actualiza de manera sistemática a través de la representación del proceso de detención de estas personas como ‘cacería’, metáfora que sigue presente hasta hoy en el grupo especial de carabineros especialistas en detención de encapuchados que se autodenomina “cazadores”. Pero sin lugar a dudas, la más emblemática para la Operación Colombo y para esta investigación es la representada en el titular principal de La Segunda “Exterminados como ratones”, que presenta en las páginas interiores la versión “Exterminan como ratas a miristas”. Esta actualización de la metáfora no solo justifica la labor de exterminio a la que se abocan las Fuerzas Armadas bajo la DSN, sino que remite también a la propaganda nazi, en cuyo cine podemos encontrar un esquema de ensamblaje entre textos e imágenes que representa al judío como la rata que lleva consigo la peste, motivo por el que no solo es aceptable aniquilarlas, sino necesario para nuestra supervivencia.

En conclusión, aunque no podamos revisar aquí en detalle las formas en que el discurso de los medios estudiados fue concordante con el discurso de las Fuerzas Armadas en sus elecciones léxicas, sintácticas y retóricas de representar a los sujetos de la Nueva Izquierda Revolucionaria, creemos que los pocos ejemplos que hemos mostrado nos permiten aseverar que estos medios participaron activamente en la justificación de su aniquilamiento y en la propaganda de integración del régimen de facto. Pero lo que nos permite con toda seguridad hablar de una dictadura cívico militar, donde estos medios cumplieron un rol central a través del terrorismo de prensa, tiene relación con aquellas estrategias en que, como en una vitrina del horror, estos medios, en particular La Tercera y La Segunda, del grupo mercurial, funcionan como la plaza pública, vale decir, como la condición de posibilidad de que el acto de terror alcanzara a su objetivo, el espectador.

Así, siguiendo la línea del esquema del sistema de terror de Walter, tendríamos que decir entonces, que, en ausencia de la plaza pública que permita el encuentro directo entre el acto de violencia y su objetivo de control, los medios de comunicación cumplen voluntariamente ese rol, lo que los convierte en parte del personal del terror. Para el caso que nos ocupa, creemos que la división del trabajo de la fuente del terror puede ser entendida distinguiendo: primero, un grupo interno dentro del directorio que corresponde al departamento de Operaciones Psicológicas de la DINA -dividido a su vez en las unidades de Propaganda y Guerra Psicológica, y Prensa y Relaciones Públicas- que mantenía relaciones directas con la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) dependiente de la Secretaría General de Gobierno; y segundo, de un grupo paralelo al de los agentes de violencia, que correspondería a los dueños y editores de los medios, quienes ejecutan la planificación de los anteriores, haciendo llegar hasta el objetivo los estímulos necesarios para generar en él la reacción deseada de control social.

Mientras más se observa el discurso de los medios estudiados, más difícil se hace deslindarlo del discurso del gobierno de facto y de su aparato represivo. De ahí que cobre especial sentido que Pinochet utilizara para describir a El Mercurio una metáfora militar, llamándolo “trinchera contra el totalitarismo”, o que “Alexis”, el alias con que escribía sus columnas Álvaro Puga, muy posiblemente el autor intelectual de la Operación Colombo, refiriera con orgullo como Mario Carneyro, director de La Segunda, cumplió un rol clave en el derrocamiento del gobierno democrático de Salvador Allende.

Referencias
DURÁN, C. 1995. El Mercurio: ideología y propaganda. 1954-1994. Ensayos de interpretación biológica y psicohistórica. Santiago de Chile: Ediciones Chileamérica-Cesoc.
WALTER, E.V. 1969. Terror and Resistance. A study of political violence. New York: Oxford University Press. Descargar

Lunes 24 de abril de 2017

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Brasileños y ciencias sociales en el Chile de la Unidad Popular. Sergio salinas

Brasileños y ciencias sociales en el Chile de la Unidad Popular
Sergio Salinas1
Resumen
En Chile, las ciencias sociales vivieron uno de los momentos de mayor expansión de
su historia entre 1967 y el 11 de septiembre de 1973, fecha del golpe militar. Las
razones fueron fundamentalmente dos: la “reforma universitaria” y la llegada,
producto de su exilio, de destacados intelectuales brasileños, partidarios de la teoría
de la dependencia. Este artículo analiza los cambios vividos en las ciencias sociales
como la participación de estos intelectuales brasileños en la Unidad Popular.
Palabras-Clave: Chile; Brasil; Ciencias Sociales.
Resumo
No Chile, as ciências sociais viveram um dos momentos de maior expansão de sua
história entre 1967 e 11 de setembro de 1973, data do golpe militar. As razões foram
fundamentalmente duas: a “reforma universitária” e a chegada, produto de seu exílio,
de destacados intelectuais brasileiros, partidários da teoria de dependência. Este
artigo analisa as mudanças ocorridas nas ciências sociais, como a participação desses
intelectuais brasileiros na Unidade Popular.
Palavras-Chave: Chile; Brasil; Ciências Sociais.
Abstract
In Chile, the social sciences experienced one of the greatest moments of expansion in
its history between 1967 and September 11th, 1973, date of the military coup. The
reasons were basically two: the university reform and arrival, product of their exile,
of leading Brazilian intellectuals, supporters of dependency theory. This article
analyzes the changes experienced in the social sciences as the participation of these
Brazilian intellectuals in the Popular Unity.
keywords: Chile; Brazil; Social Sciences.
1 Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile. E-mail: ssalinas@uchile.cl.
Revista Eletrônica da ANPHLAC, ISSN 1679-1061, Nº. 18, p. 121-138, jan./jul.
2015.
http://revista.anphlac.org.br/

En los últimos años se han producido diversas conmemoraciones del ciclo de
golpes militares que sacudió hace más de 40 años a diversos países de América
Latina. Lo anterior generó numerosas investigaciones y reflexiones desde puntos de
vista no tratados anteriormente. En el caso de Chile, la conmemoración de los 40
años del golpe militar, el 11 de septiembre de 1973, no fue una excepción,
produciéndose una verdadera explosión de artículos y libros respecto al tema.
De esta manera, el trágico final del proyecto revolucionario de la Unidad
Popular ofreció la ocasión para volver a reflexionar sobre ese período y revisar las
historias de sus actores. Entre estos últimos, uno de los temas más interesantes es la
llegada a Chile, desde fines de 1960, de varios intelectuales extranjeros que
participaron tanto en el proceso de la Unidad Popular como en el partido político que
justificaba la lucha armada como estrategia para conquistar el poder: el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR). Sin duda, que el grupo de extranjeros de mayor
influencia, sobre todo a través de su reflexión académica, en el efervescente proceso
social conducido por los sectores populares y la izquierda entre 1960 y 1973, fue el
proveniente desde Brasil.
Las ciencias sociales en Chile
Entre mediados de la década del sesenta y el golpe militar de 1973, “las
ciencias sociales experimentaron en Chile un triple fenómeno: de expansión de sus
posiciones académicas, de transformación de su estructura conceptual y de cambio
de su función en el campo intelectual” (SALINAS, 2013, p. 159). Dos de las razones
principales que explican lo anterior se encuentran en el proceso de “Reforma
Universitaria” y la llegada de académicos extranjeros.

En primer lugar, es necesario señalar que la “Reforma Universitaria”, a
mediados de la década del 60, creó nuevas oportunidades y condiciones para las
ciencias sociales. “Las que se materializaron en el proceso de institucionalización de
las ciencias sociales y el aumento del número de matriculados. Además, se
experimentó un proceso ampliado de institucionalización: se crearon nuevas
unidades académicas, institutos de investigación y carreras profesionales”
(SALINAS, 2013, p. 160).
Por ejemplo, se formaron centros interdisciplinarios de ciencias sociales,
especialmente en las universidades de Chile y Católica de Chile. Como señala el
académico chileno, José Joaquín Brunner (1986, p. 15), lo anterior significó
Que el mercado de posiciones académicas en este sub-campo
disciplinario aumenta explosivamente, multiplicándose los puestos de
investigadores, docentes y administradores superiores en el caso de la
sociología y especialidades conexas”. En el caso de la sociología, ésta
experimentó un rápido crecimiento de su base institucional
estableciéndose nuevas escuelas o institutos.
En la Universidad Católica de tanto el Centro de Estudios de la Realidad
Nacional (CEREN) y el Centro de Estudios de la Planificación (CEPLAN),
representaban, respectivamente, las dos iniciativas más importantes de la reforma en
el campo de las ciencias sociales, uno con foco en la sociología y el otro con foco en
la economía.
En la Universidad de Chile, se observó un fenómeno similar, aunque menos
pronunciado. Se creó el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), mientras se
multiplicaron los programas de economía y ciencias sociales en diversas facultades.
En el campo de las ciencias sociales, principalmente las vinculadas a la
sociología, producto de la expansión institucional impulsada por la reforma
universitaria, se produjo: el establecimiento de mercado de posiciones académicas
más amplio y complejo; el surgimiento de una incipiente jerarquía institucional en el
campo de las ciencias sociales, ocupando las posiciones preeminentes los centros de
investigación CEREN y CESO; la aparición de una naciente estructura de
comunicación académica en el subcampo, en particular mediante la publicación de
revistas especializadas como los Cuadernos de la Realidad Nacional, del CEREN;
Sociedad y Desarrollo, del CESO; y Eure, revista del Centro Interdisciplinario de
Desarrollo Urbano (CIDU) (BRUNNER, 1986, p. 15).
Las ciencias sociales cambiaron en Chile de orientación a partir de 1967, pero
sobre todo después de 1970, año del triunfo de la Unidad Popular y de la formación
del gobierno de la coalición de izquierda. Brunner (1986, p. 15) afirma que:
En parte, este fenómeno representa el efecto de una segunda recepción
en la sociología chilena, esta vez bajo el impacto de la crítica a la teoría
empírica de las ciencias sociales en el contexto de un ascenso de las
ideologías de izquierda.
En esta situación, se difunde en Chile –como afirma Manuel Antonio Garretón
(2005, p. 3) – el modelo del marxismo-ciencia que impulsará, en el campo de las
ciencias sociales universitarias, una rápida sustitución del programa de investigación
articulado en torno a la teoría de la modernización por el programa de investigación
articulado en torno a la teoría de la dependencia.
Por otra parte, hacia 1967 comienza una marcada radicalización política en el
país que se traduce luego en franca polarización desde 1970. Tales fenómenos
penetraron también en las universidades. Por un lado, a nivel institucional, se
transformaron sus estructuras de gobierno en un campo de lucha por el poder, lo que
en algunos casos se resolvió por la vía de crear instituciones paralelas, especialmente
en el ámbito de las Ciencias Sociales. Por otro, hubo una ideologización temática y
de los contenidos de las ciencias sociales, con énfasis apologético o denunciativo de
la realidad; sumado a una combinación del uso del marxismo estructuralista
althuseriano o poulantziano en el plano teórico, con el leninismo en el plano político,
que criticaban la visión estructural funcionalista predominante hasta entonces, por
considerarlas vinculadas a las visiones norteamericanas de la guerra fría. Esta visión
planteaba que el propósito de la sociedad es el mantenimiento del orden y la
estabilidad social, y que la función de las partes de una sociedad y el modo en que
estas están organizadas, la estructura social, serviría para mantener ese orden y esa
estabilidad. Los principales autores de esta corriente eran Talcott Parsons, Robert
Merton, Gabriel Almond y Bingham Powell.
En tercer lugar, el movimiento estudiantil y los alumnos de ciencias sociales –
mayoritariamente de izquierdas– tendieron a abandonar la universidad y las
disciplinas para involucrarse en los procesos de lucha social y estrategias políticas
que se jugaban más allá de las aulas. En el horizonte, estaban presentes las elecciones
presidenciales de 1970, donde por primera vez la izquierda planteó un proyecto y un
programa de socialismo: conformar una área de propiedad social expropiando las
empresas monopólicas para ir abriendo camino al socialismo en el marco del
régimen democrático.
Pero volvamos a las ciencias sociales. Este cambio de un programa de
investigación a otro, con la llegada del marxismo científico, implicó también una
redefinición completa de la propia disciplina. No solo cambió su modelo conceptual
predominante, sino que cambiaron además los ideales explicativos de la ciencia y la
identidad profesional del científico social. El marxismo científico “proporciona
precisamente el paradigma sustitutivo y legitima este cambio de orientación en las
ciencias sociales, tornándose dominante dentro del subcampo” (SALINAS, 2013, p.
161-162).
Así, la idea de la neutralidad valorativa de la ciencia que había presidido la
profesionalización de la disciplina es ahora abandonada, siendo reemplazada por la
noción del compromiso valorativo, que opone ciencia académica (o burguesa) a
ciencia comprometida o militante. La vocación del científico y del político tiende a
fundirse en la imagen del sociólogo como crítico de la realidad, como intelectual
revolucionario o como transformador de la sociedad.
En síntesis, a partir de 1970, el sociólogo se vuelve ideólogo; en el campo
académico mediante el recurso a un nuevo paradigma de cientificidad (el marxismo)
que le permite romper con la sociología “académica” sin abandonar la pretensión de
verdad, y en el campo político-social donde se presenta ahora como un organizador
de discursos, con efectos directos en la política y como un portador de proyectos de
cambio de la sociedad2.
2 Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis interna del modelo fundacional, en que las
ciencias sociales, especialmente la sociología, se transforman en una expresión –en el campo

El aporte de los brasileños
Otro tema importante en el contexto que presentan las ciencias sociales, lo
constituyó la venida a Chile de importantes intelectuales europeos y brasileños de
izquierda. Entre ellos, destacaron los brasileños Theotonio Dos Santos3, Ruy Mauro
Marini4 y Vania Bambirra5, los que se vincularían tanto a la Unidad Popular como al
naciente Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). De la misma manera, esta
situación se repetiría con uno de los más importantes autores de la teoría de la
dependencia, André Gunder Frank6.
Helenice Rodrigues da Silva (2007) recuerda que:
[…] A repressão na Universidade de São Paulo, no início de 1969,
provoca uma onda de exílio em direção do Chile. A experiência
socialista da Unidade Popular atrai, particularmente, os intelectuais
brasileiros ávidos de liberdade e de cultura. Além do interesse pela
política, o Chile propicia, a esses professores, condições de emprego
em suas instituições de pesquisa e em universidades. A Universidade
Católica do Chile, por exemplo, vai abrigar alguns profissionais
brasileiros, vítimas da repressão. Durante os três anos de governo de
Allende, esse país transforma-se em uma espécie de melting pot onde
académico e e intelectual– de los procesos y luchas políticas del instante.

No es que no hubiera influencia y luchas ideológicas en el momento de fundación e institucionalización de las ciencias
sociales; de hecho, las visiones marxistas aparecen como respuesta a ellas, sino que ahora ellas se
entrelazan más directamente con los procesos políticos concretos.
3 Entre las principales publicaciones realizadas en la época en que vivió en Chile se encuentran:
Tendencias del Capitalismo Contemporáneo, Santiago, Chile: Ed. de CESO, 1973; Transición al
Socialismo y Experiencia Chilena. Santiago: Ed. PLA, 1973. v. 1.; Problemas del Subdesarrollo
Latinoamericano. Ciudad de México: Ed. Nuestro Tiempo, 1973. v. 1; Socialismo o Fascismo: El
Dilema Latinoamericano y el Nuevo carácter de la Dependencia. Santiago, Chile: Ed. PLA, 1972;
Dependencia y Cambio Social. Santiago, Chile: Ed. do CESO, 1972; Economía Política del
Imperialismo. Buenos Aires: Ed. Periferia, 1972. v. 1; La Crisis Norte Americana y América
Latina. Santiago, Chile: Ed. PLA, 1971; La Dependencia Económica y Política en América
Latina. Ciudad de México: Ed. Siglo XXI, 1971. v. 1; El Concepto de Clases Sociales. Santiago,
Chile: Ed. PLA, 1970.
4 Escribió durante su permanencia en Chile Subdesarrollo y Revolución (1969) y Dialéctica de la
dependencia (1973).
5 Entre los principales libros publicados a principios de los setenta se encuentran: El capitalismo
dependiente latinoamericano, Santiago de Chile, 1973 y reeditado en Siglo XXI, México, 1974; La
revolución cubana: una reinterpretación, Ed. Nuestro Tiempo, México, 1974
6 Entre sus libros publicados en ese periodo se encuentran: Capitalismo y subdesarrollo en América
Latina, 1967; Latinoamérica: subdesarrollo o revolución, 1969; Sociología del desarrollo y
subdesarrollo de la sociología: el desarrollo del subdesarrollo, 1969; Lumpenburguesía:
Lumpendesarrollo. Dependencia, clase y política en Latinoamérica,19e misturam intelectuais latino-americanos, intelligentsia francesa,como também militantes de esquerda de diferentes partes do mundo.
Theotonio Dos Santos, que estudió Sociología, Política y Administración
Pública en la Universidad Federal de Minas Gerais, recuerda que:
[…] Veníamos del proceso brasileño que vivió un gran auge de lucha
de masas, sobre todo entre 1960 y 1964, con ello hubo avances
democráticos muy importantes. Bueno, el golpe de Estado de 1964,
que era resultado de varios intentos anteriores, estaba claramente
dentro de una concepción nueva de golpes de Estado porque seguía la
idea de crear un régimen con una fuerte base en las fuerzas armadas.
Según la interpretación norteamericana, en ese momento estas fuerzas
representaban los sectores más modernizantes dentro de América
Latina. Por lo tanto, al darle una base estatal más organizada, más
coherente, se podía entonces conducir el proceso de modernización
(VIDAL, 2013).
Do Santos afirma que muchos de sus compañeros se equivocaron en el
diagnóstico del proceso, porque creían que se trataba de un golpe de la antigua
oligarquía ligada a la tierra, cuando de hecho era un golpe del gran capital en su
forma más avanzada:
[…] Yo lo caractericé exactamente en la época como un proyecto
fascista. Incluso tuvimos mucha discusión entre nosotros, por ejemplo,
con Ruy Mauro, pues él no concordaba con el uso de este concepto de
fascismo y hablaba de un régimen de seguridad nacional como parte
de la ideología que Estados Unidos trajo a América Latina. Sin
embargo, yo usé la palabra fascista en un sentido que me parece más
complejo, como un régimen de terror del gran capital. Es decir, en el
momento que el gran capital siente que necesita de un régimen de
terror para poder hacer los cambios que le interesan en la dirección de
su forma de base y de la acumulación capitalista. Entonces, creo que
nosotros acertamos mucho, a diferencia de otros compañeros que
todavía pensaban en una lucha antifeudal. Para nosotros era bastante
claro que la conducción del proceso de acumulación capitalista y de
modernización, estaba en manos del gran capital internacional y, el
grupo en que confiaba para llevar adelante este proceso era
básicamente los militares (VIDAL, 2013).
Dos Santos y Mauro Marini entre 1960 y 1964 habían estudiado
sistemáticamente el marxismo como culminación de sus estudios filosóficos. En
estos años en Brasilia, realizaron un seminario de lectura de El Capital junto con Luis
Fernando Víctor, Teodoro Lamounier, Albertino Rodríguez y Perseu Abramo. Este
mismo seminario se reorganizó luego del exilio de estos intelectuales en Chile.
Carlos Martins (1998) recuerda que:
El movimiento de lectura de El Capital se transformó en una fiebre
mundial. En Sao Paulo, el seminario sobre El Capital reunió por
varios años lo mejor de las ciencias sociales y la filosofía de la USP.
En Brasilia formamos un grupo que reunía lo mejor del país en torno a
este seminario. En Chile organizamos con Fernando Henrique
Cardoso, Francisco Weffort, Aníbal Quijano, Pedro Paz y muchos
más, un excelente seminario que luego se extendió a otros temas.
De la misma forma, se realizaron otros seminarios de lectura de El Capital en
Cuba (organizado por Ernesto Che Guevara) y en Francia, impulsado por Louis
Althusser (resultó el libro Leer El Capital). A finales de la década de los sesenta se
produjo el regreso a América Latina de representantes de todas estas experiencias.
Entre ellos, volvieron a Chile, Marta Harnecker, discípula de Althusser, y Ruy
Mauro Marini, quien regresó desde México, donde desarrolló su propio grupo de
lectura.
Como señaló el propio Theotonio Dos Santos:
[…] Todas estas experiencias paralelas confluían en un gran
movimiento de lectura y discusión del pensamiento marxista como
nunca había ocurrido en ninguna otra parte del mundo y llegaba a la
vida universitaria de manera insólita. Hasta en las escuelas de
psicología y en la de ciencias exactas se formaban grupos de lectura
de El Capital y de autores marxistas clásicos y contemporáneos (Apud
MARTINS, 1998).
Cabe recordar que Theotonio Dos Santos tuvo una activa militancia política y
participación en movimientos sociales, que se extiende a la clandestinidad después
del golpe en Brasil de 1964, hasta 1966, cuando se exilia en Chile. Agrega Martins
(1998) que:
[…] El eje de su militancia política era su participación en la POLOP
de la que fue fundador en 1961 y cuya dirección nacional asume en
1964. La POLOP promovió una dura crítica a los partidos comunistas
y al estalinismo y convocaba a una unión de la izquierda
revolucionaria contra la política de frente único con la burguesía,
propuesta por el PCB, que enmarcaba el movimiento de masas dentro
del nacionalismo burgués.
El trabajo de investigación desarrollado por Theotonio Dos Santos lo
convirtió en uno de los más importantes teóricos de la dependencia. Jaime Osorio
(2004, p. 136), señala que las críticas de Dos Santos a la teoría del desarrollo y sus
formulaciones sobre las diversas “formas de dependencia”:
[…] Permitieron mostrar que el estudio de esa problemática era un
camino indispensable de análisis. Su libro Imperialismo y
dependencia, editado muy posteriormente, recoge buena parte de los
mejores trabajos desarrollados en esta época, junto a estudios más
recientes sobre el imperialismo y la crisis mundial capitalista, temas
hacia los que desplazó su atención.
Por su parte, Vania Bambirra, esposa de Dos Santos, también se integró al
Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO), de la Universidad de Chile, como
integrante del equipo de investigación sobre las relaciones de dependencia de
América Latina. Este equipo se había constituido en 1968 bajo la dirección de
Theotonio Dos Santos.
Vania Bambirra también se convirtió en una de las precursoras de la teoría
marxista de la dependencia. Osorio (2004, p. 136) señala que Bambirra, al criticar la
tipología propuesta por Cardoso y Faletto entre economías de enclave y economías
con control nacional del proceso productivo, desde aspectos metodológicos hasta
aspectos de contenido, en su libro El capitalismo dependiente latinoamericano,
propone una nueva clasificación de los países latinoamericanos en función del tipo
de estructura productiva que presentan en el momento de la integración monopólica
que se produce con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. En este libro
establece dos tipos: 1. Estructuras diversificadas, en las cuales aún predomina el
sector primario exportador, existiendo, sin embargo, un proceso de industrialización
en expansión, y 2. estructuras primario-exportadoras, cuyo sector secundario estaba
compuesto casi exclusivamente por industrias artesanales.
Para Bambirra (1999, p. 6), claramente el objetivo que tenía el CESO y sus
estudios eran avanzar en superar el pensamiento desarrollista, emprendiendo la tarea
de sentar las bases para el desarrollo de la teoría marxista de la dependencia. Agrega
que:
[…] El trabajo que intentábamos llevar a cabo en el CESO fue
gratamente interrumpido por la victoria de la Unidad Popular que
necesitó la colaboración de parte de los miembros del equipo de
estudios sobre la dependencia para enfrentar prácticamente las tareas
de su ruptura”.

Otro intelectual brasileño que dejó huella no solo en Chile, sino también en
México fue, Ruy Mauro Mariniquien es considerado por muchos cientistas sociales
uno de los más brillantes intelectuales militantes de América Latina. Se destacó por
su importante obra que subvirtió el pensamiento colonizado dominante y por su
militancia coherente.
De cierta manera, la vida de Marini, rodeada de exilios recurrentes, es el vivo
resumen de uno de los períodos más intensos de la historia política latinoamericana.
Estuvo exiliado en México, en 1965; en Chile, en 1969; y nuevamente en México, en
1974. Su regreso definitivo a Brasil se había producido recién en 1996.
Según el propio Marini, su venida a Chile se gestó por la presión ejercida por
sus amigos Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra; más la intervención de un
político, el entonces senador Salvador Allende y de la Universidad de Concepción y
de su Federación de Estudiantes. Marini7 señaló, en el año 2007, que:
[…] Efectivamente, aún en México, yo había sido contactado por su
presidente, Nelson Gutiérrez, quien me conocía por mis trabajos y por
las informaciones de amigos brasileños, entre los cuales Evelyn
Singer, profesora en dicha universidad y que había militado conmigo
en Brasil. Gutiérrez me había comunicado sobre la existencia de una
vacante de profesor titular en el Instituto Central de Sociología y me
había consultado sobre mi interés en ocuparla”.
Al igual que sus colegas Do Santos y Bambirra, Marini desarrolla sus estudios
en torno a las características del capitalismo dependiente, buscando generar la base
para la comprensión no solo de nuestro continente, “sino también de las diversas
formas de la superexplotación de la fuerza de trabajo y del subimperialismo”
(OSORIO, 2004, p. 138).
En un artículo en la revista chilena Punto Final8, el sociólogo y cientista
político brasileño, Emir Sader, recuerda su estadía en Chile durante el período de la
7 Ruy Mauro Marini falleció, en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, el año de 1997, después de
una larga enfermedad.
8 La revista Punto Final era un medio de comunicación muy cercano del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). Durante la dictadura militar muchos de sus periodistas fueron asesinados o son
detenidos desaparecidos.
Unidad Popular (1970-1973) y su vinculación con el MIR. Además recuerda a Ruy
Mauro Marini:
[…] La primera vez que pasé por Chile me quedé en el
departamento de Ruy Mauro, en Providencia. Éramos amigos y
compañeros de militancia en Brasil, en la organización marxista
Política Operaria. Ruy Mauro había sido detenido después del golpe
de 1964, en el trabajo de organización de un foco guerrillero con el
cual pretendíamos desarrollar un trabajo de propaganda armada de la
resistencia a la dictadura (Punto Final, 2014).
Sader señala que su organización heredó el trabajo de Leonel Brizola con
sargentos y marinos y a Ruy Mauro le tocó la misión de reorganizarlos. Ese trabajo
sufrió una dura represión, Ruy Mauro fue detenido y brutalmente torturado por el
servicio secreto de la Marina (CENIMAR). Agrega que:
[…] Cuando fue finalmente liberado, decidimos que él debía salir del
país. Ruy Mauro escogió ir a México, pero luego se trasladó a Chile, a
Concepción, donde conoció a los dirigentes del MIR. Ahí empezó la
intensa colaboración de Ruy Mauro con el MIR, así como la apertura
de los espacios por los cuales tantos de nosotros hemos transitado
(Punto Final, 2014).
Sader recuerda que en casa de Ruy Mauro conoció a los miembros de la
comisión política del MIR, que a menudo hacían reuniones en aquel departamento, a
Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Luciano Cruz, Edgardo Enríquez, Nelson
Gutiérrez y Andrés Pascal Allende. Afirma que era una comisión política, un equipo
de dirección, como pocas veces una organización de Izquierda pudo tener. Agrega
que:
[…] En ese equipo sobresalía Miguel, un líder revolucionario
extraordinario desde todo punto de vista. Nunca he conocido a alguien
tan capacitado para la dirección política como Miguel. Por representar
la alternativa revolucionaria frente al camino institucional de la
Unidad Popular, el MIR atraía automáticamente a los militantes de
otras organizaciones revolucionarias, en particular de las
latinoamericanas. La concepción internacionalista del MIR –
reivindicada directamente del Che- favorecía aún más la
concentración de militantes de esa corriente en el MIR. Alrededor de
Ruy Mauro Marini se ubicaba el núcleo más cohesionado de
brasileños en el MIR (Punto Final, 2014).

Ruy Mauro Marini, para muchos autores, con su libro Dialéctica de la
dependencia, hizo que “el marxismo latinoamericano alcanza su punto más alto en
tanto formulación de las leyes y tendencias que engendran y mueven al capitalismo
sui generis llamado dependiente. Esto se alcanzaba luego de una década de arduos
estudios y discusiones sobre el tema” (OSORIO, 2004, p. 138). Marini también fue
un activo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), realizando
numerosos escritos políticos.

La teoría de la dependencia
Recordemos que la teoría de la dependencia nació directamente relacionada
con la crisis del modelo desarrollista de la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (CEPAL) impulsado en la década anterior. A través del concepto de
dependencia “se quería explicar por qué no se había logrado el desarrollo con aquel
modelo –de industrialización por sustitución de importaciones- cuando las
condiciones económicas previas habían apuntado a su viabilidad” (REY, 2003, p.
52).
Cabe recordar que la CEPAL, fundamentalmente producto de las
investigaciones de Raúl Prebisch, afirmaba que para crear condiciones de desarrollo
dentro de un país era necesario, entre otros tópicos: controlar la tasa de cambio
monetario, poniendo mayor énfasis en políticas fiscales que en políticas monetarias;
Promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional;
Generar una mayor demanda interna incrementando los sueldos y salarios de los
trabajadores; Desarrollar un sistema seguro social más eficiente por parte del
gobierno, especialmente para sectores pobres a fin de generar condiciones para que
estos sectores puedan llegar a ser más competitivos; y Desarrollar estrategias
nacionales que sean coherentes con el modelo substitución de importaciones,
protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados
externos.
Para algunos autores la propuesta de Prebisch y de la CEPAL fue la base de la
teoría de la dependencia a principios de los años 50. Sin embargo, para otros autores
como Faletto y Dos Santos luego del fracaso de las propuestas de desarrollo de la
CEPAL surge, propiamente, la teoría de la dependencia.
A mediados de la década de los sesentas se publicó este modelo teórico más
elaborado. Entre los principales autores de la teoría de la dependencia tenemos a:
André Gunder Frank, Raúl Prebisch, Theotonio Dos Santos, Fernando Henrique
Cardoso, Edelberto Torres-Rivas, y Samir Amin.
Para muchos autores es el neo-marxismo y no el marxismo ortodoxo clásico el
que provee una base para la teoría de la dependencia. Por ejemplo, el enfoque clásico
se centra en el análisis del papel de los monopolios extendidos a escala mundial,
mientras que el centro del neo-marxismo es proveer una visión desde las condiciones
periféricas. Además, el marxismo clásico previó la necesidad de una revolución
burguesa en la introducción de procesos de transformación; desde la perspectiva neomarxista
y basándose en las condiciones actuales de los países del Tercer Mundo, es
imperativo ‘saltar’ hacia una revolución social, principalmente porque se percibe que
la burguesía nacional se identifica fuertemente con posiciones de élite y de la
metrópoli más que con posiciones nacionalistas. Por último, afirma Giovanni Reyes
(2001):
El enfoque marxista clásico consideraba que el proletariado industrial
tenía la fuerza y estaba llamado a ser la vanguardia para la revolución
social; el enfoque neo-marxista insistió en que la clase revolucionaria
debía de estar conformada por los campesinos para poder llevar a cabo
un conflicto revolucionario.
Por lo anterior, la teoría de la dependencia se convirtió –afirma Eduardo Rey
Tristán (2003, p. 52):
En un apoyo científico al antiimperialismo militante, que reforzaba la
orientación latinoamericanista al considerar la situación del continente
como un todo (si bien con sus peculiaridades), y que se oponía al
postulado comunista respecto a la necesidad de una etapa
democrático-burguesa anterior a la revolución socialista.
De acuerdo con la escuela de la dependencia tres son las hipótesis principales
relacionadas al desarrollo en los países del Tercer Mundo: Primero, el desarrollo de
los países del Tercer Mundo necesita tener un grado de subordinación al centro en
contraste con el desarrollo de las naciones centrales cuyo desarrollo fue
históricamente y es hoy día independiente. Segundo, los partidarios de esta teoría
consideran que las naciones periféricas experimentan su mayor desarrollo económico
cuando sus enlaces con el centro están más débiles. Eduardo Rey Tristán (2003, p.
52) señala que:
Un ejemplo de esto es el proceso de industrialización que se desarrolló
en Latinoamérica durante los años 30s y 40s cuando las naciones del
centro estaban concentradas en resolver los problemas de la Gran
Depresión y las potencias occidentales estaban involucradas en la
Segunda Guerra Mundial”.
Una tercera hipótesis indica que cuando los países del centro se recuperan de su
crisis y restablecen sus vínculos comerciales y financieros, incorporan de nuevo al
sistema a los países periféricos, y el crecimiento y la industrialización de esto país se
tiende a ver subordinada. André Gunder Frank señala que:
[…] Cuando los países del centro se recuperan de la guerra u otras
crisis que han desviado de su atención de la periferia, la balanza de
pagos, inflación y estabilidad política de los países del Tercer Mundo
se han visto afectadas negativamente. Por último, el cuarto aspecto se
refiere al hecho de que las naciones más subdesarrolladas que todavía
operan con sistemas tradicionales feudales son las que tuvieron
relaciones más cercanas con el centro” (DOS SANTOS, 2005).
Para Theotonio Dos Santos el paso teórico más importante que ocurrió en las
Ciencias Sociales latinoamericanas fue mostrar que la dependencia no era un
fenómeno externo que se podía cortar a través del desarrollo económico y de una
actitud política más independiente. Dos Santos (1970, p. 7) señala que:
[…] Lo que se explicitó teóricamente fue, sobre todo, el hecho de que
la situación de dependencia en que vivimos dentro del sistema
capitalista mundial condiciona las estructuras internas de nuestros
países, haciéndolos dependientes en su propia constitución.
Pero Theotonio Dos Santos avanza más allá de lo económico tocando tópicos
políticos, especialmente en sus escritos realizados durante su estadía en Chile. Para el
economista brasileño en el marco de la Guerra Fría se crean las condiciones para el
surgimiento de guerras locales que pueden organizar paulatinamente una
insurrección popular.
Do Santos (1970, p. 93) afirmó que:
[…] En esas condiciones, las organizaciones políticas de vanguardia
no pueden seguir viviendo en las expectativas de una situación
insurreccional; pero pueden transformarse en una organización
político-militar permanente que organice, a largo plazo, un
movimiento insurreccional. El conjunto de esas acciones armadas (que
asumen, de acuerdo a características regionales, las más diversas
formas) lo que se viene llamando la “guerra popular”. El concepto de
guerra popular elimina la tesis del “foco”, elimina la contradicción
foco-partido, la contradicción campo-ciudad, todas ellas alternativas
artificiales creadas por la apreciación unilateral de la experiencia de la
Revolución Cubana.
La importancia del aporte de los intelectuales brasileños al proceso de la
unidad Popular y al MIR queda ratificada en la investigación de Fahra Neghme y
Sebastián Leiva. Estos autores sostienen que la dirigencia del MIR, en particular
Miguel Enríquez, mantuvo una permanente comunicación con ellos. Por ejemplo, el
dirigente que Martín Hernández, dirigente del MIR, plantea que:
[…] Con la mayor parte de los teóricos marxistas de la dependencia,
incluso con aquellos que son militantes de la Unidad Popular como
Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra, Enríquez tiene un constante
intercambio intelectual. La base de la convergencia intelectual entre
Enríquez, formado en la tradición trotskista, y los teóricos marxistas
de la dependencia radica en la ratificación que hace la teoría de la
dependencia de la idea central de un programa de transición, a saber la
fusión de las tareas de liberación nacional y socialistas (NEGHME y
LEIVA, 2000, p. 32).
Por último, Andrés Pascal Allende9, ex secretario general del MIR desde
1974 hasta 1987, sostiene que la teoría de la dependencia tuvo una gran importancia
en la estructuración del discurso y estrategia política del MIR. Pascal Allende que
esta teoría, junto con valorizar la existencia de lo que se denominó Tercer Mundo, un
mundo de abajo, también se definió a estos países como dependientes del capitalismo
central. Y eso los llevó a una lectura desde la propia realidad de América Latina y, en
especial, de Chile (SALINAS, 2013, p. 292). Los teóricos de la dependencia que más
influyeron en el MIR -afirmó Andrés Pascal Allende- fueron:
[…] André Gunder Frank, muy cercano a ellos; Ruy Mauro Marini,
que llega en el gobierno de la Unidad Popular y que llega a ser parte del
Comité Central del MIR; Aníbal Quijano, que vivió a fines de los 60’ en
Chile. “En fin, esa intelectualidad que empieza a alejarse de esa mirada
tan euro-céntrica y comienza a mirar nuestras realidades a partir de lo
sucedido aquí, una mirada al período de la Colonia, al desarrollo del
9 Entrevista realizada al dirigente del MIR, Andrés Pascal Allende, el 19 de julio de 2011 (SALINAS,
2013, p. 292).

Capitalismo en Latinoamérica que es distinto al mismo desarrollo en
Europa (SALINAS, 2013, p. 292).
Conclusiones
En Chile, el período político vivido durante la Unidad Popular continúa, pese
a los más 40 años transcurridos, siendo controversial. Sin embargo, en los últimos
años se ha producido un aumento en las investigaciones y libros sobre los actores que
participaron en aquel momento que marcó la historia chilena.
Sin lugar a dudas, como queda establecido en este artículo, un rol protagónico
en este proceso político, ya sea participando en centros de estudios, en los partidos
políticos de la Unidad Popular o en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), lo tuvieron intelectuales extranjeros, siendo los más importantes entre ellos
los provenientes desde Brasil. Estos intelectuales aportaron al desarrollo de las
ciencias sociales en Chile ayudando a su desarrollo de una forma nunca antes vista
en el país. Además sus reflexiones en torno a la teoría de la dependencia no sólo
contribuyeron al debate académico en Chile sino que se difundieron por América
Latina y el mundo.
Revista Eletrônica da ANPHLAC, ISSN 1679-1061, Nº. 18, p. 121-138, jan./jul.
2015.
http://revista.anphlac.org.br/

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Revista Eletrônica da ANPHLAC, ISSN 1679-1061, Nº. 18, p. 121-138, jan./jul.

Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile

Intervenciones de Mario Garcés y Pedro Naranjo en la presentación de este libro

Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile

Rebelión

Intervención de Mario Garcés Durán, Doctor en Historia, en la actividad de homenaje y de lanzamiento del libro “Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile.” Realizado el 5 de octubre del 2004 en el Campus Libertad de la Universidad ARCIS en Santiago.

Este libro que hoy presentamos se inscribe en medio de un conjunto de actos, homenajes, paneles y foros que nos traen a la memoria a Miguel Enríquez; su vida, sus luchas, sus contribuciones al proyecto revolucionario chileno y también su trágico final, su muerte en combate el 5 de octubre de 1974. Pero así como la figura de Miguel anima y estimula la memoria, al mismo tiempo su memoria nos obliga a interrogar a la historia, la historia de Miguel, la historia del MIR, la historia del movimiento popular y la historia del Chile reciente.

He querido comenzar mi presentación de este libro marcando estos dos conceptos, estas dos dimensiones: la historia y la memoria. Lo hago así porque creo que ambas dimensiones nos enfrentan a problemas cercanos, pero diferentes. Y lo hago en esta Universidad, que es donde me empeño en contribuir a la formación de los estudiantes de historia, volviendo una y otra vez sobre las relaciones entre la historia y la memoria.

No puedo extenderme sobre las diferencias entre uno y otro concepto. Sólo diré que mientras la memoria se fusiona con el hecho recordado: así fue, así me lo contaron; la historia busca tomar distancia con el pasado para poner orden; mientras la memoria, como indica Paul Ricoeur goza de esa pequeña felicidad del reconocimiento propio del testigo que puede afirmar, es él, es ella; la historia enfrenta el problema de la representación del pasado que sólo se consigue luego de largas complejas indagaciones sobre el pasado. Construcciones y representaciones que tiene el afán de cumplir un pacto de verdad con el lector. En realidad, tanto la historia como la memoria, el historiador y el testigo buscan ser creídos, buscan de alguna manera hablar con la verdad.

He querido establecer algunas mínimas distinciones porque creo que es fácil engañarnos o conformarnos con verdades a medias respecto del conocimiento del pasado. Necesitamos de la historia y de la memoria, del testimonio oral y del documento escrito, de la experiencia del testigo que nos confía su testimonio y de la paciente tarea de los archivos y del debate académico que enriquece nuestros enfoques y puntos de vista.

Cuando el CEME a través de Pedro Naranjo nos propuso editar este libro al Comité Editorial de LOM, como miembro de este Comité indiqué, que valorando la iniciativa como una contribución a la memoria histórica de los chilenos, con el MIR enfrentaríamos un déficit de investigación histórica.

De MIR circulan múltiples memorias y variadas estigmatizaciones en la sociedad chilena, pero pocas obras históricas. Conocemos el trabajo del profesor Carlos Sandoval de esta Universidad, algunos artículos de Luis Vitale, de Igor Goicovic, y nos tocó además dirigir la tesis de grado de Sebastián Leiva y Fahra Negme. Todos estos trabajos, parciales aún, nos van dando luces sobre diversos aspectos o momentos de la historia del MIR, pero no contamos todavía con una obra sistemática que nos narre la historia del MIR.

En el prólogo de este libro he sugerido como historiador un conjunto de preguntas y problemas que habría que tener en cuenta al trabajar la historia del MIR y de Miguel Enríquez, ya que como sostiene Pedro Naranjo en la excelente biografía política de Miguel que nos presenta en este libro, es muy difícil separar la historia del líder, del dirigente de la historia de la organización.

Sugiero reconocer al menos tres etapas en la historia del MIR que a Miguel Enríquez le tocó vivir: la etapa fundacional (1965-1970), la etapa de la Unidad Popular (1970-1973) y la breve etapa de la dictadura (1973-1974).

Sugiero también que la historia del MIR es del todo emblemática, en el sentido, que se trata de un grupo que en muy corto plazo alcanzó gran impacto en la política chilena, y que al mismo tiempo vivió la acción devastadora del terrorismo de Estado, que en pocos años le costó la vida a unos seiscientos militantes, la mayor parte de ellos, menores de 30 años. Pocas veces se han dado en la historia de Chile experiencias como ésta, y al mismo tiempo, es del todo evidente que la historia del MIR es parte sustantiva de la historia de Chile.

Señalo algunas de las preguntas y problemas que, a mi juicio, debe encarar una historia del MIR:

  • En la etapa fundacional, al menos dos cuestiones son fundamentales, por una parte, el impacto de la revolución cubana que remeció a América Latina y Chile, y, por otra parte, la crítica visión que desarrolló el MIR de la izquierda chilena existente hasta ese tiempo. Me parece que el problema histórico puede plantearse del siguiente modo: La revolución cubana, al igual que la revolución bolchevique de 1917, demostró que la revolución podía triunfar y los miristas criticaron a la izquierda chilena por sus dificultades para hacer triunfar la revolución. La izquierda histórica parecía demasiado integrada al sistema político chileno. Miguel Enríquez y otros dirigentes se plantearon entonces la necesidad de elaborar una estrategia y una táctica así como la formación de un partido que, de una vez por todas, hiciera la revolución en Chile.

Me parece que hay que estudiar los efectos de esta afirmación, en el sentido que para muchos jóvenes de los años sesenta el MIR tuvo la enorme atracción de constituirse en una organización que prometía e invitaba a “hacer la revolución”. Alguien dirá que cada tanto, surge algún grupo que proclama la necesidad de la revolución, pero la diferencia es que la invitación del MIR no cayó en el vacío, ya que miles de jóvenes estudiantes, pobladores, mapuches, campesinos, obreros, intelectuales se sumaron a sus filas, convencidos de que ahora sí tomaban el rumbo de la revolución en Chile. La pregunta que la historia debe responder, admitiendo estos hechos, es que hacía que esa generación sesentista creyera y estuviera dispuesta a dar la vida por la revolución. O de otro modo, ¿cómo se constituyó esa subjetividad dominante en amplios sectores de la población, de que la revolución era posible, que para hacerla, sólo había que proponérselo? ¿Qué explica ese sentido de “historicidad” tan radical y tan distante de nuestros días en que el orden se nos presenta como naturalizado y en consecuencia, la sociedad como imposible de ser transformada?

  • Sostengo como hipótesis para el período de la Unidad Popular, en contra de lo que muchos creen, que el triunfo electoral de la UP no fue un obstáculo para el crecimiento del MIR, sino por el contrario, lo favoreció. Curiosa paradoja: Triunfa una coalición de partidos que proclama la posibilidad de una vía chilena y pacífica al socialismo y crece una organización revolucionaria, relativamente pequeña, que se declaraba partidaria de la vía armada. (Curiosa es nuestra historia en América Latina, como indicó alguna vez García Márquez, estamos más cerca de Kafka que de Descartes, más cerca del realismo mágico que del racionalismo ilustrado).

Descifrar este enigma implica necesariamente hacer la historia de la Unidad Popular, ya que fue en ese contexto que se produjo un explosivo crecimiento del MIR, tanto en el número de sus militantes, pero más que eso, en el impacto de sus proposiciones en la política chilena. Muchas de estas proposiciones se pueden seguir más o menos sistemáticamente en el libro que estamos presentando.

Para simplificar las cosas, podemos valernos de la tesis del profesor Peter Winn, en el libro recientemente traducido y editado por LOM sobre los trabajadores de Yarur. Winn sostiene que en la UP convivieron dos revoluciones: Una, desde arriba, la planificada por la UP, sus técnicos y dirigentes de los partidos de la izquierda; y otra, la revolución que se generó “desde abajo”, que en unas fases se complementó con la de arriba, pero en otras se tensó y divergió con ella. El MIR se puede sostener entonces, se vinculó especialmente con la “revolución desde abajo”. De este modo, su crecimiento, su desarrollo se vincula con las aspiraciones de cambio, con las tradiciones de lucha popular que se potenciaron y multiplicaron durante la Unidad Popular. El MIR no inventó la tradición de lucha popular, se fundió con ella y por cierto también la estimuló y buscó constituirla en la referencia fundamental de la revolución chilena.

  • En tercer lugar, con relación a la dictadura, el MIR proclamó el fracaso del reformismo y no el de la revolución. Desde esta perspectiva, buscó ponerse a la cabeza de las luchas de la resistencia a la dictadura, favoreciendo la unidad de todas las fuerzas anti dictatoriales o anti-gorilas. En ese empeño se le fue la vida a Miguel Enríquez y el MIR fue objeto de la mayor operación represiva que se conozca en el país. El partido de la revolución fue prácticamente aniquilado y los efectos del genocidio acompañan hasta hoy a muchos de sus sobrevivientes.

Dos problemas al menos son importantes de considerar a propósito de la Unidad Popular y de la dictadura:

1.- La propuesta o la visión del MIR de que no era posible transitar por vía pacífica al socialismo, habida cuenta del colapso de a vía chilena, pareciera darle la razón al MIR, pero creo que hay que problematizar esta lectura, ya que se podría admitir que el MIR tuvo la razón teórica, pero no así la razón histórica, ya que siendo un actor del proceso, evidentemente era deseable otro destino para la Unidad Popular. Es distinto contar con la razón teórica, como razón crítica que con la razón histórica, como razón positiva.

2.- Vinculado a lo anterior, se puede también problematizar la visión que el MIR sostuvo sobre el fin de la Unidad Popular. El golpe de estado no significó sólo la derrota del reformismo, sino que fue la derrota de Allende, de la izquierda, del movimiento popular y del propio MIR.

3.- ¿Qué pude explicar estos desencuentros entre las razones teóricas y las razones prácticas de la historia?

Creo que se pueden sugerir al menos tres hipótesis:

1.- El MIR hizo una lectura sesgada de la realidad chilena. Una lectura que poniendo el mayor énfasis en las capacidades de lucha de la clase popular no terminaba de reconocer y medir la fuerza que tenían las formas de integración y adaptación de la misma clase popular a la sociedad capitalista. ¿Se trataba sólo de desplazar al reformismo obrero, para lo cual bastaba con marcar las diferencias con el Partido Comunista? ¿Había o no y de qué manera había que tener en cuenta el desplazamiento de las clases medias hacia el campo de la oposición? ¿Cuánto pesaban y cuánto pesan en Chile las instituciones del Estado, como campo privilegiado para la política? ¿De qué manera esas formas de hacer política constituían realidad y constituían a los propios sujetos populares?

2.- La crítica a la izquierda tradicional llevó al MIR a insistir en la necesidad de construir el partido de la revolución para lo cual actualizó al Lenín del Que hacer y el de Las tesis de abril. Es decir, al Lenín del partido de vanguardia y el de la dualidad de poderes. Sin embargo, no bastaba con mirar a Chile a través de Lenín, había que mirar a Chile con ojos propios. Por ejemplo, qué podía significar en Chile la construcción de formas de poder alternativo, de poder popular, podían estas constituirse en corto plazo en poder revolucionario, capaz de transformar radicalmente la sociedad o requerían de un tiempo de desarrollo, maduración, ejercicio práctico más que de retórica revolucionaria. ¿Ese desarrollo no implicaba acaso defender al gobierno de Salvador Allende, por más reformista que fuere, mientras las fuerzas propias del campo popular no alcanzaban un mayor desarrollo? ¿Por qué el poder del pueblo, sus tradiciones, sus deseos de cambio, su sentido de soberanía se expresaron tan débilmente el día del golpe? ¿Quién se equivocaba, la izquierda, el pueblo, ambos?

3.- El voluntarismo inevitablemente conlleva autoritarismo. El MIR adoleció, a mi juicio, de una sobre determinación teórica, es decir,

del deseo de cambiar la realidad especialmente a partir de sus presupuestos teóricos. Pero, cuando la realidad sigue un camino distinto, sólo hay dos posibilidades: modificar esos presupuestos o insistir porfiadamente en la voluntad para producir el cambio. Me parece que el MIR en muchos momentos optó por este segundo camino, lo que inevitablemente lo llevaba a reforzar una cultura organizacional autoritaria (estilos, formas, valores, actitudes, etc.), que en el mediando plazo complotaron en contra de su propio desarrollo. Por ejemplo: frente a la amenaza y la práctica represiva, que costó la vida a tantos militantes, ¿no existía la posibilidad de evaluar con más realismo la fuerza del enemigo? ¿La revolución no puede retroceder en determinadas circunstancias?

Se podrían formular muchas más preguntas que apuntan, claro está, a desentrañar los por qué de la derrota de la revolución en Chile en los años 70, proceso en el cual el MIR fue un actor fundamental.

Me parece, y con esto termino, que no hay posibilidad de reconstruir la izquierda chilena, tan debilitada en los días de hoy, si no se responde a las muchas de estas preguntas, hasta ahora sin respuestas o con respuestas muy parciales. Es decir, la izquierda puede constituir la memoria en un culto al pasado de una revolución “que no fue”, pero también puede hacer de la memoria un ejercicio crítico que la ayude a ponerse de pie. Por ello, hay que hacer el inventario de las derrotas, hay que hacer todos los ejercicios necesarios de memoria, pero también la historia (la memoria puede ser auto complaciente). Sé que se trata de un ejercicio difícil, sobre todo para los viejos, no así para los jóvenes sin son capaces de pararse sobre nuestros hombros, para mirar más lejos y proponernos nuevas perspectivas de análisis.

Palabras de pedro naranjo s., coordinador del ceme, en la actividad de homenaje a miguel enríquez y de lanzamiento del libro “miguel enríquez y el proyecto revolucionario en chile”. realizado en santiago el 5 de octubre del 2004, en la sede libertad de la universalidad arcis, santiago de chile.

Recordando al Miguel del pueblo, el Miguel de todos.

Compañeras y compañeros

En nombre del Centro de Estudios «Miguel Enríquez», saludamos la presencia de todos los presentes. Asimismo expresamos nuestro agradecimiento, a LOM y el “Comité 30 años” por organizar la presentación del libro «Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile”.

Esta actividad, es una de las tantas convocadas para recordar el aniversario 30 de la caída en combate de Miguel, y nos muestra el interés y convocatoria que despierta su figura. En ella también queremos recordar a todos los caídos en la larga lucha por la libertad y la justicia social de nuestro pueblo. Cientos de ellos nos acompañan con sus rostros de vida en este local.

Mi intervención de manera breve considerará y en ese orden tres cuestiones: el libro que se edita, el trabajo del CEME y la necesidad de historiar al MIR y, finalmente algunas ideas y homenaje a Miguel.

Sobre la presente edición

El contenido del libro lo inicia un trabajo que habla sobre la vida de Enríquez, integra antecedentes referenciales sobre su pensamiento y el desarrollo, posiciones y práctica política del MIR en ese periodo.

El resto lo constituye la selección de textos seleccionados, que persiguen dar una visión general del pensamiento de Miguel y de las políticas del MIR en el periodo. La mayoría corresponde a textos redactados por el máximo dirigente del MIR en forma de discursos, informes o declaraciones y están orientados para la acción política de su partido: denunciar y atacar a sus adversarios, dar la discusión ideológica con el resto de la izquierda o convocar al pueblo a la lucha. También, y para ampliar la visión política se incluyen unos pocos documentos generales del MIR de momentos de su trayectoria y, en cuya elaboración tuvo destacada participación Miguel.

La selección de los documentos del libro que presentamos, no fue tarea fácil para los que participamos en ella. Más aún, cuando el punto de partida del CEME era publicar parte importante de la documentación hasta hoy recuperada, del periodo 1965-1974, cuestión no viable por su extensión. Al final, de un universo inicial de mas de 900 páginas en más de 130 documentos, la presente selección recoge cerca de dos decenas que recorren el camino entre la fundación del MIR en agosto de 1965 hasta la caída de Miguel en octubre de 1974.

La documentación entregada, aunque significativa e importante, es insuficiente para comprender en todas sus aristas el ideario político y quehacer del MIR en el periodo.

Esperamos, a mediano plazo, poner a disposición de interesados más fuentes documentales, en forma escrita o vía internet en nuestro sitio definitivo que esperamos editar en los meses iniciales del próximo año.

Al entregar a público este trabajo, agradecemos a todos los que en distintos tiempos y lugares apoyaron nuestro trabajo. Asimismo, a LOM que recogió e hizo realidad la iniciativa de publicar este libro de homenaje.

Sobre el trabajo del CEME y la necesidad de historiar al MIR..

En nuestro país hay un importante déficit de estudios relativos al movimiento popular (social y político) del periodo 1960-1990. Pareciera que la represión, el oscurantismo, y censura de los tiempos del régimen militar, que nos derroto en muchos planos, aún nos mantiene aprisionados y no permite a los involucrados que aun son consecuentes con lo que hicieron, levantar sin permiso de nadie su voz y pensamiento para asumir lo hecho y lo que se pensó; reconocer y asumir nuestras experiencias con sus enseñanzas y lecciones.

No se puede aceptar pasivamente que la “historia oficial dominante” margine, haga desaparecer o tergiverse impunemente procesos sociales, hechos, situaciones, colectivos y personajes participantes en la sociedad chilena, por el solo hecho de no estar vinculados a los centros del poder dominante, haciendo que la experiencia popular se recoja fragmentariamente en la historia de Chile.

En el desarrollo del movimiento popular chileno (nos referimos a sus organizaciones sociales y políticas) hay una experiencia inmensa de luchas con momentos de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos. De ellos, se evidencian muchos déficit de sistematización, enseñanzas no recogidas y responsabilidades no asumidas.

…………………………………….

El MIR, fundado en agosto 1965 fue una importante organización de la izquierda revolucionaria chilena y latinoamericana. A partir de su fundación se planteó el reto de levantar y construir para el país un proyecto histórico original que buscaba transformar radicalmente la realidad chilena de entonces. Sus comienzos no fueron fáciles en el proceso de poder unificar pensamientos y miembros procedentes de orgánicas diversas.

Las exigencias de la lucha de clases nacional, en especial el complejo y rico periodo de la historia nacional de 1970 a 1973, le planteo desafíos inéditos, no fáciles de resolver y en ellos tuvo aciertos y errores.

El triunfo de Salvador Allende en 1970 le obligo a una adecuación táctica profunda, y aunque visualizo el nuevo periodo abierto, la no comprensión inicial de todas las posibilidades que presentaba, le retraso el otorgar mayor importancia a la vinculación mas profunda con los diferentes movimientos sociales populares, para poder avanzar en la constitución de una fuerza social revolucionaria.

Aun, el papel y rol del MIR en las décadas pasadas, desde un punto de vista histórico es un problema no resuelto, permanece pendiente. Su experiencia es poco conocida, aunque de ella a veces se habla, de forma bastante deformada o interesada.

No existen trabajos históricos sistematizados que permita apreciar y analizar la participación mirista en períodos importantes de la lucha de clases del pueblo chileno. El acceso a documentación no es fácil a consecuencia del sistemático e intenso proceso de destrucción ideológico, político, humano, orgánico, documental y de experiencias del conjunto del movimiento popular y del mirismo en particular que realizo durante la dictadura militar. Agréguese la política de omisión y silenciamiento histórico de los sectores nacionales dominantes en la actualidad.

Por otro lado, el proceso de crisis política, ideológica y orgánica progresivo que afectó internamente al MIR desde mediados de la década de 1980, como consecuencia de problemas ideológicos y políticos no resueltos, significó no solo perdida de fuerza e influencia social y política, sino la división y posterior desaparecimiento orgánico del tronco mirista.

………………………

El hecho de conocer y haber participado mucho tiempo en la experiencia mirista motiva desde hace un tiempo, el interés de un pequeño colectivo para contribuir sin plazos fijos al trabajo de recuperación de la historia y experiencia del MIR, que con posterioridad hemos ampliado de forma parcial al conjunto del movimiento popular chileno.

El CEME trabaja para recoger los planteamientos y experiencias del conjunto del mirismo a lo largo de los distintos periodos de su historia. Nuestra idea de trabajo no se identifica o depende de ningún grupo u orgánica mirista pasada o presente. Reconocemos y asumimos las diferencias que existieron y las que se manifiestan hoy.

A todas esas expresiones y visiones llamamos ayer, y les llamamos hoy y hacia el futuro a participar en esta tarea que reclama un esfuerzo sostenido, urgente y permanente.

Y, aunque la historia pasada de todas las organizaciones populares está abierta al estudio de todos los interesados, hoy es una exigencia política y ética, para los propios protagonistas, los miristas sobrevivientes, asumir sus experiencias pasadas (en sus definiciones y hechos, en los aportes y sus errores) a fin de contribuir al conocimiento del trayecto histórico del movimiento popular chileno.

Es importante no solo reconocer nuestra historia, sino asumir por lo que se lucho, no solo como un mero ejercicio recordatorio o nostálgico, sino como una revisión critica de nuestras propuestas y quehacer, para entregarlo a nuestro pueblo y a las generaciones presentes y futuras que con justeza lo reclaman.

Es la forma de evidenciar nuestra gratitud con nuestro pueblo que nos otorgo confianza y reconocimiento.

Es la forma de rendir homenaje y valorar el quehacer y consecuencia de nuestros compañeros y compañeras de ruta que entregaron su vida para hacer realidad lo que sustentaron.

Es la forma concreta con que exdirigentes y militantes asumen sus responsabilidades.

Será una forma de contribuir a contrarrestar parcialmente los olvidos conscientes y tergiversaciones que entrega la historia oficial de las clases dominantes,

Es la forma de ayudar a reconocer en la historia de Chile las experiencias populares.

Es la forma de hacer valer el hecho de que el movimiento popular y sus expresiones sociales y políticas han sido importantes, permanentes, y en momentos decisivos protagonistas históricos en la sociedad chilena, por su rol, quehacer y luchas.

Recuperar la experiencia del MIR,es parte del proceso para recoger la historia político social del conjunto del movimiento popular chileno, su cultura, identidad, combates y protagonistas, en su lucha por lograr un mundo mejor, sin injusticias, con bienestar, sin explotados y libre de explotadores.

Pero también nos plantea la necesidad de enjuiciar el rol histórico de la organización, de sus instancias colectivas, de sus dirigentes, incluido Miguel y precisar los aciertos y los errores en que incurrió.

Aunque el pasado no se puede reproducir o copiar mecánicamente, de sus experiencias es importante extraer lecciones y enseñanzas posibles de considerar útilmente en los momentos presente y futuro de la lucha popular.

El CEME invita a los protagonistas a tomar la palabra, a reconocer y asumir su pasado, decir nuestra verdad. Entregar documentación, información y la visión personal de los sucesos acontecidos en diversos momentos y lugares de nuestro país, de acuerdo al sentido, percepción y valor que cada uno da a las vivencias que protagonizó.

El homenaje a Miguel Enríquez.

Compañeras y compañeros

Hoy día, arribamos al 30 aniversario de la muerte en combate de Miguel Enríquez, fundador y Secretario General del MIR.

A todos los caídos y a Miguel, entregamos nuestro homenaje. Lo hacemos al combatiente revolucionario que dedicó y entregó su vida a la lucha de nuestro pueblo por su liberación, que hizo grandes esfuerzos, al igual que los miembros de la organización que el dirigió, para ganarse con sus propuestas originales, ejemplo personal y su gran capacidad de conductor, un lugar permanente en los sectores consecuentes de nuestro pueblo.

Es el homenaje al joven y maduro dirigente, que en momentos muy complejos que atravesó nuestro país, pudo junto a los que le acompañaron, resolver y orientar importantes problemas teóricos y prácticos que planteaba la lucha revolucionaria de entonces.

La trayectoria y quehacer de Miguel Enríquez. está entrelazado con el proceso de construcción y desarrollo político del MIR, hasta octubre de 1974, en que su vida es tronchada a los 30 años cuando sus concepciones no alcanzaban un pleno desarrollo, y quedaron solo esbozadas en sus líneas generales.

Miguel vive, trabaja, lucha y piensa, y los puntos de partida de su pensamiento se sitúan, en parte de las décadas de 1960 y comienzos de 1970. Está influido y exigido para dar respuesta y orientar un actuar consciente a los acontecimientos e ideas de la realidad chilena en aquella época que gesto inéditos desafíos expresados en diversas e importantes experiencias sociales y políticas.

……….

Miguel Enríquez, fue la figura más destacada de una nueva generación de revolucionarios surgida en Chile en el curso de la década de 1960. Eran momentos, que en diversos países del continente latinoamericano se enfrentaba al dominio y explotación del imperialismo norteamericano y de las burguesías nacionales, con métodos de lucha ofensivos por parte de nacientes destacamentos revolucionarios.

El impacto de de la primera revolución socialista de América, la revolución cubana, junto a diversos e importantes factores sociopolíticos de la realidad chilena, influyeron en a la constitución del MIR, en momentos en que el movimiento popular chileno hacía frente a la profunda crisis económica, social y política que agudizaba en el país los enfrentamientos entre las clases sociales.

En ese momento, Miguel junto a otros compañeros expreso con mucha visión, capacidad y convicción, nuevas concepciones, propuestas políticas y métodos de lucha, para superar las concepciones programáticas, estratégicas y tácticas que proponían las fuerzas políticas tradicionales de la izquierda chilena, durante las últimas décadas.

Miguel y la organización que dirigió desde 1967, paso a expresar, un proyecto de rebeldía y lucha total contra las formas de dominación de entonces. Pero esta rebeldía no era ambigua, tenía claros objetivos, intentaba realizar en forma práctica una revolución social contra el sistema capitalista y en ello el compromiso era hasta sus últimas consecuencias.

Se luchó para conquistar el poder por parte de los sectores explotados y desde ese poder avanzar hacia la liberación humana.

Durante el gobierno del presidente Allende, la voz de Miguel Enríquez expresó con fuerza y claridad el pensamiento del partido que dirigía:

Conquistar el poder para los trabajadores a partir del ascenso de la izquierda al Gobierno y a través de la movilización de masas. Combatir implacablemente al imperialismo, a los dueños de las grandes fábricas y los fundos. Hacer de la tierra y de las fábricas, propiedad de todo el pueblo.

Planteó insistentemente al pueblo que las clases dominantes se oponían al avance de los trabajadores y se preparaban para derrocar al gobierno, reprimir al pueblo y provocar un enfrentamiento. Y, en respuesta a ello había que preparar al pueblo para resistir en todos los planos.

Señalaba la necesidad de aumentar las fuerzas del pueblo a través de la movilización combativa de los trabajadores, de los pobres del campo y la ciudad por sus reivindicaciones y derechos, contra sus patrones y a través de todas las formas de lucha que permitiera combatir mejor al enemigo de clase. Todo esto como única forma de elevar la conciencia y el nivel de organización de los trabajadores, poder ganar fuerzas, y golpear al enemigo para avanzar hacia la conquista del poder y el socialismo.

Ante un proceso político original que fue difícil, y contradictorio, se trataba para él y los revolucionarios de empujar hacia adelante, de hacer avanzar con más fuerza que nunca a los trabajadores. Rompiendo todas las trabas que impidieran su avance, modificándolas o destruyéndolas, según la fuerza acumulada.

Se hizo esfuerzos para incorporar y movilizar a las masas y golpear el aparato de estado y los patrones, entendiéndolo como única garantía para asegurar un camino revolucionario. Se llamó e impulsó la constitución de formas de poder local autónomas del estado, los Comandos Comunales de Trabajadores con amplia participación de los sectores sociales existentes en ese territorio.

Se levantó una línea política independiente, dando un apoyo crítico al gobierno de la Unidad Popular. Realizo esfuerzos para lograr la unidad de la izquierda. Nos comprometimos con el resultado del proceso y su derrota en 1973 golpeo y afecto profundamente al MIR y a todos los partidos populares.

El MIR y Miguel, levantaron en lo internacional una línea de independencia. Se criticó y rechazó los modelos burocráticos de construcción del socialismo en los países del entonces llamado “campo socialista”. Pero junto con levantar un proyecto nacional, tenia la visión estratégica del carácter continental de la revolución latinoamericana y la necesidad de los revolucionarios de coordinar sus luchas, para lo cual fue un importante gestor e impulsor en la constitución de la Junta de Coordinación Revolucionaria con participación del MIR y organizaciones de Argentina, Bolivia y Uruguay.

Miguel y sus compañeros no tenía más enemigos, que los enemigos del pueblo, éstos eran, el imperialismo norteamericano, los dueños de los fundos, los dueños de las grandes fábricas, los partidos políticos que defendían los intereses de los poseedores del poder y la riqueza, el Partido Nacional y el Partido Demócrata Cristiano. Su vida la entrego a combatirlos en todos los planos y en todas las formas.

Vivió para defender los intereses de los obreros, los campesinos, los pobladores, el pueblo trabajador los estudiantes y los soldados democráticos.

…………

Miguel reunía, características de hombre de acción y pensador. Realizo a plenitud una relación estrecha entre teoría y práctica. En él vida y pensamiento eran absolutamente concordantes. De gran consecuencia entre lo que decía y lo que hacía.

Le imprimió un particular sello a la lucha por ganar para las posiciones revolucionarias la conducción del movimiento de masas y este impulsara una táctica y estrategia política independiente tras el objetivo de conquistar un real gobierno de trabajadores en la perspectiva de avanzar a un auténtico poder proletario.

Inmensos fueron sus esfuerzos propios y los colectivos para lograr constituir el MIR, en el curso de la crisis del sistema de dominación burguesa en Chile en un partido que fuera vanguardia revolucionaria de la clase obrera, antes que la burguesía chilena resolviera sus diferencias y se uniera para desencadenar la contraofensiva reaccionaria. Errores de apreciación política trajeron como consecuencia retrasos irrecuperables que afectaron el desarrollo posterior del MIR.

En los difíciles momentos con posterioridad al golpe militar, en medio de una intensa persecución y accionar represivo, participó en la definición de políticas dirigió la reorganización del MIR y encabezó la lucha de resistencia popular contra la dictadura y sus aliados.

En esos momentos de repliegue de toda la izquierda, permaneció en Chile, se opuso tenazmente a dejar el país tanto él como miembros de su partido, por considerarlo una renuncia a su papel histórico junto a su pueblo. Su prestigio entre las masas y el pueblo era inmenso. Tenía el convencimiento que el derrocamiento de la dictadura militar solo sería posible al lograr una amplia alianza antidictatorial e impulsando una combinación muy variada de formas de lucha.

…………..

Su vida la entrego completamente a la lucha por los intereses de los trabajadores y todos los explotados de nuestra patria, tras el objetivo de alcanzar una sociedad diferente, libre de explotación, que tuviera como cimientos la justicia social y una verdadera democracia, donde el pueblo asuma un rol activo y protagónico para decidir su futuro.

Miguel nos dejó su pensamiento político y ejemplo de consecuencia, también nos lega su tenacidad incansable de más de una década, en que intenta construir paso a paso un partido revolucionario. Más aprendamos de Miguel y digamos que si alguien hoy quiere construir un partido revolucionario con una política revolucionaria tiene que construirlo no como una reconstrucción de algo que fue sino con las características apropiadas a la nueva situación de la sociedad.

Para eso puede servir, no solamente el ejemplo moral de Enríquez y sus camaradas, sino también su ejemplo intelectual y práctico. Pues precisamente el dio un ejemplo de cómo adecuarse a unas características concretas, a un periodo concreto, una teoría que en sus manos no era la simple reproducción o la simple repetición de una fraseología añeja, sino un intento por crear algo nuevo a partir y sobre la base de construcciones y adquisiciones teóricas anteriores. Ese ejemplo, esa rigurosidad conceptual, ese valor intelectual es tan alto como el ejemplo moral y el valor moral que nos dejó.

Compañeras y compañeras

Hoy 5 de octubre, desde este lugar histórico del movimiento obrero chileno, la ex Fundición Libertad de Santiago.

Junto con rendir homenaje al Miguel del pueblo, al Miguel de todos,

recordamos a todos nuestros héroes y mártires, mujeres, hombres y jóvenes que cayeron en distintas épocas luchando por la libertad i emancipación de nuestro pueblo.

Pero tampoco olvidamos y también saludamos a todos los que firmemente lucharon y están vivos.

Todos son parte de nuestra historia.

¡SOLO LA LUCHA NOS HARA LIBRES¡

Consenso y Disenso en la Memoria Histórica y en las Actitudes Hacia la Reparación en Tres Generaciones de Chilenos

Psykhe vol.22 no.2 Santiago nov. 2013

http://dx.doi.org/10.7764/psykhe.22.2.601

PSYKHE 2013, Vol. 22, 2, 33-47

Consenso y Disenso en la Memoria Histórica y en las Actitudes Hacia la Reparación en Tres Generaciones de Chilenos

Consensus and Dissent in Historical Memory and in Attitudes Toward Reparation in Three Generations of Chileans

Héctor Carvacho*, Jorge Manzi**, Andrés Haye**, Roberto González**, Marcela Cornejo**

*Universität Bielefeld

**Pontificia Universidad Católica de Chile


En 2 estudios correlacionales, con muestras basadas en cuotas de nivel socioeconómico, edad y género (N1 = 996 y N2 = 841), en Santiago de Chile se evaluaron 2 hipótesis: (a) chilenos que se socializaron políticamente en diferentes épocas (previa, durante y posterior a la dictadura) y que tienen diferente orientación política (izquierda, centro o derecha) manifiestan consenso en su memoria histórica, pero disenso en su valoración de las políticas de reparación hacia víctimas de la dictadura y (b) las actitudes ideológicas (autoritarismo, apoyo a la democracia y orientación a la dominancia social) explican las diferencias en la valoración de las políticas de reparación.

El análisis de una pregunta abierta muestra consenso intergeneracional y entre grupos políticos en que el golpe de Estado de 1973 y la transición a la democracia son los elementos centrales de la historia política chilena. Usando un modelo de ecuaciones estructurales, se encontró que los grupos políticos disienten en su valoración de las políticas de reparación (la izquierda tiene actitudes más positivas), en función de las actitudes ideológicas que subyacen a la orientación política.

Palabras clave: generaciones, memoria histórica, socialización política, orientación política, actitudes ideológicas

http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-22282013000200004&lng=es&nrm=iso&tlng=es

Discusión

Este artículo aborda el problema del impacto de la dictadura en la conformación de la memoria histórica y en las actitudes hacia las políticas de reparación hacia las víctimas. Abordar este problema adquiere particular importancia al cumplirse 40 años del golpe de Estado de 1973 en Chile. Fechas conmemorativas especiales reactivan las emociones y actitudes que subyacen a los conflictos y llevan a las sociedades a discutir el tema en el contexto de una mirada de futuro que contrapone olvido y memoria (Jelin, 2001). Además, todavía permanecen abiertas múltiples preguntas sobre los procesos de memoria y olvido colectivo. ¿Aumenta el consenso con el paso del tiempo? ¿Aparecen nuevos ámbitos de disenso conectados al pasado traumático? Este artículo buscó dar algunas pistas en esta discusión abierta.

En el contexto de un amplio estudio sobre la cultura política de los chilenos (ver Haye et al., 2009), se llevaron a cabo dos estudios que mostraron que, por un lado, existen visiones consensuales entre generaciones y orientaciones políticas con respecto a la centralidad del golpe de Estado y la transición a la democracia para la construcción de la memoria histórica en Chile. Por otro lado, existe disenso entre orientaciones políticas (izquierda-derecha) con respecto a las actitudes hacia las políticas de reparación hacia las víctimas de la dictadura, siendo las personas de izquierda quienes más apoyan estas políticas. A la diferencia en orientación política subyacen actitudes ideológicas como autoritarismo, orientación a la dominancia social y apoyo a la democracia, que a su vez predicen directa e indirectamente el apoyo a las políticas de reparación. Vale decir, el disenso en las políticas de reparación se explica sustantivamente en función de las actitudes ideológicas. Es importante mencionar que la existencia de un efecto directo de la configuración ideológica, que no es mediado por la orientación política, indica que hay participantes que, a pesar de presentar un patrón de respuestas consistente en términos ideológicos que predice las actitudes hacia la reparación en la forma esperada, no expresan su ideología a través de la auto-identificación en el eje izquierda-derecha. Para aclarar en qué consiste el efecto directo se requieren nuevos estudios que incorporen mediadores adicionales, tales como victimización competitiva (Noor, Shnabel, Halabi & Nadler, 2012) o emociones (González et al., en este número).

Los resultados de estos estudios expanden la investigación previa sobre las diferencias entre las generaciones en la memoria (e.g., Guichard & Henríquez, 2011; Manzi et al., 2003), al mostrar en un contexto socio-histórico distinto que el consenso en torno a las relevancia del golpe de Estado y la dictadura es transgeneracional. A su vez, ofrecen evidencia clara de que las actitudes ideológicas que subyacen a la diferenciación entre izquierda y derecha explican también el disenso en las actitudes hacia la reparación, lo cual es un hallazgo novedoso, que expande tanto la investigación sobre actitudes hacia la reparación (Lira & Morales, 2005; Morales & Cornejo, 2013) como la investigación sobre las consecuencias de las actitudes ideológicas (e.g., Cárdenas, Meza, Lagues & Yañez, 2010; Carvacho, 2010; Cohrs, Kämpfe-Hargrave & Riemann, 2012; Ho et al., 2012).

Es importante también discutir algunas limitaciones del estudio. La primera y más evidente es que la recolección de los datos fue llevada a cabo en los años 2005 y 2006, justamente antes de que se iniciara un evento político post dictadura de tremenda importancia en Chile, a saber, las protestas estudiantiles que adquirieron impacto nacional, primero en 2006, protagonizadas principalmente por estudiantes secundarios, y luego en 2011, incorporando estudiantes secundarios y universitarios con al apoyo de otros actores sociales. Al momento de diseñar el estudio, pensamos que el marcador generacional de la generación joven del estudio sería la elección presidencial del año 2005, donde resultó electa la presidenta Bachelet. Sin embargo, la aparición del movimiento estudiantil convirtió al grupo más joven de nuestro estudio en una especie de cohorte entre generaciones, pues la nueva generación política parece ser un par de años más joven.

Una segunda limitación se relaciona con la pregunta del Estudio 1. No podemos garantizar que todos los participantes entendieron la pregunta de la misma forma. No es claro qué entendieron algunos por historia política nacional, lo que se refleja en la mención de hechos evidentemente no políticos (por ejemplo, eventos deportivos). Además, los registros de los encuestadores pueden ser imprecisos, pues no contaron con soporte tecnológico que permitiera asegurar la calidad del registro. Las notas de los encuestadores, a pesar de haber sido capacitados para hacerlo de forma estándar, difieren en su nivel de detalle. Por esta razón, el análisis se enfocó en dos categorizaciones que subsanan el problema de la precisión de los registros (basadas en años y épocas). En el futuro se podrían complementar estos estudios con otros que permitan un mejor registro y preguntas adicionales, de modo de establecer estrategias de análisis que capturen otras facetas de la memoria histórica.

Una tercera limitación es que en este estudio no diferenciamos entre víctimas y no víctimas de la dictadura. Esto es relevante, pues investigaciones previas han mostrado diferencias importantes entre estos dos grupos, en términos de sus emociones y su actitud hacia el perdón y la reparación (Cárdenas, Ascorra, San Martín, Rodríguez & Páez, 2013; Cárdenas, Páez et al., 2013).

La última limitación es de orden metodológico. A pesar de estar incluido en una investigación de carácter longitudinal, el Estudio 2 utiliza datos transversales y correlacionales para presentar un modelo de mediación con supuestos sobre causalidad en la relación entre las variables. Estos supuestos están basados en la evidencia disponible en la literatura, pero, dado que el modelo presentado es novedoso y original, no han sido evaluados específicamente. Esto se podría resolver utilizando datos longitudinales y modelos que controlen los efectos auto-regresivos.

Finalmente, retomamos las preguntas presentadas al inicio del texto: ¿Qué tan profundo es el impacto de los eventos políticos más importantes de la historia en la cultura política de un país? ¿Es posible hablar de generaciones que son definidas por su experiencia compartida en torno a uno de estos eventos? Este artículo provee evidencia sobre la existencia de una cultura política transgeneracional, en la que el pasado histórico traumático del golpe de Estado y la dictadura sigue constituyendo un campo de diferenciación ideológica fundamental. Esto puede mostrar que en culturas políticas marcadas por altos grados de ideologización, como ha sido la chilena, se pueden producir transmisiones intergeneracionales que en la práctica atenúen o anulen las diferencias generacionales.


«No quiero que el tiempo pase y la muerte los silencie. ..» Internacionalistas chilenos.

MISIÓN INTERNACIONALISTA. DE UNA POBLACIÓN CHILENA A LA REVOLUCIÓN SANDINISTA. JOSÉ MIGUEL CARRERA CARMONA

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“No se conoce en Chile la historia de los internacionalistas.Ya han transcurrido más de treinta años de esa gesta heroica y quiero contribuir modestamente a la memoria histórica del pueblo chileno como una muestra de respeto y admiración a mis compañeros, a los que entregaron su vida en el cumplimiento de nuestros sueños y a los que siguen vivos y orgullosos de su pasado.
No quiero que el tiempo pase y la muerte los silencie. Ese es mi único propósito.” José M. Carrera

Esta mañana de febrero,con aire de vacaciones de otros, comencé a leer este libro de José Miguel.

Tanto leer historias, relatos, testimonios, poemas contingentes, cuentos combativos,música que comprometa su pensar y ver en el cable cine testimonial memorioso de otros continentes,y de países hermanos- de por acá muy de repente la telenovela contingente- como que una se  siente a veces con el alma embotada, con la memoria impregnada y ya casi,casi,por defensa personal, no hace eco.

Y un día cualquiera  una se tropieza con las palabras del antiguo “ayudista”, del hoy mercader del Templo,manejador de técnicas sociológicas y de psicología social con las que maneja bellos y nobles términos que transforma en epítetos deshonrosos con fines más que transparentes. 1.

Lo que leo hoy al vuelo, con renovado interés, es la antítesis de lo señalado anteriormente. Es la dignidad y la honestidad de un protagonista de una historia compartida, segmentada por imperativos de una contingencia extendida por décadas que solo dio voz a los espúreos y a los traidores.

José Miguel Carrera, de ilustre nombre y memoria larga, relata experiencias desconocidas para casi todo chileno , salvo para quienes vivieron la gesta de luchar, como militares chilenos formados en Cuba, en una revolución  triunfante, como lo fue la Sandinista.

Las palabras “compañero”, “combatiente”,”comandante” tienen en este relato el contenido valórico que nos interpreta y convoca y que hace de nuestra memoria colectiva , esa que comparten los que tienen la dignidad de luchar por sus principios,  una fuente de orgullo y dignidad.

El joven que dejó su población, su familia,su país para partir a Cuba a estudiar medicina, en el primer grupo de becados en 1972, que solo volvió diecisiete años después, clandestino, oficial de ejército,que rompió los sueños maternos,que recibió el reconocimiento del gobierno nicaragüense,y que hoy comparte su historia y la de los jóvenes de su generación,abre una puerta al conocimiento de una etapa de nuestra historia aún invisible .

1.- Fernando Villegas..http://blog.latercera.com/blog/fvillegas/entry/sabe_a_jab%C3%B3n_pero_es

Apoyamos la autogestión de trabajos de memoria e historia reciente

Comparta su Historia de Vida. La Memoria nos hermana. Exilio en Mozambique

HIJXS . VOCES

Personas que estuvimos en Mozambique escribimos testimonios de ese periplo, y se plasmó en un libro que se lanzó en noviembre en el ex congreso, lamentablemente hubo poca participación y fue muy poca gente que trabaja en la «memoria», pero fue mucha gente que quiso estar y tener segun dicen esos históricos testimonios esta fue la invitación donde sale información, quien necesite un libro me lo pide lo tiene un compañero a cargo de la distribución

Mari Cris, en Red Solidaria Casa de Miguel

https://www.facebook.com/groups/casademiguel/10151948927743616/?notif_t=group_comment

Paulina Manríquez | Mozambique

Paulina-Manriquez

¿CUÁLES SON LAS PRIMERAS IMPRESIONES DE SU LLEGADA AL NUEVO PAÍS?

DE LA VILLA FREI, ÑUÑOA  A  MAPUTO, MOZAMBIQUE.

Iniciado los años 80’, durante la crisis económica de Chile y luego del periodo de terror vivido en los 70’, mis padres junto a sus…

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Revista on line Licentiare. Un espacio para publicar .OPINIÓN ENSAYO TESIS

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Cuando la revolución parecía esperar a la vuelta de la esquina… Eugenia Palieraki.2008

La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile Polis, 19 | 2008 Eugenia Palieraki Cuando la revolución parecía esperar a la vuelta de la esquina, el dilema entre vía armada y vía electoral se planteaba en todas las organizaciones con mayor o menor intensidad y persistencia. La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (1965-1970) Introducción 1 Chile se ha jactado permanentemente de ser un país de orden y con una larga tradición democrática y republicana*; un país donde la búsqueda de consensos ha sido por largo tiempo -y sigue aún considerándose- como la fuerza motriz de su historia. Si esto corresponde a una verdad histórica o a una construcción –fundada tanto a partir de los trabajos de politólogos extranjeros como de los mitos de la historiografía nacional- lo cierto es que este imaginario nacional sigue vigente hoy. 2 No obstante, en los últimos años la historiografía chilena muestra un claro interés por sujetos complejos y polémicos. Prueba de ello es la atracción que suscita en las jóvenes generaciones de historiadores, los periodos “problemáticos” de la historia reciente – en especial el gobierno de la Unidad Popular (UP) y en menor medida el conjunto de los años sesenta-. Sin embargo, este retorno no ha significado necesariamente la emergencia de un verdadero debate y las lecturas que se realizan de este periodo están –muchas veces- sometidas a consideraciones ideológicas o políticas. 3 La reflexión histórica sobre los largos años sesenta (1960-1973) se vuelve mucho más ardua a medida que se enfoca sobre aspectos más polémicos. Y he aquí uno de ellos: el rol político de la nueva izquierda revolucionaria1, nacida a mediados de los años sesenta y cuya presencia en la escena política influenció fuertemente el curso de los acontecimientos durante la Unidad Popular. Esta izquierda frecuentemente es identificada con el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), pero en los años sesenta y setenta estaba compuesta de numerosos grupos pequeños. La mayoría gravitaban alrededor del MIR, escindiéndose de él para a veces, volver a integrarse2. Nuestro artículo se focalizará sobre el MIR y la problemática de la violencia política3, que fue central en su historia. Estudiaremos el discurso que tuvo el MIR sobre este punto durante el período 1965-1970, construido tanto en los escritos teóricos como en los discursos de sus dirigentes, así como el lugar y el rol que ocupó la violencia en la práctica política del MIR. La articulación entre prácticas políticas y representaciones estará en el centro de nuestra atención. El camino tortuoso hacia una historia de la “izquierda revolucionaria” 4 En la bibliografía chilena, la izquierda revolucionaria y la violencia política son dos temas que a menudo se entrecruzan. Relacionado con el primer tema, es necesario constatar que la calidad no siempre abunda. En el caso del MIR, estamos obligados a navegar entre una historia militante –seguramente necesaria, pero que plantea numerosos problemas-, los estudios periodísticos, y la más infinita desigualdad de artículos y referencias en las revistas y la bibliografía general. 5 Las obras de historia militante, además de su deseo de excluir al no-militante, plantean igualmente graves problemas, fundamentalmente en lo que concierne la plena comprensión del objeto de estudio. El militante, teniendo por definición un apego particular hacia su propio partido, ve su grupo político en tanto depositario de la verdad, pero también como radicalmente diferente de los otros grupos políticos. Los estudios sobre la izquierda han tendido a menudo a separar el partido estudiado del contexto en el cual éste realizaba su acción política. De esta manera, la izquierda ha terminado por entregar retrospectivamente su rol marginal y extranjero al campo político, puesto que parecía no recibir ni generar influencias sobre los otros partidos y movimientos. Para no mencionar el tratamiento aun más problemático de temas sensibles, tales como el de las relaciones con las organizaciones internacionales, o el apoyo a la lucha armada, a los cuales raramente estos estudios se refieren. A propósito de la violencia política, durante las cuatro últimas décadas las ciencias sociales, tanto en Europa como en América Latina, han realizado un trabajo sistemático de estudio y de conceptualización. Chile parece haber escapado, salvo excepciones4, a esta ola de “violentología” que ha invadido a otros países del sub-continente –Colombia es un caso ejemplar. La falta de estudios sobre la violencia política en Chile ha impedido que ella sea objeto de un debate nacional5, incluso cuando no está menos presente en la historia chilena que en la de otros países del continente. No obstante, a partir de las pocas obras que tratan el tema,cuatro principales interpretaciones se destacan. Es necesario señalar aquí que a menudo están vinculadas a una posición política. La primera consiste en negar prácticamente la existencia de la violencia política: los “extremistas” (de izquierda, evidentemente) serían asimilados a los criminales, a los delincuentes comunes. Esta interpretación, defendida en el terreno de las ciencias políticas y de la sociología por Talcott Parsons, ha hecho su aparición en Chile sobre todo a través de los medios de comunicación de centro y de derecha y ello a partir de finales de los años 1960. La segunda interpretación ve en la utilización de la violencia política en Chile,una imitación de modelos extranjeros –de la Revolución cubana y de la guerrilla guevarista,en este caso. Curiosamente, ella fue concebida y defendida con fervor por los intelectuales del PCCH, en los años 1960 y 1970 y retomada por los intelectuales ligados a la dictadura de Pinochet. Para los defensores de esta teoría, la violencia política era extranjera a las costumbres nacionales y su adopción no podía ser sino una influencia maléfica de otros países, deseosos de entrometerse en los asuntos nacionales. La tercera interpretación, a menudo vinculada a la anterior, atribuye la violencia política a los extremos: ya sea de aparición simultanea en los dos extremos y que se retro-alimenta, o bien como la violencia de la extrema derecha en tanto respuesta a la violencia de extrema izquierda (la encontramos en los escritos y la prensa del PCCH y de la Democracia Cristiana). Se trata de una versión chilena de la “teoría de los dos demonios”6. Ésta es la mas difícil de tratar, puesto que es la más repetida y la que se ajusta mejor a la versión nacional de una “historia de consenso”. En una interpretación donde los dos extremos se juntan, esta ultraizquierda extremista –que por su radicalismo es vista como extranjera a la historia y al temperamento chileno- es presentada a la vez como colaboradora de la extrema derecha, agente de Fidel Castro, el movimiento menos significativo de la izquierda chilena, y al mismo tiempo principal responsable de la crisis de los años 70-73 y de la caída de Allende7. En un registro completamente diferente, la cuarta interpretación encarna la violenciapolítica a través de dos actores que se oponen sin tregua desde el alba de los tiempos: el Estado, por una parte, y por otra los Dominados; la violencia de las clases dominantes contrala del bajo Pueblo. Esta interpretación concibe la violencia como una constante de la historia chilena, ocultando toda dimensión temporal. En este marco interpretativo, la violencia del MIR llega a ser la traducción de la violencia popular; y la represión después del Golpe de Estado la repetición del ciclo violencia popular-violencia del Estado. Teniendo el mérito deintegrar al actor-Estado en el debate sobre la violencia, esta interpretación es a pesar de todo algo esquemática. 7 De estas interpretaciones de la violencia política de los años 1960 podemos sacar nuestras primeras conclusiones. En primer lugar, la izquierda revolucionaria es a menudo considerada como actor principal de la violencia política de los años 1960-1970. En segundo lugar, las otras corrientes políticas son raras veces tomadas en cuenta y el Estado menos aún. En tercer lugar, las conclusiones son más dictadas por los fines ideológicos que por un estudio histórico basado en las fuentes. Por último, la violencia política es imaginada como una táctica propia de ciertos movimientos o partidos políticos, una práctica innata, sin que las razones que hayan conducido a su adopción y el rol especifico que cumple sean examinados. 8 Ahora bien, hacer la historia del recuso –en el discurso o en la acción- de una organización política a la violencia no es una tarea fácil, a causa de la complejidad del fenómeno. El discurso que legitima la violencia se forja siempre paso a paso. Por otra parte, dicho discurso no es necesariamente coherente ni unívoco. Además, cumple numerosas funciones: legitima en el plano interno las prácticas violentas, las justifica socialmente y los argumentos se adaptan cada vez a las necesidades del momento. Los usos de la violencia pueden igualmente variar,diferenciarse en relación al discurso que les precede y en general encontrar su justificación y lógica, una vez los hechos consumados. Cuando el historiador se acerca a este tema candente,debe considerar el elemento pasional (la fascinación por la violencia). Y debe sobre todo incluir en su esquema interpretativo la incertidumbre que caracteriza la toma de decisiones en política. Numerosas tendencias convergen a cada momento y producen un acontecimiento cuyas consecuencias los actores no conocen con antelación. Ahora bien, el problema para el historiador se plantea así: ¿Cómo hacer para construir a la vez una interpretación de los hechos coherente y tomar en cuenta las incertidumbres y las incoherencias del momento estudiado? 9 Proponemos aquí examinar la relación que mantiene la nueva izquierda revolucionaria chilena con la violencia política a partir de los ejes de reflexión siguientes. Primero, tomando en cuenta el contexto intelectual, ideológico y político que permite a cada momento la legitimación de la violencia en tanto instrumento para hacer política. Enseguida, estudiando la violencia revolucionaria en tanto discurso: los debates sobre la táctica y la estrategia, respecto a los límites de la utilización de la violencia, sobre las referencias históricas y los modelos para cada táctica adoptada. Luego, la utilización de la violencia en tanto elemento regulador de las tensiones internas al movimiento, pero también en tanto creador de divisiones internas a largo plazo8. Por último, a través de la visión del Estado, sobre todo la que la policía y luego el poder judicial tienen de estos grupos; como legitimación de la represión, represión basada en el postulado de que la violencia es incompatible con la política. Este último punto será solamente esbozado. La apología de la violencia: la violencia discursiva en su contexto histórico 10 Una cuestión siempre vigente hoy en día es saber si la violencia puede ser un medio legítimo para hacer política9. Trátese del debate actual, o de aquél de los años 1960, que es objeto de este artículo, siempre es necesario comenzar por reubicarlo en su contexto histórico. Tratar de comprender a través de qué procesos la violencia política se convirtió (o no) en opción principal a fin de provocar cambios sociales y políticos. No hay que confundir, sin embargo, la contextualización que intentamos hacer aquí con la apología de la violencia. 11 En lo que concierne a los años 1960 chilenos, afirmar que la vía armada hacia la toma del poder era un asunto de los extremos, es desconocer las verdaderas dimensiones que este debate tenía en ese momento. Cuando la revolución parecía esperar a la vuelta de la esquina, el dilema entre vía armada y vía electoral se planteaba en todas las organizaciones con mayor o menor intensidad y persistencia. 12 Todo esto se expresaba en el marco de la violencia “discursiva”10. Porque si miramos la violencia política más cotidiana, podemos constatar que a partir del gobierno de Eduardo Frei (1964-1970), la violencia política invadió las calles de las grandes ciudades chilenas,pero también el campo. Y en ningún partido, ni organización política, de izquierda como de derecha, estuvo ausente. Afirmar que el recurso sistemático a la violencia ha sido consecuencia de los discursos y los llamados a las armas de los movimientos políticos más radicalizados,es reconocerles una incidencia tal sobre la sociedad chilena y sobre la opinión pública que incluso ellos mismos no osarían asumir. No podemos más que constatar la existencia de un proceso generalizado de politización y radicalización de la sociedad civil en el que todos los partidos u organizaciones políticas han contribuido. No obstante, aquellos que la reivindican públicamente y la convierten en su estandarte, son mucho menos numerosos. 13 Volvamos ahora al contexto en donde la “vía armada” se volvió, en vista de la conquista del poder, la única o la principal opción de la nueva izquierda revolucionaria. La arqueología de una justificación y adopción discursiva de la violencia no es evidente y amerita un estudio más detallado. La toma del poder por las armas estaba regularmente propuesta en el seno de la izquierda desde finales del siglo XIX. Por último, en los años 1950, no eran los partidos políticos sino sobre todo la CUT (Central Única de Trabajadores) que lanzaba el llamado a las armas. Ahora bien, en los años 1960, un viraje se produce en el debate sobre el uso de la violencia política. Primero, este último es mucho más generalizado y no se limita a algunas fracciones marginales y minoritarias de la izquierda. Una franja importante de la izquierda se desplaza lento pero seguro hacia el culto a la lucha armada. Los debates se centran sobre la táctica y la estrategia, y sólo se espera la insurrección de las masas o bien la aparición de un núcleo de elegidos que cumplirá con la misión. Este cambio tiene relación con el período muy particular que fueron los años 1960. El contexto intelectual se presta. Y los ejemplos concretos abundan: Cuba ante todo, pero también toda América latina, Argelia, Viet-Nam… 14 El rol que juega la revolución cubana en este viraje del debate fue central. Ella constituyó entonces, una referencia ineludible para el conjunto de la izquierda latinoamericana –y no solamente para aquella que le fue cercana. Mientras que la revolución cubana confirmaba en los hechos que en América latina se podía llegar al poder por la vía de las armas, el ejemplo del Che Guevara y sus escritos contribuían a la formación de un discurso, de un imaginario, de una estética y de una nueva moral revolucionaria propia de los años 1960. La violencia reaparecía como inherente a lo político. No obstante, el impacto de la revolución cubana no puede explicar todo. Evocar la “influencia extrajera”, creer en una imitación ciega de los modelos venidos del exterior, para explicar el nacimiento y el recorrido de la nueva izquierda revolucionaria en Chile, y en general en América latina, sigue siendo un enfoque insatisfactorio11. 15 Aunque las relaciones estrechas entre Cuba y los movimientos revolucionarios latinoamericanos es un hecho acertado, no podemos sacar conclusiones precipitadas sobre la naturaleza de éstas, ni pensar que los movimientos armados eran los únicos en tener relaciones con Cuba (el PCCH y el PS, tenían también intercambios constantes con la isla de la revolución). Por otra parte, las particularidades nacionales, los financiamientos cubanos que ya no se distribuían a destajo a partir de 1967, el viraje bajo la presión soviética de la política cubana en esa misma fecha, todo esto nos conduce a una historia de las relaciones entre la “izquierda revolucionaria” y Cuba, más matizada y compleja que lo que podríamos suponer hasta ahora (Levesque 1976; Lagonotte 2003). Desgraciadamente, la imposibilidad de acceso a los archivos cubanos complica extremadamente la tarea. 16 Otro elemento que es necesario no desatender: la revolución cubana se ha constituido como referencia para la izquierda latinoamericana sobre la base de una fuerte reivindicación latinoamericanista. Ella era concebida por los militantes de la izquierda armada latinoamericana como una segunda independencia (Rodríguez Elizondo 1995: 134), lo que la convertía en la realización definitiva de las independencias continentales, estableciendo así un vínculo inquebrantable con la historia y el imaginario nacionales del conjunto de los países latinoamericanos. En este sentido la tradición latinoamericanista y nacionalista del Partido Socialista chileno (Benavides 1988), de donde provenía una gran parte de los militantes del MIR, es consumada a través del MIR. Y puesto que la revolución cubana había sido armada, la conclusión más fácil, si se creía en la unidad de la historia continental, era que la revolución latinoamericana debía también hacerse por las mismas vías. 17 Los años 1960 latinoamericanos están tan marcados por la revolución cubana como por los acontecimientos del tercer mundo, en que la vertiente mas radicalizada desarrolla un discurso muy construido sobre el problema de la violencia política y su legitimidad. “Si los 60 se inician con la Revolución Cubana, puede afirmarse que en las ideas se hallan formulaciones sesentistas bien tempranamente en Frantz Fanon” (Devés 2003: 136)”, afirma el historiador Eduardo Devés. Editado en castellano en 1963, Los condenados de la tierra constituyen una teorización sólida que reúne a menudo las conclusiones que se desprenden de la experiencia cubana. La obra de Fanon inaugura, de una cierta manera, la visión política romántica y radical que fue la de los años 1960 en América latina, y en las tesis de la “nueva izquierda” del continente no ha sido apreciada en su justo valor. 18 Los condenados de la tierra inaugura toda una corriente interpretativa, proponiendo una nueva lectura de la violencia política. La violencia revolucionaria llega a ser el medio privilegiado,incluso el único medio hacia la liberación. La violencia no es solamente legítima sino indispensable para la toma de conciencia popular. Es la condición previa a la movilización de masas y el instrumento principal para la construcción del hombre nuevo. “La construcción de la nación se facilita por la existencia de esa mezcla hecha de sangre y de cólera (Fanon 1963: 85)”, advierte Fanon. La división entre lo militar y lo político está abolida –y veremos que La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 6 Polis, 19 | 2008 esta es una de las principales características de las nuevas izquierdas revolucionarias de los años 1960. “La táctica y la estrategia se confunden”, dice Fanon, “El arte político se trasforma simplemente en arte militar. El militante político es el combatiente. Hacer la guerra y hacer política es una sola cosa (Ibíd.: 121)”. 19 Introduciendo la indivisibilidad entre lo político y lo militar, entre la política y la guerra, Fanon también adopta la teoría expansiva de la violencia. Ésta marcó los años sesenta para constituir el principal argumento de la nueva izquierda no sólo en América latina, sino también en Europa, en los Estados Unidos y en otras partes del mundo. La injusticia y las desigualdades sociales, el colonialismo, son una forma de violencia. La violencia revolucionaria es la única respuesta posible y en consecuencia una respuesta legítima a la violencia institucionalizada, aquella del colono en los países colonizados y aquella del Estado en los países latinoamericanos, denominados también semi-coloniales (Ibíd.: 32). 20 La cuestión que se plantea ahora es la del vínculo entre el contexto y nuestro objeto de estudio. Para ser más precisos, la recepción y la apropiación del contexto intelectual y político descrito anteriormente por el MIR. Si el MIR se ha impregnado por este contexto, también ha recorrido su propio camino con el fin de establecer una fuerte justificación de la violencia política. Porque, incluso si el contexto se prestaba, la lucha armada era una opción, y no una necesidad histórica. La prueba: después de la fundación del MIR en 1965 hasta el año 1969, el uso de la lucha armada fue objeto de un debate cerrado. Fue la etapa de la justificación interna de la violencia. Una vez cerrada esta etapa, el MIR pasó a la acción. La irrupción del MIR en la escena política pública con los asaltos a bancos cambió radicalmente la situación. La violencia mirista escapó entonces del debate interno en que se podían controlar las modalidades. Ella se agregó al debate más general desarrollado en el seno de la izquierda. El MIR debió también enfrentar las dificultades materiales y los límites culturales, que se hacía necesario desde ya tomar en cuenta. En el plano interno, por otra parte, las dificultades suscitadas por el paso a la acción no fueron menores. Lo político y lo militar que la dirección mirista se obstinaba en hacer coexistir en cada militante, devinieron fuente de incesantes debates internos, de oposiciones y de divisiones. 21 Sobre este punto algunas precisiones son necesarias. La dirección del MIR –Secretariado Nacional y Comité Central- cambió durante el periodo 1965-1969, para permanecer prácticamente el mismo a partir de 1969 y hasta 1974. En un primer tiempo, entre 1965 y 1967 la dirección estaba controlada por la “vieja generación”, fundadora del MIR y trotskista en su mayoría12. Enrique Sepúlveda fue elegido secretario general del MIR hasta 1967. Fue entonces reemplazado por Miguel Enríquez, representante de la “joven generación”, de 25 años de edad, surgido del medio estudiantil de la ciudad de Concepción. La vieja generación trotskista fue expulsada del MIR en 1969. Estos cambios de dirección fueron decisivos para la definición de las principales líneas teóricas y de acción del movimiento. 22 Los trotskistas que estuvieron al origen de la fundación del MIR se decían herederos de la tradición más radical de la izquierda. Consideraban seriamente –sobre todo a nivel del discurso, más que de la acción- el recurso a la lucha armada para conducir la clase obrera al poder. Al mismo tiempo, permanecían estrechamente ligados al Partido Socialista. Es necesario precisar aquí que el PS chileno contaba -después de su fundación- con una fracción trotskista importante, que hacia el lazo con los trotskistas extra parlamentarios (Sarget: 1994). En 1965, estos últimos fueron protagonistas en la fundación del MIR. Si comparamos esta fecha de fundación, 1965, a aquella de la mayoría de los otros grupos de la “nueva izquierda” latinoamericana (con algunos matices para el cono Sur), nos damos cuenta que los chilenos llegaron a la cita con algunos años de retraso. 23 No es casualidad. En 1964, año de elecciones presidenciales, todos estos trotskistas aportaban su “apoyo critico” a la candidatura del doctor Salvador Allende. Ahora bien, el resultado no fue el esperado: Allende perdió las elecciones de 1964 y fue Eduardo Frei Montalva, el candidato de la Democracia Cristiana, quien salió vencedor. Los trotskistas habían afirmado claramente que las elecciones no eran más que una “necesidad táctica y momentánea”, pero la crisis desatada por la derrota en el seno de la izquierda chilena, comprendido su sector más radical, fue muy importante. Cansados de las aventuras electorales del PS, fundaron, algunos La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 6 Polis, 19 | 2008 esta es una de las principales características de las nuevas izquierdas revolucionarias de los años 1960. “La táctica y la estrategia se confunden”, dice Fanon, “El arte político se trasforma simplemente en arte militar. El militante político es el combatiente. Hacer la guerra y hacer política es una sola cosa (Ibíd.: 121)”. 19 Introduciendo la indivisibilidad entre lo político y lo militar, entre la política y la guerra, Fanon también adopta la teoría expansiva de la violencia. Ésta marcó los años sesenta para constituir el principal argumento de la nueva izquierda no sólo en América latina, sino también en Europa, en los Estados Unidos y en otras partes del mundo. La injusticia y las desigualdades sociales, el colonialismo, son una forma de violencia. La violencia revolucionaria es la única respuesta posible y en consecuencia una respuesta legítima a la violencia institucionalizada, aquella del colono en los países colonizados y aquella del Estado en los países latinoamericanos, denominados también semi-coloniales (Ibíd.: 32). 20 La cuestión que se plantea ahora es la del vínculo entre el contexto y nuestro objeto de estudio. Para ser más precisos, la recepción y la apropiación del contexto intelectual y político descrito anteriormente por el MIR. Si el MIR se ha impregnado por este contexto, también ha recorrido su propio camino con el fin de establecer una fuerte justificación de la violencia política. Porque, incluso si el contexto se prestaba, la lucha armada era una opción, y no una necesidad histórica. La prueba: después de la fundación del MIR en 1965 hasta el año 1969, el uso de la lucha armada fue objeto de un debate cerrado. Fue la etapa de la justificación interna de la violencia. Una vez cerrada esta etapa, el MIR pasó a la acción. La irrupción del MIR en la escena política pública con los asaltos a bancos cambió radicalmente la situación. La violencia mirista escapó entonces del debate interno en que se podían controlar las modalidades. Ella se agregó al debate más general desarrollado en el seno de la izquierda. El MIR debió también enfrentar las dificultades materiales y los límites culturales, que se hacía necesario desde ya tomar en cuenta. En el plano interno, por otra parte, las dificultades suscitadas por el paso a la acción no fueron menores. Lo político y lo militar que la dirección mirista se obstinaba en hacer coexistir en cada militante, devinieron fuente de incesantes debates internos, de oposiciones y de divisiones. 21 Sobre este punto algunas precisiones son necesarias. La dirección del MIR –Secretariado Nacional y Comité Central- cambió durante el periodo 1965-1969, para permanecer prácticamente el mismo a partir de 1969 y hasta 1974. En un primer tiempo, entre 1965 y 1967 la dirección estaba controlada por la “vieja generación”, fundadora del MIR y trotskista en su mayoría12. Enrique Sepúlveda fue elegido secretario general del MIR hasta 1967. Fue entonces reemplazado por Miguel Enríquez, representante de la “joven generación”, de 25 años de edad, surgido del medio estudiantil de la ciudad de Concepción. La vieja generación trotskista fue expulsada del MIR en 1969. Estos cambios de dirección fueron decisivos para la definición de las principales líneas teóricas y de acción del movimiento. 22 Los trotskistas que estuvieron al origen de la fundación del MIR se decían herederos de la tradición más radical de la izquierda. Consideraban seriamente –sobre todo a nivel del discurso, más que de la acción- el recurso a la lucha armada para conducir la clase obrera al poder. Al mismo tiempo, permanecían estrechamente ligados al Partido Socialista. Es necesario precisar aquí que el PS chileno contaba -después de su fundación- con una fracción trotskista importante, que hacia el lazo con los trotskistas extra parlamentarios (Sarget: 1994). En 1965, estos últimos fueron protagonistas en la fundación del MIR. Si comparamos esta fecha de fundación, 1965, a aquella de la mayoría de los otros grupos de la “nueva izquierda” latinoamericana (con algunos matices para el cono Sur), nos damos cuenta que los chilenos llegaron a la cita con algunos años de retraso. 23 No es casualidad. En 1964, año de elecciones presidenciales, todos estos trotskistas aportaban su “apoyo critico” a la candidatura del doctor Salvador Allende. Ahora bien, el resultado no fue el esperado: Allende perdió las elecciones de 1964 y fue Eduardo Frei Montalva, el candidato de la Democracia Cristiana, quien salió vencedor. Los trotskistas habían afirmado claramente que las elecciones no eran más que una “necesidad táctica y momentánea”, pero la crisis desatada por la derrota en el seno de la izquierda chilena, comprendido su sector más radical, fue muy importante. Cansados de las aventuras electorales del PS, fundaron, algunos La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 7 Polis, 19 | 2008 meses más tarde, el MIR, destinado a devenir el único verdadero movimiento revolucionario chileno, que salvaría a las masas de la ilusión electoral, abriéndoles los ojos sobre una gran verdad histórica: la vía hacia el poder popular debía ser trazada por las armas. En torno a este motivo se juntaron no solamente los trotskistas, sino también algunos anarquistas, y los miembros expulsados de las Juventudes Comunistas y de las Juventudes Socialistas (entre ellos Miguel Enríquez). 24 Al momento del Congreso de fundación, una división de tareas se efectuó espontáneamente, pero que ya era reveladora de las tensiones internas por venir. Mientras que los viejos trotskistas se consumían en interminables discusiones sobre el nombre que había que dar al nuevo partido; mientras que Luis Vitale, trotskista e historiador, redactaba la Declaración de Principios, que insistía sobre el carácter antiimperialista del movimiento, Miguel Enríquez y su grupo eran los únicos en ocuparse de la redacción de las tesis político-militares. Las tesis político-militares de 1965 eran una versión revisada de las tesis de Mao sobre la guerra popular y prolongada y de Ernesto Guevara sobre la guerrilla rural. Luis Vitale a su vez, criticaba el tono demasiado guevarista de estas tesis y planteaba como cláusula para su adopción, la moción siguiente: la condición para comenzar la lucha armada era asegurarse del apoyo previo de las masas13. 25 Las posiciones descritas anteriormente no son casuales. Aunque Luis Vitale y la mayor parte de los trotskistas apoyaban el principio de la lucha armada, tenían tras de ellos una larga trayectoria política, marcada por la tradición sindical y las movilizaciones sociales más que por el guevarismo. La condición sine qua non para cualquier acción armada, era que ella reflejara la voluntad de las masas y ser seguida por ellas. Los trotskistas estaban poco atraídos por el modelo guevarista o foquista de una elite revolucionaria que, comprometiéndose sola en la acción, provocaría enseguida la movilización de las masas. Para ellos, la lucha armada jugaba el rol de un despertador del pueblo, sacudido de su pasividad electoralista obligándose a movilizarse, pero también integrado a la lucha y a la movilización. El equilibro era delicado, porque ¿cómo incitar al pueblo a la revolución y a la vez pretender seguirlo en sus deseos e intuiciones? Y concretamente, en el contexto de los años 1960, ¿cómo hablar a la vez de lucha armada y seguir al pueblo en su deseo de votar por Allende y de participar por la vía de las elecciones? 26 Miguel Enríquez representaba otra cultura política en el seno del MIR, pero también otra generación. Una generación que vacilaba entre la fascinación por la lucha armada y la guerrilla guevarista y las precauciones frente al foquismo, constantemente formuladas por la vieja generación. Proviniendo de las Juventudes Socialistas, Miguel Enríquez era más cercano de sus corrientes más radicales. Pero no tenía relación de larga data con el PS como la “vieja generación” del MIR, ni había trabajado activamente por la campaña electoral. Como muchos jóvenes de su edad, había sobre todo sufrido el efecto de la desilusión antes del entusiasmo y había sido rápidamente expulsado del PS, en 196414. 27 Otro elemento constitutivo de la cultura política de Miguel Enríquez y de la generación que él representaba, era la fuerte fascinación por la revolución cubana. La lectura de los textos del Che15 y la mística de la guerra de guerrillas y la lucha armada rural, llevaron a la redacción de la tesis político-militar de 1965, luego a la de 196716. Cuba, admirada pero criticada en cierta medida por los trotskistas, era adulada por los jóvenes. La adopción de tesis más o menos foquistas se convirtió rápidamente en un índice importante de la toma de distancia entre las dos generaciones. 28 A pesar de las diferencias que los separaban, los trotskistas apoyaron en 1967 la candidatura de Miguel Enríquez, que fue elegido secretario general del MIR. Después de la llegada de Miguel Enríquez al secretariado nacional del Movimiento, la hora de la acción había sonado. Una vez que los miembros de la organización adoptaron la lucha armada en tanto principal medio de la toma del poder, los debates internos debían restringirse, la disciplina imponerse y la lucha armada ser por fin puesta en práctica. El paso a la acción tardó, de todas maneras, dos años. En 1969, el dilema interno del MIR a propósito de las vías que debía tomar la revolución sale a la luz pública, gracias a los asaltos a bancos. La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 8 Polis, 19 | 2008 De la palabra a la acción 29 Hemos hasta aquí re-trazado brevemente el camino que llevó hasta la adopción de las tesis político-militares, y luego a la imposición de la lucha armada sobre las otras formas de lucha. En un país en apariencia tranquilo, con dos partidos de izquierda que estaban completamente integrados al sistema político, optar por la lucha armada parecía ser el único medio que disponía un nuevo movimiento de izquierda para existir. Conjugando las tesis maoístas con las guevaristas17, la joven generación del MIR pensaba poder abrirse un camino propio, en ruptura radical con los otros partidos de la izquierda chilena18. Hasta 1968, este camino parecía conducir a la guerrilla rural. Dos escuelas de guerrillas fueron organizadas en el sur del país19. Los primeros contactos fueron establecidos en la zona de Concepción con personas susceptibles de querer formar una guerrilla en el lugar20. Pero, en junio de 1969 cuando fueron realizadas las primeras acciones armadas del MIR, no fue en la cordillera de Los Andes sino en Santiago. Y no fue en un enfrentamiento con el ejército en las montanas del sur sino asaltando bancos. Los asaltos han sido, por otra parte, las solas y únicas acciones armadas del MIR hasta el Golpe de Estado de 1973. 30 Pero, ¿por qué, después de cuatro años de interminables discusiones, donde la “joven generación” hizo lo mejor que pudo por imponer internamente su opción por la guerrilla rural, terminó por invertirse en las acciones de guerrilla urbana? Las razones son múltiples. Primero, el MIR fue esencialmente un movimiento urbano. Su conocimiento del campo a finales de los años 1960, era muy precario e inestable. En un documento interno de 1970, la dirección del movimiento constataba siempre la insuficiente implantación en el campesinado y en los obreros21. Comprometerse en la aventura de una guerrilla rural sin tener los apoyos suficientes, era un suicidio. 31 Por añadidura, el dilema guerrilla urbana o rural había también sido objeto de debates. En el seno del Secretariado Nacional, Sergio Zorrilla defendió con pasión la primera opción y había comenzado, durante el año 1969, la creación de la primera escuela chilena de guerrilla urbana22; lo que permitió una organización eficaz de los asaltos a bancos algunos meses más tarde. Sin embargo, -y varios testimonios confirman el hecho23- los asaltos a bancos no estaban considerados en un primer momento por razones de tipo teóricas, sino simplemente por razones prácticas: para realizar acciones armadas, era necesario tener dinero. Ahora bien, las cajas de la revolución estaban vacías. Y la de los bancos llenas y mal protegidas24… 32 La guerrilla urbana parecía igualmente “estar de moda”. Los asaltos a bancos habían sido popularizados con la acción del Movimiento de Liberación Nacional –Tupamaros de Uruguay (Fernández Huidobro 2001; Lessa 2003). Los Tupamaros, por otra parte, se encargaron de teorizar la guerrilla urbana (Biedma 1972). En el mismo momento, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) argentino estaba en pleno proceso de “destrotskización” y de militarización, y las acciones de guerrilla urbana se volvían cada vez más recurrentes (Bufano 2004; De Santis 1998; Santucho 2004; Seoane 1992). 33 El final del año 1968 significó para el MIR el paso a la acción. Extrañamente, fueron justamente los “viejos trotskistas” los primeros en lanzarse. Sus operaciones no fueron, por cierto, siempre selladas de un gran éxito25. Sin embargo, en junio de 1969, cuando fueron “gentilmente” expulsados del movimiento, fueron acusados de consumar su tiempo a las discusiones teóricas y no dedicarse suficientemente a las acciones. Un mes más tarde, otra fracción constituida en torno al Departamento de Ciencias Humanas de la Universidad de Chile (Pedagógico) y de Rafael Ruiz Moscatelli, era expulsada. Sus miembros formaron entonces el MR2 (Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez). Según la Dirección Nacional del MIR, eran demasiado radicales y sospechosos de desviación foquista (Naranjo: 59)… A pesar de las afirmaciones de la Dirección Nacional, el MR2 no instaló jamás una guerrilla rural. Ellos se dedicaron, por el contrario, al igual que el MIR a los asaltos de bancos. ¿Qué interpretación darle a esto? 34 Los debates en torno a la táctica y a la estrategia revolucionaria a adoptar eran, ciertamente, virulentos en el seno de la izquierda chilena y latinoamericana en los años 1960. No obstante el debate servía también para arreglar cuentas internas. El argumento “demasiado violentos, La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 9 Polis, 19 | 2008 demasiado radicales”, o bien, “no bastante violentos, no suficientemente revolucionarios” era utilizado para evitar las disidencias y alejar a los rebeldes de la organización. Miguel Enríquez estaba deseoso de crear un nuevo partido político, capaz de existir al lado de dos grandes partidos de izquierda y de cambiar los destinos de su país. La conquista del poder debía, según él, pasar por la construcción de una organización homogénea, con un líder poderoso y sin oposición interna (Naranjo 2004: 62). Los trotskistas fueron las primeras víctimas de la “limpieza interna” del MIR. Luego, fue el turno de la “disidencia” de la Universidad de Chile. Las críticas que ella formulaba empezaron a ser molestas26. Es, por cierto, durante una reunión amistosa, que se les comunicó su salida voluntaria de la organización27. 35 El partido así creado ponía en marcha otro modelo de militantismo y de organización interna. Se debatía mucho menos y era hora de la acción. Incluso si la nueva Dirección del MIR proclamaba la indivisibilidad entre lo político y lo militar, lo militar parecía aún tomar la delantera sobre lo político: 36 “Hoy día… si los objetivos son los mismos, las prioridades y los métodos son diferentes. El volumen relativo de “tareas especiales” [es decir las tareas militares] deben aumentar enormemente. Las “tareas especiales” deben dejar de ser privativas de un sector de la organización para transformarse en el problema de la mayor parte del Movimiento. Las cuestiones políticas estarán estrictamente ligadas a las tareas especiales. La integración de lo político y lo militar se hará una realidad […] No habrá más espacio para las tendencias demasiado divergentes (Naranjo 2004: 62)”. 37 Fiándose a las consignas de la nueva izquierda latinoamericana, la joven dirección del MIR se lanza sin pestañear sobre el terreno de lo militar. Una nueva estructuración es inventada para promover la formación del militante integral, reuniendo en su persona las cualidades de hombre político y de soldado de la revolución: esta estructura se denomina GPM, Grupo Político-Militar. Ahora bien, a pesar de la afirmación del vínculo inquebrantable entre lo militar y lo político y la primacía de lo político sobre lo militar, el riesgo de inversión era inminente. A partir del momento donde la política comienza a ser concebida en términos militares, como una guerra, los limites entre lucha política y lucha militar se vuelven difíciles de definir (Ollier 1998: 131). 38 Sin embargo, la utilización mirista de la violencia no parecía ser, a finales de los sesenta, un mal cálculo político. Si comparamos Chile con otros países de América latina (Colombia, Argentina), el terreno era relativamente virgen. El MIR podía jactarse entre sus militantes de ser el que había introducido las prácticas radicales en la escena política chilena, luego de décadas de pasividad. Mientras que la pasividad de la sociedad chilena aseguraba a las acciones armadas miristas un efecto de golpe mediático sin precedentes (Deas 1999: 63-72), el riesgo era que la naturaleza política de sus acciones no fuera comprendida socialmente o que fuera cuestionada. Edgardo Enríquez, miembro de la Comisión Política se explicaba así en 1972 frente a un periodista extranjero: 39 “…no hay ninguna duda que en Chile, el uso de la violencia estuvo y está siempre concebido a ojos del pueblo por connotaciones bien particulares. Es un hecho indiscutible que en Chile el uso de la violencia con fines políticos o de cualquiera otra naturaleza, requiere de un tal grado de justificación pública que en el caso en que no lo logremos, se produzca una reacción popular de desaprobación hacia los autores de la violencia y de conmiseración hacia la víctima…Los márgenes de los usos de la violencia están fijados por el pueblo, y nosotros, debíamos ser realistas reconociendo que no tenemos grandes posibilidades de cambiarlas… Las represalias […] las hemos siempre ejercido no contra las personas, sino contra los bienes materiales y los inmuebles pertenecientes al enemigo, y en las coyunturas extremadamente agudas de la lucha de clases en el país”28. 40 La criminalización de la violencia política mirista se rastrea rápidamente en la prensa de finales de los años 1960. Cuando el MIR se lanzó a los asaltos a bancos, -llamados “expropiaciones” con el fin de explicitar su contenido político-, un gran debate se llevó a cabo en la prensa para definir este nuevo modo de acción –nuevo por lo menos para Chile. Los principales dirigentes del MIR y autores de los asaltos –Miguel Enríquez, Luciano Cruz, Bautista Van Schouwen, Sergio Zorrilla- sintieron ellos mismos, en un primer tiempo, la necesidad de explicar las La opción por las armas. Nueva izquierda revolucionaria y violencia política en Chile (19 (…) 10 Polis, 19 | 2008 motivaciones de sus acciones. En plena clandestinidad y mientras que la policía los buscaba por todo Santiago, se abocarían en la importante misión de proteger su imagen. En el centro de la capital, se reunirán en pleno espacio público con un periodista del diario Clarín, periódico que tenía relaciones privilegiadas con el MIR. Allí. Miguel Enríquez afirmaba: 41 “Necesitamos financiar nuestro aparato organizativo armado. Las organizaciones revolucionarias de acción –no de palabra- necesitan proteger a obreros, campesinos y pobladores, para que no ocurra más que se asesine impunemente a los obreros…”29. 42 La violencia social era, entonces, aquella que imponía la violencia revolucionaria. Elevándose al rango de salvadores del pueblo, los dirigentes del MIR comenzaban así a crear una imagen, muy rápidamente retomada por los medios de comunicación, para ser aprobada o desmentida. Los autores de los asaltos eran “jóvenes dirigentes revolucionarios”, los “Robin Hood chilenos”30 o bien “delincuentes comunes”31, los “ideólogos del guatapique y del piedrazo”32 El dilema no sólo quedó en el papel. Las primeras detenciones de militantes, autores o colaboradores de los asaltos, la dificultad de dar una definición a estas “acciones directas” llegaron a ser un verdadero problema jurídico. Los inculpados terminaron por ser juzgados y castigados, a la vez según el Derecho penal, y según la Ley de Seguridad Interior del Estado (Canovas Robles 1989: 47-55), antes de ser indultados por el gobierno de Salvador Allende. 43 Los asaltos a bancos organizados por el MIR produjeron entonces un doble efecto. Por una parte y siempre a través del debate público, entraron en el repertorio del activismo político de las acciones que tradicionalmente eran consideradas como relevantes de la delincuencia común. Las “acciones directas” devenían para algunos una vía plausible para hacer política. Pero al mismo tiempo, en los medios de comunicación críticos hacia el MIR –tanto de derecha como de izquierda- toda violencia revolucionaria era calificada de violencia criminal. En este discurso, la violencia y la política se volvían poco a poco irreconciliables, y la cuestión de saber dónde se encontraban los límites de lo político era planteada con urgencia. Es así como hacer uso de la violencia se volvía sinónimo de locura, de falta de argumentos y de soporte político33. 44 La despolitización de la violencia no era solamente una expresión de la antipatía visceral sentida hacia ella. Este enfoque parecía igualmente cumplir otra función. En el Chile de los años sesenta, las “acciones directas” del MIR popularizarían el debate sobre las vías de la revolución –pacíficas o violentas- llevado con fervor en el seno de la izquierda, fundamentalmente a partir de la revolución cubana. La vía armada comenzaba a tener más visibilidad, y a menudo a suscitar las simpatías en ciertos sectores de la izquierda “tradicional” o de los intelectuales. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria se tornaba en el símbolo de esta “nueva” vía, transformándose igualmente en nueva fuerza política34. Vaciar esta “nueva vía” de todo contenido político y de todo argumento fue un medio muy eficaz para deslegitimarla y de excluir al MIR de la carrera política. Esta no tuvo éxito. Las acciones directas del MIR impusieron a este como actor relevante del espacio publico chileno. 45 Por otra parte, las acciones armadas crearon a favor del MIR todo un capital de simpatía, sobre todo entre los cuadros dirigentes del Partido Socialista. Las acciones armadas miristas agrupaban y reforzaban el debate acerca de las vías de la revolución al interior de la izquierda, presente de manera bastante tímida hasta entonces. Incluso los defensores de la vía electoral estaban prestos a reconocer que después de décadas de puras prácticas electorales, la izquierda se encontraba seriamente desgastada (Puccio 1985: 141 y 167). La locura simpática de los jóvenes miristas, recordaba a los viejos cuadros socialistas el romanticismo de su juventud. El discurso mirista remitía a un estado puro de la revolución y el motivo de “la Revolución traicionada” y prohibida por el MIR sonaba bastante familiar a los oídos del PS35 *** 46 Es así como el MIR evolucionó de una justificación parcial de la violencia política, realizada por la “vieja generación” a su adopción completa por la joven generación. Una vez impuesto el discurso, así como el grupo de Miguel Enríquez en la dirección del Movimiento, sólo faltaba emprender la acción. Confrontados a las restricciones de la cultura política nacional adaptaron el contenido de sus acciones, y desarrollaron un doble discurso. La idea de la contra-violenciase volvió entonces en una cuestión central. Por un lado, estaba la fascinación por la violencia,la fe en sus virtudes y en su naturaleza creadora, fundadora de un nuevo orden; una violencipartera de la Historia. Y por el otro lado, el uso de la violencia era justificado en tanto respuesta ya fuera a la represión y la violencia del Estado, o a la injusta distribución de las riquezas y a la violencia larvada de las relaciones sociales. En el primer caso, la violencia era la opción de la verdadera izquierda, la sola izquierda revolucionaria. Y en el segundo caso, la violencia era la única vía que la sociedad dejaba abierta, una imposición. Bibliografía Álvarez Alarcón, R. (1999), Formación y fundación del MIR : de Clotario Blest a Miguel Enríquez (1965-1967), Tesis de Licenciatura en Historia, Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile. Arancibia, P. (2001), Los orígenes de la violencia política en Chile. 1960-1973, Libertad y Desarrollo, Santiago. Aróstegui, J. (1994), “Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia” en Ayer N°13, Madrid. Arriagada, G. (1974), De la vía chilena a la vía insurreccional, Pacífico, Santiago. Avendaño, D.; Palma, M. 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Visible Invisibilización. Aproximaciones en torno a la violencia.

 

 
Visible Invisibilización. Aproximaciones en torno a la violencia, es un proyecto que explora diversas expresiones artísticas que abordan al tema de la violencia en México y Latinoamérica como una experiencia actual ineludible, a través de una exposición de arte multidisciplinario con 27 artistas nacionales e internacionales, y la realización de actividades paralelas como talleres, clínicas, seminarios y conferencias con artistas y académicos especialistas en la materia. La muestra se llevará a cabo en el Museo de la Ciudad de Querétaro, el Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro Manuel Gómez Morín y la Plaza Constitución, las actividades paralelas se realizarán también en la Universidad Autónoma de Querétaro y el Museo de Arte de Querétaro.
Esta exposición y sus actividades tienen la finalidad de contribuir al desarrollo artístico y cultural en la ciudad de Querétaro, generando un campo de reflexión y discusión pública sobre el tema de la violencia en México y Latinoamérica, abriendo las posibilidades de diálogo entre la comunidad, especiaistas, académicos y artistas para analizar las circunstancias actuales de la experiencia estética y su relación con la producción, recepción y representación de la violencia, entendiendo la naturaleza de los discursos visuales y las prácticas artísticas como zona de cruce multidisciplinario que permite pensar, cuestionar, evidenciar y responder a los aconteceres del mundo contemporáneo desde diversas perspectivas.

40 Años. La Ciudad sin ti. Pedro Lemebel

“LA CIUDAD SIN TI”

Quien podría haber pensado entonces que me ibas a penar el resto de la vida, como una música tonta, como la más vulgar canción, de esas que escuchan las tías solas o las mujeres cursis. Canciones de folletín que a veces aúllan en algún programa radial. Y era tan raro que te gustara esa melodía romanticona, a ti, un muchacho de la jota, en ese liceo poblacional donde cursábamos la educación media en plena Unidad Popular. Mas extraño era que, siendo yo un maripozuelo evidente, fueras el único que me daba pelota en mi rincón del patio, arriesgándote a las burlas. “Pues la ciudad sin ti…está solitaria”, no dejabas de canturrear con esa risa tristona que yo evitaba compartir para no complicarte. Hace poco, después de tantos años, volví a escuchar esa canción y supe que entonces admiraba tu candor revolucionario, amaba tu alegre compromiso que se enfureció tanto cuando supiste que los fachos iban a destruir el mural de la Ramona Parra en el frontis del liceo. Hay que hacer guardia toda la noche, dijiste, y nadie te pescó porque al otro día había una prueba. Que importa la prueba, me da una gueba, yo me quedo cuidando el mural del pueblo. Y a mi tampoco me importó la prueba, cuando escapé de mi casa a medianoche y me fui al liceo donde te encontré acurrucado empuñando un palo haciendo guardia bajo el mural de pájaros, puños alzados y bocas hambrientas. “Pues la ciudad sin ti”, reíste sorprendido al verme haciendo un espacio para que me sentara a tu lado. No lo podías creer, y me mirabas y cantabas “Todas las calles llenas de gente están, y por el aire suena una música”. Te vine a hacer compañía, compañero, dije tiritando de tímido. Bienvenida sea su compañía, compañero, me contestaste pasándome el pucho a medio consumir por tu boca jugosa. No fumo, te contesté con pudor. Entonces no fumaba, ni piteaba, ni tomaba, ni jalaba, solo amaba con la furia apasionada de los diecisiete años. Pueden venir los fachos, ¿no tienes miedo? Te contesté que no, temblando. Es por el frío, esta noche hace mucho frío. No me creíste, pero enlazaste tu brazo en mis hombros con un cálido apretón. “De noche salgo con alguien a bailar, nos abrazamos, llenos de felicidad…mas la ciudad sin ti”. Era extraño que cantaras esa canción y no las de Quilapayún o Víctor Jara, que guitarreaban tus compañeros del partido. La cantabas despacito, a media voz, como si temieras que alguien pudiera escucharte. No se…era como si me la cantaras solo a mí. “Pues la ciudad sin ti…”, musitabas cada letra en el vaho de aquella tensa noche de vigilia. Casi no sentía frío a tu lado, y hablando así despacito de tantas cosas, de tanto ingenuo adolecer, me fui relajando, adormilando en tu hombro. Pero el pavor me cortó la respiración al escuchar unos pasos en la calle. No te muevas, me soplaste al oído sujetando el garrote. Pueden ser los fachos. Y permanecimos así juntititos, con el corazón a dúo, haciendo tum tum, expectantes. Pero no eran los fachos, porque las pisadas se perdieron en la concavidad de la calle retumbando. Y quedamos de nuevo solos en silencio. “Y en el aire se escucha una música…” volviste a cantar en mi oído y así pasaron las horas y al día siguiente nos sacamos rojo en la prueba y vinieron los exámenes de fin de año y los tiempos escolares rodaron turbulentos en marchas por Vietnam y mitines en apoyo al presidente Allende. Y después, la música se corto de pronto, vino el golpe y su brutalidad me hizo olvidar aquella canción.

Nunca mas supe de ti, pasaron los inviernos de tormenta rebalsando el Mapocho de cadáveres con un tiro en la frente. Pasaron los inviernos con la estufa a parafina y la tele prendida con Don Francisco y su musiquita burlesca acompañando el cortejo de la patria en dictadura. Todo así, con show importado, con vedettes tetudas en la falda de los generales. La única música que retumbaba en el toque de queda era la de esa farándula miliquera.

Nunca mas supe de ti, quizás escondido, arrancado, torturado, acribillado o desaparecido en el pentagrama impune y sin música del duelo patrio. Algo me dice que fue así. Santiago es una esquina, Santiago no es el gran mundo, aquí algún día todo se comenta, todo se sabe. Por eso hoy al escuchar esa canción, la canto sin voz, solo para ti, y camino trizando los charcos del parque. Este invierno se viene duro, cae la tarde otoña en el cielo reflejado de las pozas. Aglomeración de autos tocan bocinas en los semáforos. Van y vienen los estudiantes con sus pasamontañas para el frío y la protesta. Los santiaguinos se agolpan en los paraderos del Transantiago en masa, en tumultos, en una muchedumbre alborotada que colma las calles… “mas la ciudad sin ti…mi corazón sin ti…está solitario”.

25 de agosto 2013

 

 

 

Valparaíso y sus cicatrices urbanas del 73

Al llegar a la parte posterior del «Departamento de Ciencias de la Universidad de Chile» de aquel entonces, hoy sede de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valparaíso, lugar en donde teníamos clases de los ramos básicos del área de la Salud, pude observar que todavía siguen presente sobre las paredes de este hermoso edificio las «cicatrices urbanas del 73». Orificios de bala disparados desenfrenadamente por los uniformados los días posteriores al golpe de Estado en contra de supuestos francotiradores fantasmas, presentes sólo en las enfermizas mentes golpistas, con el simple y siniestro objetivo de provocar miedo, propio de las acciones del terrorismo de Estado que se desencadenaron brutalmente en contra de los chilenos y chilenas a partir del 11 de septiembre de 1973.

Verdeolivo

Valparaíso todavía podíamos desplazarnos con relativa libertad y la pandemia de coronavirus no se había desatado como consecuencia, entre otras cosas, de las erráticas medidas gubernamentales de permisos de vacaciones y apertura indiscriminada de las fronteras- después de compartir con amigos un café conversado en «El República»  decidí dar un paseo por antiguos espacios estudiantiles, recordando la época de los años setenta como estudiante de la Universidad de Chile, sede Valparaíso.

Al llegar a la parte posterior del «Departamento de Ciencias de la Universidad de Chile» de aquel entonces, hoy sede de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valparaíso, lugar en donde teníamos clases de los ramos básicos del área de la Salud, pude observar que todavía siguen presente sobre las paredes de este hermoso edificio las «cicatrices urbanas del 73». Orificios de bala disparados desenfrenadamente por los uniformados los días posteriores al golpe de Estado en contra…

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El preso que dibujó el campo de concentración de Chacabuco y sobrevivió para contarlo

Los poemas de Montealegre

“Fue el año pasado cuando buscando otros documentos me encontré con estos dibujos que empecé a revisar», cuenta Olivares. «La gran mayoría los realicé en Chacabuco, con el deseo de plasmar detalles de la vida diaria, pero privilegié aquellos instantes en que muchos mostraban su grandeza; quienes nos entretenían con su música, humor, canto, poesía y el baile”.

Como junto a otros ex presos políticos es parte de la agrupación «Memoria de Chacabuco», Olivares decidió armar una exposición para un almuerzo anual del grupo, donde mostró los dibujos y xilografías por primera vez. Uno de los asistentes en esa ocasión fue Jorge Montealegre, poeta y jefe de Extensión de la U. de Santiago.

Montealegre encontró de buena factura la muestra y propuso realizar una exposición abierta a todo público, para que no quedara sólo dentro de la agrupación.

Además, entre los dibujos el vate se encontró con dos imágenes alusivas a dos poemas escritos por él, que Olivares había copiado del diario mural para ilustrarlos. Eso «le llamó muchísimo la atención, pues desconocía la existencia de éstas», dice Olivares, quien no había tenido mayor trato con Montealegre en Chacabuco.

«En esas piezas Enrique conecta la gráfica con la literatura, ejercicio interesante en esas condiciones donde las conexiones creativas fueron imprescindibles para sobrevivir dignamente», comenta Montealegre.

El campo de Chacabuco, a pesar del horror, tuvo una intensa vida cultural que recoge el documental «La resistencia de los metales».

IMG_0530.JPG Poema ilustrado de Montealegre.

Con la ayuda de mamá

Olivares realizó la mayoría de los dibujos mientras estuvo preso. Sacarlos fue difícil, ya que la correspondencia era revisada.

«Cuando se dio la posibilidad a nuestros familiares para visitarnos, mi madre viajó hasta Chacabuco y le hice entrega de un retablo de madera donde tallé el pabellón en que vivía, con materiales reunidos en los trabajos voluntarios que ahí realicé. El marco de dicho retablo era de pino oregón y tenía un espesor de una pulgada aproximadamente. Fue ahí donde oculté gran parte de los dibujos hechos. Tenía una tapa de madera terciada que unía al marco», cuenta.

«Los dibujos más pequeños los adherí a las cartas que había recibido. Éstas eran revisadas por nuestros celadores al ingresar al campo de detención, razón por la cual ya no corrían el riesgo de volver a ser requisadas. Iban dentro de una bolsa plástica transparente».

Tras ser liberado, Olivares guardó los dibujos en su casa paterna, que compartía junto a su madre viuda y sus hermanos.

«Decidí conservarlos, porque eran el registro gráfico de mi experiencia en el campo de concentración Chacabuco, eran parte de mi historia y sin ninguna pretensión testimonial», expresa.

Tampoco se los mostró a nadie más.

«Sentía que existía poco interés por parte de la gente de conocer la historia de aquellos que habíamos vivido la prisión política, experiencia que vivimos miles de chilenos a lo largo y ancho del país».

IMG_0531.JPG

Temas latentes

Tras regresar a Santiago, Olivares quiso reintegrarse a la universidad. Elevó una solicitud, pero fue rechazada. Sobrevivió como dibujante técnico durante casi dos décadas, «con altos y bajos, producto de las crisis económicas que se produjeron en el pasado».

Finalmente, en el año 2001 fue reincorporado a la carrera. Completó con algunos cursos especiales y finalmente logró egresar. Ha sido profesor por más de dos décadas.

Hoy, cuarenta años después, a través de los dibujos, Olivares siente la necesidad de dar a conocer a los jóvenes estudiantes la historia ocurrida en nuestro país desde el golpe militar hacia adelante «y que ellos ignoran».

«Cada dibujo realizado en la prisión política es un lugar de memoria en sí mismo: un testimonio, un hecho, una obra que testifica y sobrevive», reflexiona Montealegre. «Cada dibujo da cuenta de la realización de una acción: de que se dibujó y de que esa materialidad y esa imagen contiene un relato. También, es un vestigio de que hubo una persona que tuvo la templanza para realizar ese artefacto cultural».

Para Olivares, estos temas siguen latentes porque existe en la sociedad una sensación de impunidad frente a tantos abusos de civiles y militares que se vieron involucrados en las violaciones a los derechos humanos y que aún siguen vigentes.

«Por eso el tema resulta recurrente. Y todavía falta mucho por investigar», concluye.

IMG_0532.JPG Olivares con Ximena Medina, encargada del Área de Conservación del Archivo Patrimonial de la U. de Santiago.

Tomado de: elmostrador.cl

Por: Marco Fajardo

Verdeolivo

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Enrique Olivares estudió en la UTE y el golpe le impidió titularse como profesor. La obra hecha en prisión fue sacada clandestinamente por un familiar y estuvo guardada por décadas. Hoy siente la necesidad de dar a conocer a los jóvenes estudiantes la historia ocurrida, «que sigue latente porque existe en la sociedad una sensación de impunidad frente a tantos abusos».

Este hombre ha estado en un campo de concentración de Chile y ha sobrevivido. Al igual que hiciera el arquitecto Miguel Lawner en la isla de Dawson, Enrique Olivares dibujó la vida diaria que sufrieron los seguidores de la Unidad Popular recluidos y vejados por los militares tras el golpe de Estado. Hoy esos dibujos han visto la luz y podrán ser vistos por el público.

En 1973, este hombre, Enrique Olivares, estaba a punto de titularse como profesor. Cursaba el último semestre de la carrera de Pedagogía en…

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La comunidad judía chilena en los ’70

La comunidad judía chilena en los ’70

Publicado el  por losotrosjudiosEstándar

memoria

En Latinoamérica tres fueron los principales países que, producto de la Segunda Guerra Mundial, acogieron a los judíos provenientes de Europa. Estos fueron Argentina, Brasil y Chile.

La llegada de los inmigrantes no fue fácil. Muchos de ellos arribaron al continente con nada más que con la ropa que usaban. Había incertidumbre. Había temores. El futuro se les presentaba completamente incierto.

Entonces, muy pocos identificaban el territorio latinoamericano, sus fronteras, sus riquezas, su historia.

Para asentarse en esta tierra, algunos debieron negar su procedencia, modificar sus nombres y apellidos. Incluso debieron viajar de puerto en puerto a la espera de que los países aprobaran su llegada. En el intento algunos fallecieron otros, optaron por el suicidio.

La familia materna de la periodista y traductora Maxine Lowy llegó a Argentina. Posteriormente, su madre viajó a Estados Unidos donde finalmente contrajo matrimonio con un botánico también  de familia proveniente de Hungría.

Maxine, en cambio, motivada por los procesos sociales y de elaboración de las historias nacionales recientes que se estaban efectuando en Latinoamérica, llegó a Chile en 1990.

Entonces, se interrogó: cómo la comunidad judía había vivido el gobierno de la Unidad Popular y cómo, posteriormente, se había enfrentado al régimen autoritario y de tortura de Augusto Pinochet?

Esta pregunta originó un largo proceso que finalmente la llevó a realizar el libro Memoria latente. Una comunidad enfrentada por el desafío de los Derechos Humanos en Chile (LOM Ediciones), texto que a través de una serie de testimonios reconstruye la historia de la comunidad judía en Chile entre el período de la UP y la dictadura cívico- militar.

“Sentí que había una desasociación de la historia propia y de lo que había pasado en el país. Entonces, siempre quise entender de dónde venía esa desconexión. A la vez me fui dando cuenta de que ser judío y ser judío de izquierda en Chile en sí tiene su propio desafío. Es complejo manejarse tanto en el medio institucional judío como en el medio no judío. Hay percepciones de ambos lados que es difícil manejar”, comenta la autora.

De la Unidad Popular a la dictadura

El surgimiento de la Unidad Popular despertó en la comunidad judía en Chile las aprensiones que habían nacido durante la persecución nazi y el régimen de Stalin en la URSS.

“Para los judíos de Chile, dos años de la historia contemporánea del país -1970 y 1973- acentuaron las diferencias con las que llegaron a Chile (…) La sociedad en general, estaba polarizada y los judíos no fueron una excepción. Pero la condición judía agregaba un elemento más, inexistente entre los demás chilenos: el antiguo y latente temor al totalitarismo”, escribe Lowy en Memoria Latente. 

“Hubo una histeria colectiva. Los judíos nacidos aquí sencillamente vieron amenazados su patrimonio, pensaban que les iban a quitar todo: la casa, el auto, el gato”, narra uno de los testimonios presentes en el texto.

Frente a ello, la comunidad se dividió: algunos optaron por una posición neutral, otros respaldaron la nueva administración, mientras que unos terceros, identificados con el mensaje de Allende, apoyaron el proyecto de la UP.

“Anterior al 73, la comunidad judía en Chile se identificaba con corrientes bastante moderadas. Más bien era  atraído al Partido Radical. Fue en la época de la UP donde hubo esta gran división de la sociedad chilena y la comunidad judía no era ajena de eso. Ahora, en el caso de la comunidad judía, la UP hizo aflorar las corrientes de inseguridad que asociaba el socialismo de Allende con Stalin, con persecuciones stalinistas cuando en realidad Allende había comprobado que era amigo de la comunidad”, explica Lowy.

Bajo el régimen de Pinochet, el sector conservador  que veía con mayor recelo el proyecto popular, entabló una serie de formalidades con las autoridades de la Junta Militar. De esta forma, a través de cartas, publicaciones en medios de comunicación e invitaciones, los miembros de las agrupaciones sionistas convidaron a los golpistas a sus actividades. Era una forma de diplomacia. “Hubo una radicalización de la comunidad judía hacia la derecha en el aspecto público, hacia la presencia y postura pública”, comenta la autora.

Al respecto, Lowy declara: “Con el apoyo institucional judío hacia los golpistas se instauró en el imaginario chileno que los judíos somos todos de derecha y se nubló toda la historia que vino antes y la alta participación de la comunidad judía en la UP”.

Sin embargo, desde la otra vereda, también hubo un grupo, no menor, que se instauró en la resistencia, y sufrió los efectos de la represión.

“Es muy importante resaltar que en la sociedad chilena habían judíos de ambos lados. Muchas personas estaban en la resistencia y en organizaciones de defensa a los Derechos Humanos, por ejemplo, en la Vicaría de la Solidaridad”, subraya la investigadora.

El libro también da cuenta de gestos de reencuentro comunitario en años recientes en actos de homenaje a víctimas de origen judío.

Un ejercicio de memoria

“Nos torturaban (…). Me preguntaban cosas que yo no sabía. Me preguntaban también por nombres del PC. Como entre pregunta y respuesta venía la corriente eléctrica, evidentemente dije cualquier cosa”.

Este fragmento es parte del relato de un empresario con simpatías socialistas que fue detenido junto a su hermano el día jueves 22 de julio de 1976. “Alguien tiene que haber dicho algo de nosotros. Pero uno no puede guardar rencor ni animosidad si alguien lo delata”, dice el testimonio.

Sus palabras son unas de las cuantas voces presentes en Memoria Latente.

Otro de los testimonios declara: “Fue muy muy fuerte. Esa vez detuvieron a mi esposa que estaba embarazada de siete meses. De hecho,  mi hijo nació preso”.

De esta manera, Lowy elucubra un tejido de diversos testimonios de detenidos judíos bajo dictadura. A la vez, interpone las interrogantes sobre qué es ser judío, cómo de generación en generación los relatos fueron conservados por los familiares y cómo, a través del tiempo, la historia de la comunidad judía en dictadura se disolvió hasta, muchas veces, confundirse.

Actualmente, existen cerca de 200 nombres de detenidos judíos durante el régimen impuesto luego del golpe de Estado. En tanto, la lista de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos alcanza a las 20 personas.

Frente a ello, Lowy  recalca: “Lo importante, que también sugiero en el título del libro, tiene que ver con plantear un tema moral”.

Imagen: Libro Memoria latente. Una comunidad enfrentada por el desafío de los derechos humanos en Chile.

Publicado en RadioUChile

Fuente: Nodal Cultura.

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Exilio y salud mental. Jorge Estrada Larraín se inmola en Ámsterdam

Jorge Estrada Larraín (1954-1983)
Jorge Estrada Larraín fue un rancagüino que el 19 de noviembre de 1983 se
inmoló cerca del Museo Real en Ámsterdam. Temprano ese día sábado empapó sus vestimentas de combustible y le prendió fuego. Lo hacía frente al monumento que recordaba a las mujeres que murieron en el campo de
concentración alemán de Revensbück. Jorge era un exiliado que añoraba volver a Chile. Sufría continuamente crisis psíquicas que implicaban períodos de mucha inestabilidad emocional. Las circunstancias que le tocó vivir en esos años es posible que hayan agravado su salud mental.

Estudió en el Liceo Oscar Castro y en los años antes del Golpe militar militaba en el MIR. Estudio en la Universidad de Concepción. Fue detenido por la DINA, pasa un año en cautiverio en diferentes lugares clandestinos y sometido a torturas.*

En 1974 viaja a Berlin en calidad de exiliado, pero no logra acostumbrarse, vuelve a América Latina y se radica en Buenos Aires. Sucede el Golpe en Argentina en 1976 y retorna a Europa. En Holanda logra estabilizar una vida con estudios y se asienta en la sociedad holandesa llegando a dominar la lengua. Se le precipita una nueva crisis y abandona sus estudios y deambula en diferentes casas de amigos chilenos que tratan de ayudarlo.


En 1979 viajan sus padres a Ámsterdam y deciden traerlo a Chile bajo la
recomendación expresa del Dr. Hassan Khalil, del Hospital Psiquiátrico de
Oviedo, que requería la ayuda de su familia para iniciar un proceso de
rehabilitación. Jorge presentaba una psicopatología de tipo paranoide.
Al llegar al aeropuerto no se le permite entrar, se le considera un peligro para la sociedad chilena. El Estado chileno se apoyaba en el artículo 24, transitorio de Constitución aprobada en 1980.**

En una entrevista a Sergio Fernández, Ministro del Interior de la Dictadura cívico militar, argumenta (La Tercera, 19/05/1981) que «el Gobierno mantendrá inalterable su estricta postura frente al
tema de los exilados, en la seguridad de que ella es el único camino verdadero para cumplir con su deber de garantizar la seguridad de los chilenos, y de servir la auténtica causa de los derechos humanos”.


Del aeropuerto se va a Buenos Aires por un tiempo muy corto, allí se casa y
decide irse a Holanda con su pareja, nace un hijo. Entra en un nuevo ciclo de vulnerabilidad, siente mucho miedo. A fines de 1982 decide con su pareja que ella vuelva a Buenos Aires con su hijo, una decisión de mutuo acuerdo.

La inestabilidad emocional continúa, se siente solo, escribe poesía, mantiene períodos cortos de tranquilidad, vive de allegado a familias amigas, colabora esporádicamente con la solidaridad por Chile, ve imposible volver a su país.
Opta por inmolarse como símbolo de protesta contra el régimen dictatorial que le prohíbe vivir con su familia y en su país. Inmolarse como el checo Jan Palach, (en 1969) y Sebastián Acevedo (poco tiempo atrás en Concepción, Chile)
Elige el lugar, por allí pasó muchas veces. Llega al lugar de madrugada. Hace los preparativos, le toma horas en aguerrirse, seguramente pensó en su hijo, en sus padres y esa Cordillera lejana, enciende la llama de un fósforo.
El monumento en homenaje a las mujeres del campo de concentración alemán tiene una placa que las recuerda con el siguiente texto: “A ellas que hasta en el último aliento dijeron no al fascismo”
Marco Lagunas León

  • Ver Araucaria de Chile, Nr. 25 (1984)
    ** Ver Informe a la Asamblea General de las Naciones Unidas; A/36/594 (6 nov., 1981)

Suicidio por Inmolación.

Extracto.

La palabra inmolación se refería originalmente a un sacrificio ritual (animal o humano) en honor a una divinidad. El acto de prenderse fuego se conoce como inmolación y las razones son generalmente religiosas y los inmolados eran llamados mártires, si las razones son decepciones o angustias, son llamados suicidas…

Algunos lo consideran que se trata de «una forma de protesta». «Es un llamamiento a los políticos y una acusación hacia la sociedad» que con esta forma de matarse, los suicidas, que evidentemente se sienten abandonados e ignorados por la sociedad, buscan hacerse visibles a través del fuego, símbolo de energía y de triunfo, sobre la oscuridad y la monotonía de la vida cotidiana.
La autoinmolación según algunos escritores dicen que tiene poco que ver con el suicidio porque “Las tendencias suicidas casi nunca conducen a la autoinmolación” ¿sería por el dolor inmenso al hacerlo? La autoinmolación, por todos es un acto extremo y tienda ahora a convertirse en una forma rutinaria de acción política, es un hecho muy peligroso. Lo que hace a una muerte por autoinmolación, políticamente trascendental, es su capacidad para convertirse en centro de la vida social de una comunidad o como decía en la clasificación clásica del sociólogo francés Émile Durkheim, el suicida altruista se mata por su “sensación de pertenencia a la sociedad. Se mata por ella”.

El suicidio por inmolación, nos habla de personas, de sus miedos, sus fracasos, sus necesidades y sus carencias, su forma de ver y sentir la vida como el síntoma de algo mucho más profundo.

La fugaz aparición de un detenido desaparecido

La fugaz aparición de un detenido desaparecido

En agosto del año pasado aparecieron cuatro misteriosas maletas metálicas en las bodegas del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, Cide. Contenían parte de la obra inédita del fotógrafo Juan Maino Canales, un detenido desaparecido en 1976. Fotos de pobreza y rigor que escondían una mirada sutil y bella de un Santiago que ya no existe y que, desde fines de mes, se exhibirán en Roma en su primera exposición oficial..

Por Roberto Farías / Fotografía: Roberto Farías y archivo de Juan Maino Canales


Paula 1174. Sábado 23 de mayo de 2015.

Como si bajáramos al posible mausoleo de Juan Maino, se siente manar el frío gélido del subterráneo del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, Cide. Este lugar era el emblema de las propuestas educativas jesuitas en la gran reforma educacional del ex Presidente Frei Montalva. Es una casona neoclásica ubicada en Erasmo Escala en pleno barrio universitario, que desde 1964 ocupa esta institución y desde los 90 forma parte de la Universidad Alberto Hurtado y en cuyo subsuelo el polvo, timbres viejos, máquinas de escribir y papeles parecen intactos desde los 60.

A fines de agosto de 2014, la periodista Marcela Jiménez, la encargada de comunicaciones del Cide, recibió una bolsa con material para conmemorar los 50 años del centro de investigación. Entre muchas cosas, había una serie de fotos sueltas que le llamaron la atención. Y como diría Víctor Hugo en Los miserables, ya que “las sociedades humanas suelen enterrar el espíritu de su civilización en calabozos, cementerios y bodegas”, Marcela partió al sótano para averiguar si había más fotos.

–Entre tanta cosa que encontré me llamaron la atención estas maletas metálicas como de la Segunda Guerra. Tan firmes. Y cuando las abrí me sorprendí más. ¡Eran diapositivas de los años 70!

Eran cuatro cajas metálicas verdes. En una había un diaporama con gráficos y en las otras tres, hileras de diapositivas ordenadas por tema. Eran cerca de 250 fotos.

Primero las vio a contraluz porque no encontraba un visor por ninguna parte. Tuvo que reparar uno muy viejo con cinta adhesiva.

–Y quedé prendada. ¡Es que eran tan buenas! ¡Tan bonitas!

Eran imágenes de niños. Algunos retratados en alguna escenas de educación: sumando y restando, haciendo rondas, jugando con una pelota plástica de esas que llevaban impresas el mapamundi. Descalzos. Apoyados en mediaguas precarias, en mesas chuecas, pero con caras de discreta alegría. Miradas de esperanza, no con el clásico brillo de dolor y marginalidad.

Marcela escaneó algunas en una impresora y comenzó a mostrarlas para averiguar quién podría ser el autor. Entre varios funcionarios que recorrió, de pronto el educador Juan Zuleta (con más de 40 años en el Cide) se agarró los lentes y le dijo con su voz suave y pausada:

–Son de Juanito. Sin duda.

Se quedó largo rato mirándolas ensimismado. Se tuvo que sacar los lentes para secarse los ojos.

–Hacía mucho que no las veía. De aquellos años, cuando a Juanito Maino lo detuvieron. Me produjo una sorpresa el hallazgo pero también una enorme pena–, dice Zuleta ahora.


Parte de las fotos encontradas en las cuatro maletas que estaban en el Cide.

Aquellas fotos las hacían juntos entre 1973 y 1976 para el proyecto de educación popular “Padres e Hijos”. Se las exhibían a una comunidad y luego desarrollaban una charla educativa.

Tras el golpe, el Cide, como muchas otras organizaciones de Iglesia o no gubernamentales, cumplieron un doble rol: eran el reservorio intelectual de la izquierda y, a la vez, refugio de militantes y activistas semi clandestinos.

En el Cide se refugió el cura jesuita Gerardo Whelan (famoso por la película Machuca), expulsado del Saint George’s, y el verdadero “Machuca”, el dibujante Emelin Parraguez. Y también numerosos miembros del Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu) como Carlos Ortuzar y Juan Maino Canales.


Juan Maino en un retrato que conserva su familia.

–Teníamos un fotógrafo –dice Jorge Zuleta– pero Juan era muy superior. Decidíamos hacer una foto que graficara, por ejemplo, la importancia del aseo personal, que después nos permitiera hacer una dinámica de grupo con pobladores y campesinos. Y partíamos a desarrollar la idea.

Iban a los campamentos de El Salto, Peñalolén y Quilicura.

Whelan, que lideraba el proyecto, les decía: “Hagan las fotos y vuelvan altiro”.

Maino era del MAPU y su familia no tenía idea. es uno de los tres ciudadanos Ítalo-chilenos desaparecidos en dictadura por los que el gobierno italiano inició un juicio. Sus inéditas fotos –atesoradas por sus hermanas y otras descubiertas hace poco en las bodegas del Cide– serán exhibidas en Roma.

–Pero Juan era dedicado. Primero entraba en confianza, se adecuaba al lugar, a las personas. Tenía el don de la sencillez, de la confianza. Y luego esperaba el momento, la luz adecuada. Podía pasar horas. A veces se quedaba hasta a dormir con ellos.

A pesar de los 90 mil escudos de la época que recibía (unos 150.000 pesos de hoy), Maino se tomaba varios días en desarrollar la idea e ir en su propia citroneta blanca.

–En esa citroneta desapareció o se la llevaron con él–, dice Zuleta.

EL FOTÓGRAFO DEL MAPU

Whelan discutía a gritos con Maino:

—¡Cómo va a ser tan difícil tomar un par de fotitos!

Pero eran gritos exagerados o más bien, para encubrir su verdadero nexo con Maino al resto de los funcionarios del Cide. Whelan prestaba su casa de Lo Barnechea u otros sitios para que el Mapu se reorganizara en la clandestinidad.

–Una vez tuve que pasar a la casa de Whelan y me dijo –dice Juan Zuleta–: vas a oír o ver cosas que quizá no te convenga y puede ser peligroso.

Ahí estaban Carlos Ortúzar, Eugenio Tironi, Carlos Montes (actual senador) y otros miembros de la directiva del Mapu clandestino. El resto estaba en el exilio.

Juan Maino militaba en el Mapu desde antes de la UP en la célula que funcionaba en el departamento de Artes de la Comunicación de la UC, en el centro. Como su madre, Filma Canales, era una conocida documentalista y profesora del Instituto Fílmico y una de las primeras críticas de cine en Chile, Juan Maino se conseguía con ella películas en Chilefilms y organizaba exhibiciones en las poblaciones y talleres con niños.

En eso lo acompañaba Gloria Torres, su pareja de entonces,  que estudiaba Derecho en la Universidad de Chile y también Mapu.


La encargada de comunicaciones del Cide, Marcela Jiménez, fue la autora del hallazgo: encontró 4 cajas metálicas con 250 diapositivas de Maino.

–Íbamos a los comedores populares de Lo Hermida a tomar hartas fotos de niños, era su tema –dice Gloria, hoy una abogada de familia y mediadora del Consejo de Defensa del Estado–. Siempre andaba tomando fotos. También en las marchas y actividades del Mapu.

Los Maino vivían bien. Su padre era gerente de una gran empresa lechera del sur y tuvieron grandes casas y buen pasar. Hasta que murió en 1967, poco después de separarse de Filma que, hasta ese momento, era una acomodada dueña de casa.

–Filma,entonces, renació –recuerda Bernardita, la menor de los cinco hijos Maino Canales–. Se dedicó a hacer clases, documentales, fue la primera crítica de cine de la incipiente televisión. Sin duda, ella despertó la sensibilidad artística a Juan.

Él pasó por varios colegios, como el Seminario Menor y el Patrocinio San José. Estudió unos años en Temuco y luego entró a Ingeniería Mecánica en la Universidad Técnica del Estado. Probablemente ahí se acercó al Mapu para las elecciones del 70. Y digo probablemente porque, así como muchos funcionarios del Cide, en su familia ignoraban su otra vida política. Margarita Maino recuerda que su hermano Juan siempre fue muy cuidadoso, muy discreto en cuanto a su vida política. Especialmente después del golpe.

–Creo que para no ponernos en riesgo. Por eso dejó ese testamento–, dice Bernardita.

–¿Cuál? ¿Dónde está?

–Unos días antes de que desapareciera, me pasó una carta para la mamá, con la condición de que la abriera solo si le pasaba algo. Y eso lo sabrían porque llamarían a la casa y dirían: “Juan está enfermo”. Y así fue.


En los 70, Maino era fotógrafo del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (CIDE) donde hace poco Marcela Jiménez desempolvó sus diapositivas: “¡Eran tan buenas, tan bonitas!”, dice.

Un día antes, al despedirse, no quiso acercarse a la casa en Bilbao y dejó a Margarita, de 17 años, con un televisor en la vereda de Avenida Ossa. Fue la última vez que se vieron. Dos días después recibieron el llamado: “Juan está enfermo”.

Margarita le entregó la carta a Filma. Junto con las instrucciones de ir a su departamento en Villa Portales y sacar los negativos y otras cosas, le citaba a Antoine de Saint-Exupery: “Ser hombre es, precisamente, ser responsable. Es conocer la vergüenza frente a una miseria que parece no depender de uno. Es estar orgulloso de la victoria que los camaradas han obtenido. Es sentir, poniendo uno su piedra, que se contribuye a construir el mundo”. Al final le pedía que quemara la carta y casi contra su voluntad Filma la prendió con un fósforo en plena vereda.


La mayoría de las fotos encontradas en el Cide fueron tomadas entre 1973 y 1976, para el proyecto de educación popular “Padres e Hijos”. Juan tomaba las fotos y luego hacían charlas educativas a la comunidad.

La misión secreta de Juan Maino era brindar seguridad a la cúpula del Mapu y servir de correo humano a Carlos Montes, el máximo dirigente en la clandestinidad. Si alguien quería llegar a Montes, tenían que pasar por Maino. También era el impresor y distribuidor del microperiódico Venceremos, del tamaño de una estampilla grande y que los militantes leían a escondidas.

Gloria Torres recuerda que el día antes de ser detenido discutió con Juan cuánto era posible y ético soportar las torturas sin hablar.

—Él tenía la idea que había que soportar tres días. ¿Y por qué tres días?, le pregunté a mi vez. “Porque en ese tiempo el partido se puede reorganizar completo y los compañeros se pueden esconder en otro sitio”, me dijo.

Y parece que cumplió su palabra. Luego de detenerlo en un departamento en Villa Los Presidentes en Ñuñoa, la noche del 26 de mayo de 1976, junto a Antonio Elizondo y Elizabeth Reka, entre los pocos rastros de sus últimos momentos está el testimonio de un detenido en Villa Grimaldi que reconoció el ruido defectuoso del motor de su citroneta y la voz del “Doc”, el torturador de la Dina Osvaldo Pincetti, que dijo al pasar que el dueño de ese auto “se les había ido en el primer interrogatorio”.

Sobre la mesa del departamento quedó una botella de vino, su reloj pulsera y una taza sobre la revista Foto-graph. Carlos Montes se salvó. Bautizó a su hija Juanita en honor a Juan.

A la familia de Maino, como no era militante de izquierda, le costó comprender a qué verdad se enfrentaba. Al principio hasta consultaron una vidente, que les dijo que buscaran en el mar en Concepción. Caían en las pistas falsas que sembraba la Dina, como la declaración de un chofer de la familia que dijo que Juan le había confesado que se iría a esconder a Argentina.

–Pero poco a poco fueron cediendo–, recuerda Gloria Torres. Filma, que era una señora aristócrata, se dedicó 100% a encontrar a su hijo. Iba a la puerta del campo de prisioneros Cuatro Álamos con la foto de Juan preguntando a la gente que entraba o a prisioneros que liberaban: “¿Han visto a esta persona?, ¿estará detenido acá?”. Participó en la primera huelga de hambre por los detenidos desaparecidos en la Iglesia San Francisco, en 1977.

Con los años, cuando la desaparición de Juan era irremediable, sus fotos y negativos comenzaron a tener valor de tesoro. Filma reservó una esquina de su departamento para las cajas de negativos y cartas. Eran intocables. No los prestaba. Muchos de los negativos nadie los pudo ver, sino hasta que murió, en junio de 2014. Varios de ellos son las fotos que se expondrán en Italia.


“Juan era dedicado. Primero entraba en confianza, se adecuaba al lugar, a las personas. Tenía el don de la sencillez, de la confianza. Y luego esperaba el momento, la luz adecuada”, recuerda el funcionario del Cide Juan Zuleta, quien trabajó con él.

Su primo y también fotógrafo, Pablo Adriasola, Gloria Torres, Víctor Maturana y otros amigos recordaron que Juan les había dicho después del golpe que había enterrado sus fotos del movimiento obrero.

–Era una larga serie de fotos que hizo durante la UP para un diaporama del Mapu–, recuerda Gloria.

La única pista que les dio es que las había enterrado junto a  un papayo.

–Como la familia tenía una casa en Algarrobo donde había un papayo, pensaron que era ahí. Excavaron el jardín entero varias veces y nunca han encontrado nada.

Aún de repente hacen expediciones para buscar las fotos perdidas de Juan. En la casa de los abuelos, en un jardín cercano. Bajo cualquier papayo que encuentran. Todavía no aparecen.

ENTERRAR EL MOTOR

–Alrededor de 1985 –recuerda Margarita Maino– se nos acercó un ex colaborador de Colonia Dignidad que decía que ahí habían enterrado unos autos de detenidos desaparecidos.

Se trataba del matrimonio de Georg y Lotti Packmor quienes se había fugado de la colonia. Sostenían que dos colonos cercanos al doctor Hopp, Gerard Mücke y Kart Stricker, tuvieron la tarea de enterrar los motores y carrocerías y borrar los números de serie con una lima. Los autos, entre ellos un Citroën blanco, habían sido regalados a los alemanes por el general Contreras.

–Nadie nos creyó –dice Margarita–. O en realidad los jueces nunca hicieron nada por la causa. Hasta que en 2003 tomó el caso de nuestro hermano el ministro Jorge Zepeda.

En marzo de 2005, allanó la colonia y en un campo muy retirado, ya cerca de las montañas, como si la tierra se negara a ser cómplice, apareció un barretín donde habían sido sepultados dos motores de auto.

Gloria Torres entró con Margarita casi a la fuerza. Lograron llegar al sitio.

–Y fue emocionante porque –dice Gloria– te das cuenta qué tan abierta está la herida. Instintivamente nos pusimos a sollozar con Margarita frente al motor como si fueran los restos de Juan, su cuerpo. ¡Lo queríamos sepultar, homenajear, no sé, algo! ¡Imagina el vacío!

Quizás por suerte, un miembro de la PDI interrumpió sus sollozos y les dijo que estaban llorando en el motor equivocado. Que el Citroën estaba un poco más allá. Ese era un Renault.


Las hermanas de Juan Maino: Bernardita y Margarita. Durante años su madre, Filma Canales, hoy fallecida, conservó en el departamento donde vivía un espacio intocado que cuidaba con celo en recuerdo de su hijo desaparecido: ahí estaban otras cajas con los negativos de las fotos y las cartas de Maino.

Tiempo después hicieron una romería y una especie de funeral simbólico en el lugar del entierro, que quedó registrado en el mini documental El valor de la esperanza. Y el curioso deseo de sepultar el motor, lo convirtió en obra de teatro el hijo de Gloria Torres, Leonardo González, en la obra Aquí no se ha enterrado nada, que ganó el concurso de dramaturgia de la Universidad de Chile en 2012. Antes había hecho el monólogo Madre he vuelto, que retrataba la lucha de Filma.

El hallazgo del motor de la citroneta permitió condenar a Manuel Contreras y a otro miembro de la Dina como autores de la desaparición de Maino y a tres integrantes de Colonia Dignidad como cómplices. Pero, a su vez permitió, que en 2014 se sumara el caso de Maino al llamado “Juicio al Plan Cóndor” que inició el gobierno de Italia contra militares y civiles de Bolivia, Argentina, Uruguay y Chile que se coludieron en los años setenta para detener y hacer desaparecer a numerosas personas, entre ellos 33 ciudadanos italianos.

Maino era ítalo-chileno. Su padre era descendiente de un pobrísimo tallador de muebles de Ancona, al norte de Italia. Los otros casos de ítalo-chilenos son el del integrante del MIR, Omar Venturelli, desaparecido en Temuco en octubre de 1973; el GAP socialista Juan José Montiglio, detenido en La Moneda el 11 de septiembre y desaparecido desde el Regimiento Tacna; y el del dirigente comunista Jaime Patricio Donato, detenido el 5 de mayo de 1976 y desaparecido desde Villa Grimaldi.

En mayo de 2014, los familiares de Maino y de Omar Venturelli fueron recibidos por el Papa Francisco I en Roma y por el fiscal principal de la causa italiana. Posteriormente, en una cena que organizó el embajador de Chile, Fernando Ayala, él se acercó a Margarita y le dijo:

–¿Y si hacemos una exposición con las fotos de Juan?

Así se gestó la primera exposición oficial de las fotos de Maino que se exhibirá en Roma, a partir del 1 de junio, en una sala auspiciada por la embajada de Chile y, luego, en una muestra colectiva en Milán y otra en el salón del ayuntamiento en Bologna.

–En Bologna será bonito–, dice Margarita–. El año pasado fui allá a hacer una charla a un colegio junto a una torturada uruguaya y mostramos las fotos de Juan. Fotos de niños, de esa pobreza que es tan lejana a lo europeo. Y, al mostrarlas, me conmovió su mirada, su preocupación por los niños. ¡Y pude llorar por primera vez desde que desapareció!

La ex pareja de Juan, Gloria Torres, recuerda de pronto un hecho singular. Quizá para el último cumpleaños de Juan, en febrero de 1976, le preguntó cuál sería un buen regalo y él le mostró unas cajas metálicas verdes para guardar diapositivas que vendían en la tienda Reifschneider de Huérfanos.

–Las vi y le dije: ¡Pero si unas cajas te las puedes hacer tu mismo! Pero él era riguroso, y me dijo: “Esas cajas son herméticas, están hechas para durar mucho, mucho tiempo”.

Le regaló tres. Él ya tenía una. Esas son las cuatro cajas que aparecieron 39 años después con sus fotos intactas. Juan Maino germina desde el subsuelo. ·

Juan Maino Expone en Roma

Creado en Viernes, 09 Junio 2017 18:26

Estampilla MainoJuan Bosco Maino Canales

Nace el 19 de febrero de 1949

Detenido desaparecido desde el 26 de Mayo de 1976

El 26 de mayo recién pasado se cumplieron 41 años de la desaparición de Juan Bosco Maino Canales. Víctima de la “Operación Cóndor”.

Juan Bosco Maino Canales era fotógrafo, un buen fotógrafo.

 

Foto embajada Maino 02Conmemorando el triste aniversario, la embajada de Chile en Roma realizó una exposición, con parte de su obra y a fines de este mes se publicará, en Italia, una edición con parte sus fotos.Tapa Libro

 

Escribe su hermana “ese día tan lleno de significado: 26 de mayo 2017, como homenaje a Juan y a la belleza que todavía vibra de su mirada.

A fines de agosto de 2014, la periodista Marcela Jiménez, la encargada de comunicaciones del Cide, recibió una bolsa con material para conmemorar los 50 años del centro de investigación.

Entre muchas cosas, había una serie de fotos sueltas que le llamaron la atención. Y como diría Víctor Hugo en Los miserables, ya que “las sociedades humanas suelen enterrar el espíritu de su civilización en calabozos, cementerios y bodegas”, Marcela partió al sótano para averiguar si había más fotos.

-Entre tanta cosa que encontré me llamaron la atención estas maletas metálicas como de la Segunda Guerra. Tan firmes. Y cuando las abrí me sorprendí más. ¡Eran diapositivas de los años 70! Eran cuatro cajas metálicas verdes. En una había un diaporama con gráficos y en las otras tres, hileras de diapositivas ordenadas por tema. Eran cerca de 250 fotos. Primero las vio a contraluz porque no encontraba un visor por ninguna parte. Tuvo que reparar uno muy viejo con cinta adhesiva. –

Y quedé prendada. ¡Es que eran tan buenas! ¡Tan bonitas! Eran imágenes de niños. Algunos retratados en algunas escenas de educación: sumando y restando, haciendo rondas, jugando con una pelota plástica de esas que llevaban impresas el mapamundi. Descalzos. Apoyados en mediaguas precarias, en mesas chuecas, pero con caras de discreta alegría.

Miradas de esperanza, no con el clásico brillo de dolor y marginalidad. La muestra de fotografías tomadas por Maino entre 1973 y 1976 especialmente a niños de poblaciones marginales,  fue llevada a Italia por su hermana Margarita.

Esa exposición, luego de ser mostrada en la embajada de Chile inicia una itinerancia por Florencia y Bolonia, a solicitud de entidades de DDHH y agrupaciones de familiares de víctimas.

En sentidas palabras, Margarita Maino señaló:  “Al recorrer sus fotografías, está este hombre de ojos pardos, al que no pudieron arrebatarle su integridad.Un militante que no dejó de serlo después del golpe de Estado. Por el contrario, asumió mayores y más comprometedoras responsabilidades. Esta muestra de su obra, que nunca expuso públicamente, es un caleidoscopio de imágenes diversas en cada una de las cuales está Juan Maino.

Pese a que no ha sido ni será posible recuperar su cuerpo, que sea el compartir con ustedes estas imágenes del sur del mundo, el modo de honrarlo.  Y la exigencia de justicia, el modo de dignificar su vida y sus sueños”.

Ver Muestra de la obra de Juan Bosco Maino Canales

Mas Información en Memoria Viva:

Reportaje en Revista Paula: 

Sácate la venda…

Sácate la venda

Escrito por rcb el . Posteado en //03Cine Chileno

Por Matías Jiménez“El cuerpo, primer territorio sometido y moldeado por el poder”. Michael Foucault

En lo particular, siempre he tenido una inquietud por contar algo sobre “La Venda Sexy”. Lugar que se caracterizaba por los vejámenes y violaciones de todo tipo. Se le decía la “Discoteque “, ya que para acallar los gritos de las torturas, ponían música ambiental. Este centro de torturas funcionó continua y sistemáticamente entre los meses de agosto a diciembre de 1974, aunque siguió siendo utilizada ocasionalmente en fechas posteriores. Durante el período en referencia una treintena de personas fueron muertas como producto de las torturas que les fueron aplicadas, o simplemente, fueron asesinadas.

Había una mujer, Ingrid Olderock, quien tuvo a cargo el entrenamiento del perro pastor alemán ´Volodia´-en referencia a un entonces alto dirigente del Partido Comunista- para violar a las detenidas que eran forzadas a asumir una posición que facilitara la penetración por parte del animal. También se cuenta que los “Exquisitos” de los celadores no les gustaba violarlas cuándo estuvieran con la regla, así que las chicas organizaron un plan: si una de ellas andaba en ese periodo, tenía que manchar una toalla con sangre para que las otras aparentarán andar con la regla. Me parece notable cómo ocuparon su menstruación para disminuir su opresión. Un hecho tan real y orgánico para resistir. Acto que se lleva mi profunda admiración.

Michael Foucault en su gran obra Vigilar y castigar, hablaba del panóptico, donde un vigilante se sitúa sobre una torre y custodia al castigado. Nosotros no podemos ver a nuestro carcelario, pero, sabemos de su presencia. Según Foucault: “El panóptico una construcción … (de celdas y espacios) donde cada prisionero es perfectamente individualizado y constantemente visible (a los ojos de quien observa), mientras que, desde la celda, el reo no puede observar quien lo observa si es que lo observa alguien”. La posibilidad de no verlo puede transformarse en un método mucho mas eficaz y terrorífico de control social. Así la persona vigilada es sometida a una normalización que busca individualizarla; “La disciplina ‘fabrica’ individuos; es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio” En otras palabras, por medio de la disciplina se puede enseñar a los sujetos para que sean útiles y “El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido” Por tanto, la disciplina busca fiscalizar y controlar la conducta, sus comportamientos, sus aptitudes, sus preferencias, a través de diferentes formas. Imagínense a las chicas de “La venda” que fueron atacadas por una entidad que solo pudieron escuchar y sentir, “A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las ‘disciplinas’”. En la Venda el cuerpo es expuesto como objeto de poder para ser sometido.

El documental de Gloria Camiroaga propone una nueva mirada en la concepción de este tipo de relatos, utiliza la lógica testimonial para dar cuenta de un grupo de sobrevivientes de este tenebroso lugar. Algo tiene este trabajo que lo hace diferente, hay una intención de subvertir los eslabones clásicos en la narración. La cámara no se queda fija, alejándose para asumir una diferencia. El montaje plantea un cuestionamiento a lo patriarcal y la cosificación de la figura femenina. De pronto nos encontramos entre medio con imágenes de un rodeo, donde la indolencia masculina castiga sin clemencia a otro ser. La película asume una postura mas allá de un hecho en dictadura; proclama la re valorización de la mujer bajo el yugo represor de la masculinidad.

Propuesta que remece con su desgarrador testimonio, jugando con nuestro imaginario, penetrando cada uno de los detalles de su inconsciente castigo. Hay que hacernos cargo, sacarnos las vendas de nuestro ojos. La sociedad actúa cómo los verdugos de la venda; cegándonos los ojos de una verdad que insisten con no mostrar.

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NORA STREJILEVICH: “EL TESTIMONIO NO ES UNA COPIA DE LA REALIDAD SINO SU CONSTRUCCIÓN”

NORA STREJILEVICH: “EL TESTIMONIO NO ES UNA COPIA DE LA REALIDAD SINO SU CONSTRUCCIÓN”
nora foto

Por: Andrea Zambrano

 

La escritora y académica Nora Strejilevich formó parte del encuentro “El Silencio Interrumpido: Escrituras de mujeres en América Latina” y es la autora del capítulo dedicado a literatura testimonial de The Cambridge History of Latin American Women’s Literature. Andrea Zambrano conversó con ella sobre este género, su imbricación con la literatura de mujeres y su propia experiencia como víctima y testigo de la última dictadura militar argentina.


La subversiva, la judía, la rusita. La hermana de aquel chico traviesointeligenteaudaz, que va de frente en las asambleas universitarias, al que ficharon por escribir demasiado. Gerardo, aquel chico con quien comparte de por vida esa marca de diferencia, ese apellido de segunda y de infinitos trabalenguas que a los locales les exaspera pronunciar.

A Nora Strejilevich la secuestró la última dictadura argentina un 16 de julio del año 1977, días después de ver por última vez a su hermano, aquel nene que en la infancia la molestaba por ser más chica, que le tiraba del pelo, que le hacía cosquillas, con quien se peleaba una y otra vez en el jardín de la que recuerda como una feliz casa materna. Gerardo, a quien no pudo asignarle ni un plano, ni un vector, ni una tumba. “Peores son los recuerdos que nunca podré tener: la hora en que fue arrojado desde un avión ya sea al río o al mar. Peores son las memorias que ni siquiera pueden llegar a ser recuerdos.”

El recuerdo de aquel fatídico sábado por la tarde la acompaña hasta el día de hoy. “En cualquier lugar al que intente fugarme, la historia me encuentra”. Si bien cree en el olvido como una necesidad de escape, a la escritora argentina le es imposible evadir los recuerdos. Estos vuelven una y otra vez, incluso contra su propia voluntad.

Exiliada en la gris Canadá, en donde hablar de literatura testimonial era algo totalmente inusualStrejilevich decidió avanzar, aún en profundo aislamiento, en un proyecto que la acompañaría de por vida: testimoniar su propia experiencia rememorada y la de muchos de sus contemporáneos a través de una práctica narrativa que le permitiese hablar de lo indecible, para relatar esa historia no contada, esa historia no oficial.

Nora Strejilevich se doctoró en literatura latinoamericana en la Universidad de la Columbia Británica de Canadá, país que le brindó refugio político tras haber vivido por varios años en distintos países (Israel, España, Italia y Brasil), luego de haber sido liberada del centro clandestino de detención, tortura y exterminio “Club Atlético”, ubicado en el barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires. Ejerció la docencia tanto en Canadá como en Estados Unidos, y hoy dicta un seminario sobre violencia estatal y memorias en Buenos Aires para el programa de Master de la Universidad de Middlebury, Vermont, además de ejercer como profesora emérita en la Universidad de San Diego, California.

Su obra más reconocida, Una sola muerte numerosa, publicada por primera vez fuera de su país en el año 1997, la hizo merecedora del Premio Nacional Letras de Oro para Novela, otorgado en EEUU, siendo traducida tanto al inglés como al alemán. El arte de no olvidar: literatura testimonial en Chile, Argentina y Uruguay entre los 80 y los 90, su más reciente investigación publicada, pone de manifiesto diversos relatos de experiencias traumáticas vividas en estos tres países del Cono Sur, a fin de discutir la función social que, aún hoy, cumple el testimonio como práctica narrativa en América Latina.

En tu libro El arte de no olvidar, señalas que recorriste la Argentina con un grabador buscando voces que te develaran el misterio de tu propia desaparición. ¿Cómo fue tu acercamiento con el testimonio como género narrativo?

Nora Strejilevich: Cuando vine a recorrer la Argentina mi centro fue Tucumán. En esta provincia hubo un mini golpe en el año 75, el Operativo Independencia, que fue el anticipo del golpe del 76.  Vine a fines de los ochenta y la gente de la zona que había padecido el terror durante el gobierno de Isabelita nunca había hablado. Esta era la primera vez que le  contaban a alguien lo que les había pasado. En estos casos se genera un relato intenso y novedoso incluso para quien habla: al testigo le sorprende su propia historia, que va cobrando forma. Esas situaciones compartidas fueron cruciales para mí porque pude palpar la importancia del testigo y de su versión.

Fue la contundencia de esos testimonios lo que me dio la pauta de lo importante que eran esas historias que yo recogía, seleccionando sobre todo las partes más simbólicas, más sugerentes, más misteriosas, en lugar de optar por un perfil informativo.

Yo empecé a escribir mi propio testimonio, en cambio, al tomar un curso de autobiografía y el profesor nos invitó a escribir nuestra propia historia o un ensayo. Yo escribí mi propia historia y él me instó a que siguiera. De allí surgieron los fragmentos autobiográficos que hoy figuran en Una sola muerte numerosa. Pero más que conocerme a mí misma yo quería entender ese momento histórico que significaba un antes y un después para mí misma y para el país.

Este recorrido por la Argentina fue el que me dio la pauta de un país atravesado por un coro de voces que no eran precisamente literarias pero que bien podían configurar una literatura. Por esta razón, a la hora de hacer la tesis, elegí este tema.

¿Te brindó la literatura testimonial la posibilidad de reconstruir la memoria a partir de la palabra escrita?

NS: No solo la posibilidad de reconstruir, sino además la posibilidad de crear. Estas personas, al brindarme su testimonio, iban descubriendo su propia historia.

No sabemos con exactitud qué es lo que esconde la memoria traumática. Por eso el testimonio no es una copia de una realidad sino la construcción de una realidad. El testimonio brinda la posibilidad de rearmarse, porque a través de él se reconfigura una subjetividad resistente. Ya no solo soy la víctima de lo que me hicieron sino que ahora estoy creando una historia con todas esas hilachas y esas ruinas. E incluso más que rearmar, para mí el testimonio es crear, construir(se) una vez que el peso del mundo, como dice un amigo, te aplastó, te pasó por encima, pero no te mató. Una vez que sobreviviste…

En la Microfísica del Poder, Foucault habría profundizado en la posibilidad de inducir efectos de verdad a través del discurso literario. ¿Ves a la literatura como una alternativa narrativa al horror? 

NS: Sí. Y además de alternativa concibo a la literatura como ‘lo otro’. En las escenas de tortura, el objetivo es llevarte al grito y a la desarticulación del discurso. Todo lo que no se puede decir en la tortura se puede decir en un testimonio o en una ficción o en un poema. Y cuando digo testimonio me refiero sobre todo a testimonios literarios con una intención artística, en cuyo caso el lenguaje se fuerza, se retuerce, se envuelve, se acurruca para pronunciar el sufrimiento y el dolor.

Reitero entonces que, por esta razón, a estas construcciones literarias las concibo como una alternativa, como una respuesta y como un lugar de creación en el que puede habitar otra forma de decir y de narrar.

En Una sola muerte numerosa, parte de la narración de la experiencia traumática que viviste, hace mención a tu origen judío. ¿El contar en esta obra la historia de tu familia través de una narración intertextual, se constituye como una forma de aludir también a la historia de la persecución judía? ¿Es una forma de dejar registro de un presente traumático descendiente del crimen y el horror del pasado?

NS: El objetivo durante la dictadura fue acabar primero con los llamados subversivos, o sea con los Montoneros y otras organizaciones revolucionarias, y en segundo lugar con los judíos. Al menos eso es lo que me dijeron cuando me interrogaron por judía. En relación al vínculo con lo que fue el genocidio más paradigmático del siglo pasado, yo diría que el nuestro es una reencarnación simbólica. Se pueden por supuesto enfatizar las diferencias, que son muchas, pero el Mal con mayúsculas va asumiendo formas emparentadas. Quiero decir que hay un mismo ADN en la genealogía del Mal. Y yo creo, por eso mismo, que es fundamental marcar las similitudes. El Holocausto fue el primer experimento del siglo XX donde realmente se llevó a cabo un crimen dentro del crimen, donde se trató de exterminar y al mismo tiempo de borrar las huellas de la masacre, para negarla y para afirmar que nunca existió lo que había existido. Eso fue también lo que intentaron hacer acá en la Argentina con los desaparecidos, enviándolos a la Noche y a la Niebla. En ese sentido quise subrayar los vasos comunicantes.

A nivel personal el tema me atraviesa por donde lo mires: tengo tres abuelos cuyos hermanos murieron en Auschwitz, y tanto mis dos primos hermanos, Hugo y Abel, como mi hermano Gerardo y su novia, Graciela Barroca, son desaparecidos.

Puedo afirmar entonces que el terrorismo de Estado se constituye como un descendiente directo del nazismo por lo paradigmática que fue la Shoá, y que yo soy, a nivel familiar, descendiente directa  de las fábricas del horror, que me dejan vivir pero con la imborrable marca que deja la tragedia colectiva.

Este libro se publicó en la Argentina en el año 2006 justo a 30 años del golpe militar. ¿Qué sentiste al ver que este testimonio se trasladaba al lugar al que debía pertenecer?¿Cómo te sentiste al saber que este cúmulo de historias comenzaba a circular dentro de tu país? 

NS: Hubo dificultades para publicarlo acá. En la presentación que hicimos en 2006 en Buenos Aires, Tununa Mercado hizo notar cómo el texto circulaba en fotocopias, cómo la gente lo leía todavía como se solían leer materiales prohibidos que circulaban durante la dictadura, aún cuando ya estábamos en democracia y se publicaban testimonios sin tanta censura. Tal vez porque yo no vivía acá o porque no di con la editorial adecuada, el mío no salía. Hasta que una editorial de Córdoba se hizo cargo de la edición, y me emocionó que por fin el libro se lanzara en la Argentina porque lo había escrito pensando en que se leyera acá. Hay allí muchas cosas que alguien de afuera no entiende de una manera tan exacta, cosas que no las expliqué porque iba dirigido sobre todo a un público local. Incluso en la traducción al inglés hubo que agregar una suerte de glosario. Sin embargo, aunque fue muy emotiva y reflexiva la presentación, con la participación de quien ya mencioné, Tununa Mercado, de Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, y de Alejandro Kaufman, el evento no trascendió. Si bien se hizo en una sala del gremio de periodistas, no hubo ni una sola nota ni una sola reseña en ningún periódico. No se le daba al tema, aún en esta época, la difusión que merecía. Es llamativo. En la Argentina no asocian el trabajo literario con el testimonio y supongo que algunos periodistas a los que contacté pensarían: “bueno, un libro testimonial más, ya sabemos de qué se trata.”

Sin embargo hubo otra instancia en la que el libro formó parte de una intervención pública por los derechos humanos que atesoro como hecho significativo a nivel comunitario y personal. Me refiero a una lectura que hice de la primera página de mi libro, que es el relato de mi secuestro al Club Atlético, justamente en el ex Club Atlético, el centro clandestino transformado en Espacio de Memoria. Leer en ese lugar mi recuento poético del trayecto de mi casa a ese preciso lugar me hizo sentir que la palabra es, como ya dije, resistencia y, además, núcleo de transformación.

¿La literatura testimonial en América Latina es un campo en el que se han destacado las mujeres?

NS: Desde que se han producido estos genocidios en América Latina han sido las mujeres las que siempre han resistido, por uno u otro motivos. Me refiero a la denuncia, a la construcción de movimientos por los derechos humanos, a las intervenciones públicas. Gran parte de los movimientos han sido de mujeres, desde Centroamérica hasta acá. Para mí el testimonio es un género muy afín a la mujer, y eso se detecta desde los primeros libros en los que las mujeres militantes cuentan sus experiencias, como por ejemplo Si me permiten hablar de Domitila Barrios, o Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia escrito por  Elizabeth BurgosDebray. Se trata de mujeres que empezaron a tomar el micrófono y a dar testimonio y de mujeres que hicieron una tarea de montaje y lograron que se los publique. Estos son pasos de un proceso que va de la mano de la participación de la mujer en la cultura, en la política, en los movimientos sociales.

Y digo que es un género afín a la mujer porque a la mujer le resulta indispensable que su voz incluya el registro de la intimidad. Hacer público lo íntimo es un acto político. Al salir a la plaza a marchar por sus hijos, al apropiarse de la palabra de la intimidad y mostrarla, la mujer está llevando a cabo un acto político. Poner sobre la mesa la desesperación, el dolor, el desgarro de las experiencias traumáticas, es un acto político. Es en ese nivel en el que se han destacado las mujeres. Tal y como afirmó la escritora nicaragüense, Ileana Rodríguez, en el Encuentro El Silencio Interrumpido, la mujer tiene la habilidad de retrotraerse a sus historias ancestrales. Esa forma de escribir, hablar o pensar es muy propia de la mujer. Lo que antes era visto como defecto, lo que la caracterizaba como el sexo débil, ahora, a partir del siglo pasado, se torna virtud. Las mujeres contamos con rizomas.

Si bien nombres como el de Rodolfo Walsh destacan, al menos en la Argentina, por inaugurar una nueva forma de narrar los hechos a través del periodismo de investigación, ¿qué nombres de mujeres latinoamericanas destacas dentro del estudio y rescate de la literatura testimonial? 

NS: Emma Sepúlveda fue una de las primeras que escribió sobre el testimonio de mujeres en Chile, por lo tanto, el suyo es un trabajo pionero. Además, en el movimiento que hubo en EEUU, Estudios Subalternos, se destacan John Beverley, Ileana Rodríguez y otros que rescataron testimonios centroamericanos como parte de la lucha y la resistencia de esa región. También Doris Sommer, igualmente en EEUU, estampó la expresión del ‘yo plural’ para definir al testimonio. Y Margaret Randall fue otra pionera en estudios del testimonio. Hay muchas estudiosas del testimonio fuera de la Argentina.

Dentro del país, recuerdo a Beatriz Sarlo, quien, aunque criticándolo, escribió sobre el tema. También a María Sonderéguer, a Rossana Nofal, y a Leonor Arfuch, que escribió sobre biografía y testimonio, vinculando ambos géneros. En cuanto a las que han escrito testimonios del genocidio argentino puedo nombrar a Alicia Partnoy, a Susana Romano-Sued, a María del Carmen Sillato y a mí, entre otras. En Chile a Nubia Becker, quien narró su experiencia en un campo de concentración de Santiago, Villa Grimaldi. Y hay muchas más.

¿Circulan los trabajos de estas mujeres en el continente y/o fuera de él, o presentan dificultades para ser editados y distribuidos? ¿Cómo es la relación del mercado editorial con la literatura testimonial y sobretodo con el trabajo de estas mujeres?

NS: Hay concursos literarios que premian a la novela y/o al ensayo. En Cuba se premia el testimonio, pero fuera de ese desconozco otros concursos donde figure una sección para el testimonio. Por eso mi trabajo lo mandé a un concurso de novela, y ellos lo consideraron como tal. Yo no tengo problema, ya que se trata en todo caso de narrativa, pero muchos jurados no quieren considerar novela a un trabajo en el cual hay material documental, y en el cual el o la protagonista tiene el mismo nombre que el o la autora que figura en la tapa. Escribí otro libro con esas características y se presenta el mismo problema.

El testimonio es un género híbrido muy difícil de ubicar, especialmente cuando tienen un trabajo estético que resulta tan prioritario como en una novela. Los otros, que son más directamente discurso oral registrado, o ensayo, tienen un público y una entrada mucho más directa. Hay ciertas editoriales que se comprometen con ese tipo de textos y que producen eventos políticos por tiempo determinado para darles circulación, pero inmediatamente después desaparecen de los estantes. No obstante, acá hay un público lector para ese tipo de libros, y lo hubo especialmente en la época del kirchnerismo, cuando se le dio salida a libros más directamente testimoniales, sobre todo de figuras políticas. Pero en general este tipo de literatura, tanto por ser testimonial como por ser de mujeres, tiene mucha más dificultad de circular que la novela propiamente dicha.

Yéndonos a la academia, a los programas de grado y posgrado. ¿Es la literatura testimonial tomada en cuenta en planes de estudio?        

NS: Por lo que he conocido de cerca últimamente, es muy difícil que esto entre en la academia porque no forma parte de los programas tal y como están armados. En EEUU y Canadá, donde viví, tuve la suerte de que este libro entrara en los circuitos universitarios, como lectura de cursos dictados en programas de Estudios Latinoamericanos que se empezaron a abrir a otras tendencias, porque la literatura estadounidense contemporánea es mucho más híbrida, y por ende esta narrativa se acepta más.

En nuestros países los programas de estudio son mucho más tradicionales. No obstante, muchos profesores y profesoras tienen actualmente la capacidad de vincular todo tipo de disciplinas con temas relacionados a la memoria, lo cual es muy loable y abre debates. Pero este tipo de bibliografía no es la que abunda, sino más bien los ensayos, que en general tienen más presencia en las universidades. La crítica negativa que se le hizo al testimonio, al que no se lo considera (al decir de Beatriz Sarlo) capaz de elaborar intelectualmente lo acontecido, restringió sus posibilidades. Sin embargo, estoy convencida que el testimonio es un género que debe enseñarse en las universidades para que la literatura palpite con experiencias vividas y la historia gima desde cuerpos concretos.

¿Te encuentras trabajando en algún otro proyecto actualmente relacionado con la literatura testimonial?

NS: Quiero desligarme de la escritura académica. De hecho, me hubiera gustado escribir mis libros de ensayo (el ya nombrado y La escritura y la vida, un manuscrito que acabo de terminar) de una forma más personal. Hay palabras que faltan en lo académico.

Por otra parte, tengo un proyecto que aún está en veremos en Canadá. Hay un músico que no es argentino pero que hace rock argentino, que quiere hacer una ópera rock en Vancouver sobre la historia de una hija de desaparecidos, y me pidió a mí que la escribiera. Así que es algo totalmente distinto para mí, pero es un proyecto que me atrae. Yo quiero cultivar el decir desde el arte, tengo más predisposición para esa vertiente.

Por otra parte, acabo de terminar otro libro, El viaje perpetuo, una serie de viajes de alguien traumatizado por la memoria del horror que trata de huir de ella pero siempre cae y se entrampa. Es una persona que, al realizar todos estos intentos de fuga, siempre se encuentra con la misma historia. Ese alguien soy yo, y aunque no lo pensaba narrar en primera persona, finalmente pensé que no podía evadirme del testimonio. El libro todavía no ha salido, veremos si alguien lo quiere publicar (risas).

Desde tu rol de escritora latinoamericana, ¿Cómo crees que deba escribirse la historia de la literatura de mujeres en América Latina?

NS: Participando en proyectos como el libro The Cambridge History of Latin American Women’s Literature, editado por Ileana Rodríguez y Mónica Szurmuk, del cual formé parte escribiendo un artículo sobre literatura testimonial de mujeres en América Latina. Yo creo que esa es la mejor manera. Este libro narra una historia que empieza mucho antes de la llegada de los españoles y que rescata el aporte de las mujeres desde el viaje, desde el testimonio, desde la narrativa, desde el ensayo, desde la novela, desde todos los lugares. Porque la literatura es todo lo que sea historia; la literatura son todas esas vivencias contadas desde una forma viva y no con un lenguaje técnico. La idea es cultivar esa otra manera que tenemos las mujeres de contar lo que nos duele, lo que nos obsesiona y nos hace ser quienes somos, lo que nos permite apropiarnos de nuestra experiencia mediante la palabra.

¿Crees que en el rescate de esa historia no contada, de esa historia no oficial, el género testimonio tiene aún un desafío mayor al rescatar las voces de mujeres víctimas de horrores como las dictaduras del Cono Sur?

NS: Yo creo que esta es la era del testigo. Si hay proyectos que consisten en borrar las huellas y borrar la historia, el testigo pasa a ser la prueba más importante del crimen. Y más significativo es aún si ese testigo es una mujer, porque en general las mujeres no cesan en su intento de encontrar y transmitir lo que para ellas cuenta, las mujeres se destacan por su persistencia. Alguna vez le pregunté a una Madre de Plaza de Mayo por qué existían Madres y no Padres, y su respuesta fue que las mujeres están acostumbradas a hacer todos los días labores consideradas por la sociedad como inútiles, pero que ellas las siguen haciendo (como limpiar la casa). Y entonces este aprendizaje les sirve, y siguen acudiendo a diario a lugares donde saben que les cierran puertas, donde saben que van a recibir un ‘no’ como respuesta. No obstante, las mujeres, acostumbradas a insistir en tareas sin destino, de alguna manera persisten hasta obtener increíbles resultados, porque la micropolitica presiona y empuja a la macropolítica. Esa es la filosofía de las Madres de Plaza de Mayo. La suya es una marcha que no acaba nunca, y esa insistencia marca un hito en el tipo de militancia que surge con ellas y que se ramifica en una serie de brazos, todos inspirados en la estrategia incansable de machacar.

Estas voces y estos cuerpos que reiteran y reiteran son un caleidoscopio en movimiento perpetuo, dispuesto a nombrar su lucha hasta que sus consignas sean oídas y respondidas.

Hacer Memoria antes de Google. La Historia Oculta de la Historia Oculta

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HACE 30 AÑOS, SEMANAS DESPUÉS DEL PLEBISCITO DEL 5 DE OCTUBRE DE 1988, EL DIARIO LA ÉPOCA PUBLICÓ EL ÚLTIMO FASCÍCULO DE “LA HISTORIA OCULTA DEL RÉGIMEN MILITAR”, LA MÁS COMPLETA INVESTIGACIÓN PERIODÍSTICA ESCRITA SOBRE LA DICTADURA. LANZADA LUEGO COMO LIBRO, LA OBRA SE CONVIRTIÓ EN UN CLÁSICO DEL GÉNERO. UNA ENTREVISTA CON SUS TRES AUTORES -REALIZADA POR ACADÉMICOS DE LA ESCUELA DE PERIODISMO UDP-, ENTREGA DETALLES INÉDITOS SOBRE CÓMO LOGRARON REPORTEAR LA TRASTIENDA DE PINOCHET EN EL PODER.

 

 

-Dame un pucho -dijo el conscripto- No he fumado en todo el día.

-¡Nada de cigarrillos! -gritó un suboficial, a cierta distancia-. Mi general dijo que ni una luz.

El diálogo ocurre la madrugada del 12 de septiembre de 1973, entre soldados que custodian los escombros humeantes de La Moneda. En Santiago reina el toque de queda y los conscriptos están cansados y nerviosos.

Así parte “La historia oculta del régimen militar”, la investigación periodística que cubre los 17 años de la dictadura de Pinochet, desde las violaciones a los derechos humanos hasta las soterradas disputas entre los miembros de la junta. La obra fue lanzada por primera vez hace 30 años, en el desaparecido diario La Epoca, mediante fascículos semanales que culminaron con la cobertura del plebiscito del 5 de octubre de 1988.

Los autores eran los periodistas Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, tres compañeros de carrera en la Universidad de Chile que, en las postrimerías del régimen, trabajaban en La Epoca como editores. Amigos, voraces lectores y cinéfilos, se propusieron hacer un relato rigurosamente periodístico, aunque con giros literarios acotados que lo intensificaran. Así surgió la idea de partir con la escena de los soldados custodiando La Moneda destruida. Luego, la trama va ampliando el foco hasta graficar en toda su magnitud la tragedia del quiebre democrático.

Se propusieron escribir unos 25 capítulos, robándole tiempo a la frenética labor periodística de esos días. Para no verse “pillados” por la contingencia, tenían listas cuatro o cinco entregas cuando el primer capítulo se publicó con el diario. Pero muy pronto estaban sobrepasados, cerrando los fascículos el día antes. De los 25 capítulos proyectados escribieron más de 50, el último de ellos con detalles de cómo la noche del 5 de octubre un amargado Pinochet, en La Moneda, se vio obligado a aceptar la derrota. La obra completa ha sido reeditada varias veces como libro.

Hace algunos años, a instancias de dos periodistas e investigadores de la Escuela de Periodismo UDP, los tres autores hablaron por separado de esa experiencia. El resultado es esta entrevista a tres voces sobre una de las investigaciones periodísticas más emblemáticas de la historia chilena reciente. Un extracto de este registro fue publicado el domingo 30 de septiembre en Reportajes del diario La Tercera. Acá su versión completa.

¿Cuando decidieron escribir esta serie tenían algún modelo o referente periodístico que se acercara a lo que querían hacer?

A. Cavallo: Acá en Chile no, que yo recuerde. Sí teníamos claro que había que hacer un relato que requería de ciertos giros literarios muy acotados. Por ejemplo, partir con detalles y ampliar el foco, que técnicamente es un recurso no periodístico.

M. Salazar: Tengo la impresión de que un referente fue un trabajo que habían hecho años atrás las periodistas Marcela Otero y Malú Sierra en la revista Hoy, el primer reportaje en la prensa chilena sobre los detenidos desaparecidos y la DINA. Era un trabajo por capítulos estupendo y que tenía un nombre parecido. A nosotros desde el comienzo nos pareció que lo que debíamos hacer era contar de otra manera lo ocurrido durante la dictadura, desde sus inicios hasta donde llegásemos. Yo tenía la formación de la agencia UPI. Cuando tú escribes para agencias internacionales redactas textos que tienen entre tres mil y ocho mil caracteres, no más. Y tienes que privilegiar el color, los datos pasan a ser un anexo. Lo que importa es el relato, que sea una buena historia. Algo muy propio del periodismo anglosajón.

O. Sepúlveda: Los tres somos de la misma generación de la Escuela de Periodismo de Universidad de Chile, pero hasta donde recuerdo no teníamos ningún referente como guía. Nunca por lo menos lo conversamos (…) La idea era hacer una obra novedosa, recrear los hechos a través de imágenes que pudieran acercar al lector a la trama, para que no fuera tan árida. Como si estuviera viendo una película. Los tres éramos buenos lectores, nos gustaba el cine. Eso influyó.

¿Manejaban las técnicas del periodismo de investigación de manera sistemática o intuitiva?

M. Salazar: De una forma más sistemática, por nuestra trayectoria profesional. Los tres empezamos a trabajar en periodismo por ahí por 1978 y ya llevábamos casi 10 años cuando empezamos la serie. Era una época durísima donde aprendías mucho. Tenías relación con periodistas extranjeros que venían a Chile, gente que te enseñaba mucho.

A. Cavallo: No tuvimos ramos del periodismo de investigación en la universidad, pero teníamos muy claros los estándares del periodismo de investigación norteamericano. No es que los aplicáramos todos, pero sabíamos que había procedimientos como los del caso Watergate en el Washington Post. Yo por lo menos me acuerdo de haber tenido esa conciencia de cruce de fuentes desde bastante temprano en mi carrera.

“A LOS 15 Ó 20 CAPÍTULOS ESTÁBAMOS PILLADOS”

¿Hicieron una capitulación previa antes de lanzarse a escribir?

O. Sepúlveda: Hicimos un esqueleto inicial. Al comienzo definimos unos 25 capítulos, pero terminamos con más de 50. El libro tiene una estructura que se justifica sólo por la forma en que fue hecho: a medida que íbamos investigando se nos completaba el cuadro. Por eso trabajamos mucho con flashbacks, porque nos surgían datos sobre temas que ya habían quedado atrás. Entonces, en capítulos posteriores teníamos que volver a profundizar aspectos valiosos.

M. Salazar: Hicimos una primera capitulación antes de reportear nada. Logramos el visto bueno del director del diario [Emilio Filippi] y creo que trabajamos menos de un mes preparando los cuatro o cinco primeros capítulos antes de publicar la serie.

A. Cavallo: Incluso, cuando partimos no estaba clara la fecha del plebiscito, pero ya habíamos anunciado a los lectores que la serie llegaba hasta ahí. Estuvimos trabajando un mes o algo más en hacer entrevistas y reuniendo papeles, pero a ciegas. En general no sabíamos lo que andábamos buscando. Recuerdo haber ido a entrevistas donde preguntaba: “Oiga ¿qué pasó el ‘75 en general?”. Tengo la idea de que alcanzamos a producir unos 3 ó 4 capítulos antes de partir, como colchón para que no nos pillara la máquina. Pero ya a los 15 ó 20 capítulos estábamos pillados, cerrando capítulos el día anterior.

¿Cómo repartieron el reporteo y la escritura?

M. Salazar: Nos guiamos por los temas que habíamos reporteado cada uno hasta ese momento. Yo me hice cargo de los temas de derechos humanos, represión e izquierda. Ascanio Cavallo tomó la política palaciega y los partidos que estaban relativamente institucionalizados en los ‘80, como la DC. Oscar Sepúlveda tomó las relaciones internacionales y otros asuntos similares. Todos nos hicimos cargo de capítulos específicos, pero gracias al background de cada uno también aportábamos a los capítulos de los otros. Si Oscar, por ejemplo, estaba trabajando en tal tema, lo que teníamos Ascanio y yo al respecto lo dejábamos en su carpeta y también le aportábamos fuentes. Eso fue posible fundamentalmente por nuestra relación de amistad y confianza.

A. Cavallo: Manuel Salazar tomó todo lo que era la represión de la izquierda, la subversión y los temas de derechos humanos, una línea que parte con el exterminio del MIR y que termina con el FPMR. Oscar tomó temas de relaciones exteriores como el Filipinazo y episodios políticos como la venida del Papa Juan Pablo II a Chile. Yo tomé los temas relacionados con fuerzas armadas e itinerario político.

O. Sepúlveda: Cuando uno entrevistaba a una fuente salía con mucha información, porque la idea era aprovechar cada entrevistado para sacarle toda la información posible sobre el periodo que la fuente conocía. Después carpeteábamos los datos y hacíamos una división de antecedentes. Entonces, junto con iniciar este temario con estos 25 capítulos iniciales, empezamos a repartirnos los temas: “Tú te encargas de estos cinco capítulos, tú de estos otros cinco”. Con la Iglesia Católica repartimos más las cosas. Yo trabajé muchísimo en los capítulos finales de la venida del Papa. Ascanio trabajó bastante el rol que jugó la Iglesia en los inicios del régimen.

BUSCAR SIN GOOGLE

¿Qué tan importante fue el trabajo previo de recopilación de información?

M. Salazar: Es fundamental en este tipo de periodismo. Tienes que verlo y tenerlo todo. Hace unos años un periodista tuvo problemas con un empresario, Julio Ponce Lerou, porque publicó una información usando como base un reportaje de la revista Cauce de los años ’80. El periodista no captó que al número siguiente la revista tuvo un desmentido de Ponce Lerou. Se quedó sólo con el reportaje original y no revisó sus reacciones. Eso es muy frecuente.

A. Cavallo: Nos dimos cuenta que había mucha información publicada en los diarios. En El Mercurio, por ejemplo, salían parrafitos de enfrentamientos entre la subversión y los aparatos de seguridad. Entonces, uno podía saber datos como la fecha y el lugar. Era largo de hacer, sin google, con archivos de papel. Ocupábamos el archivo de La Época y también la Biblioteca Nacional. Además, ocupábamos archivos de la Iglesia Católica sobre derechos humanos. La Vicaría de la Solidaridad había publicado varios libros y documentos resúmenes muy ordenados. Entre las revistas era especialmente valiosa Qué Pasa, que tenía una sección llamada Ojos de la Llave con mucho material. Después, en los ’80 la sección política de Qué Pasa se puso muy valiosa. Ahora, siempre eran más indicios que información procesada. Obviamente, también hay que contar las revistas que surgieron en los ’80: Hoy, Apsi, Análisis.

O. Sepúlveda: Había que recorrer desde El Mercurio hasta la revista Análisis.

¿Los archivos de la Vicaría fueron los más valiosos a los que tuvieron acceso?

M. Salazar: En el tema de los derechos humanos a lo mejor, aunque en ese ámbito también logramos hablar con protagonistas, gente que por ejemplo había estado clandestina. Además, accedimos a otros documentos completamente desconocidos en ese tiempo: decretos, comisiones legislativas, mucha información policial de Investigaciones. Yo creo que durante varios años se acostumbró en Chile a utilizar las investigaciones judiciales sobre casos emblemáticos para hacer libros. Tomabas el proceso judicial y escribías el libro. Nosotros nos resistíamos a eso. Íbamos más allá del dato frío. Para nosotros también era importante saber contar la historia.

¿Hubo libros que les resultaran valiosos?

A. Cavallo: Hubo uno que nos dio mucho material, “El General Disidente”, de Florencia Varas [Editorial Aconcagua, 1979]. Tenía indicios de hechos que luego reporteamos y resultaron ser grandes. Además, tuvimos acceso a prácticamente todos sus protagonistas. Obtuvimos documentos como las cartas de la crisis al interior de la junta militar, con motivo de la consulta de 1978 [en capítulo 18, Asonada en diciembre, cuando Pinochet decidió hacer una consulta a la ciudadanía para rechazar la condena de la ONU a Chile por la situación de los derechos humanos, lo que fue resistido por el general Leigh]. Otro libro importante es “Asesinato en Washington”, de John Dinges y Saul Landau [Assassination on embassy row, Editorial Pantheon, 1980].

Resultado de imagen para “El General Disidente”, de Florencia Varas [Editorial Aconcagua, 1979]

“ERAN MAYORITARIAMENTE FUENTES DE GOBIERNO”

¿Cómo consiguieron que fuentes del propio régimen hablaran para este proyecto?

O. Sepúlveda: A nuestros primeros entrevistados les contábamos que íbamos a cubrir una serie de hechos que la prensa de la época había omitido. Toda esta gente en general entendió, y a eso probablemente contribuyó que los primeros capítulos tuvieran un cierto peso, un cierto tono que influyó mucho: cuando empezamos a publicar, las fuentes se multiplicaron.

M. Salazar: En el contexto político del momento, parte importante de la derecha estaba muy dispuesta a la transición. Hubo gente de ese sector que nos ayudó harto, incluso a convencer a otras fuentes para hablar. Otro actor importante fue la Iglesia Católica, partiendo por el cardenal Raúl Silva Henríquez. Esto hizo que personas que nunca imaginamos nos hablaran. Eso sí, con el compromiso ya claramente establecido después de ver los primeros capítulos de que el resguardo de la fuente no se iba a romper.

¿Cuántos entrevistados tuvieron en total?

A. Cavallo: Hasta donde recuerdo eran cerca de 140 personas, aunque las horas de grabación eran muchas más. Eran mayoritariamente fuentes de gobierno. En segundo lugar venían los entrevistados de oposición. Sobre estas últimas, evitamos en lo posible hablar con los dirigentes de primerísimo nivel, salvo para chequear información. Si no, convertíamos la trama en una suerte de santería civil y nuestro foco era el gobierno.

O. Sepúlveda: Mi cálculo es que usamos cerca de trescientas fuentes, aunque es una estimación mía, que los demás autores no tienen necesariamente que compartir.

¿Por qué optaron por usar casi exclusivamente fuentes en “off the record”?

M. Salazar: Antes de que los primeros capítulos salieran nos encontramos con bastante gente que estaba dispuesta a hablar, pero que no quería ser mencionada. Nosotros en La Época teníamos un manual de estilo, que decía que todas las fuentes debían citarse, salvo en casos extraordinarios. Pero el libro partía con los primeros años de la dictadura, los más complicados. Y al empezar a reportear la mayoría de la gente no quería aparecer con su nombre. Ese era un lío, por lo que decidimos no poner fuentes, salvo alguien que pidió expresamente ser mencionado: el abogado Jorge Ovalle Quiroz [asesor del comandante en jefe de la Fach, Gustavo Leigh].

A. Cavallo: Si poníamos un episodio con fuentes y otro sin fuentes el primero iba a ganar fuerza en desmedro del otro. Además, trabajamos sobre la convicción de que en el ambiente de la época pretender tener sólo fuentes en on the record era una demencia. Ahora, la inmensa mayoría de las entrevistas las grabamos en cintas, no obstante ser pactado en off the record.

O. Sepúlveda: Había gente que no tenía problemas en que citáramos su identidad, pero se trataba de casos en que nosotros teníamos información que avalaba lo que nos decían. Sin embargo, la mayoría te pedía inmediatamente el off the record como condición para hablar.

¿Qué reglas utilizaban para trabajar con fuentes en off the record?

O. Sepúlveda: Teníamos clarísimo el principio ético básico de no revelar jamás a una fuente en la investigación, ni al conversar con otros entrevistados ni en el texto. Tampoco quisimos nunca confundir nuestra misión de periodistas con la de un investigador policial, ni hacer denuncias en los tribunales ni arreglar cuentas con la historia. Simplemente ser testigos y retratar.

A. Cavallo: Nosotros nunca hemos dicho quiénes nos hablaron, pero una vez Mónica Madariaga [ex ministra de Justicia y Educación de Pinochet, fallecida en 2009], al presentar sus propias memorias, dijo: “Yo quiero decir que fui una fuente”. Con ella la cantidad de horas de grabación fue inmensa. Y ella siempre partió sobre la base de que no revelaríamos unilateralmente su identidad.

¿Qué resguardos tomaron para evaluar la información de las fuentes “en off”?

M. Salazar: Para reproducir un hecho delicado había que encontrar tres fuentes distintas que contaran la historia de una manera aproximada. Ahí entraba el recurso de la novelización de la trama: darle atractivo y estilo al relato, lo que a mi juicio fue un acierto.

¿En qué episodios requirieron de tres fuentes para chequear la información?

M. Salazar: Uno de los episodios más comentados es una reunión del círculo más pequeño de Pinochet, donde Pinochet golpea una mesa de vidrio y la rompe, en medio de una pelea con el general Gustavo Leigh [en el capítulo 3, Fractura en el piso 22]. En esos momentos el episodio era bastante difícil de creer. Ahora, especialmente para la gente que tiene cierto manejo en estos temas, se puede identificar qué fuentes hablaron, pero en ese momento era súper complicado, porque las fuentes eran muy restringidas.

A. Cavallo: Al narrar el viaje fracasado de Pinochet a Filipinas, Oscar Sepúlveda logró reconstruir visualmente detalles inimaginables. Incluso llegó con una foto de la placa de auto que iba a usar Pinochet en esa visita.

En algunos pasajes ustedes omiten información, como en el capítulo 14, “Los años de gloria de la DINA”, donde no ponen los nombres de las empresas proveedoras de la DINA porque no tenían la certeza de que esas firmas supieran que trabajaban con ese organismo.

M. Salazar: Me parece que uno debería dejar espacio para la duda cuando no hay certeza. Decir: “Hay fuentes que dicen esto, pero nosotros no fuimos capaces de saber si es verdadero”. Ese tipo de aclaraciones nosotros tres la compartimos hasta ahora. Probablemente otros periodistas también. Pero muy pocos medios te permiten hacer eso. Los medios quieren acercarse al máximo a la verdad y eso no siempre se logra.

UNA DELEGACIÓN DE LA DINA EN EL DIARIO

¿Dónde se reunían con fuentes confidenciales como ex miembros de la DINA u oficiales de Ejército?
M. Salazar: En los lugares más extraños, lo que es típico de esa clase de fuentes. Por ejemplo en una plaza, con un tipo que se te acercaba y te decía: “Caminemos”. Me acuerdo de haberme juntado con una fuente en la ribera del Mapocho, con el tipo súper nervioso. O cuando hablabas con la ultraizquierda, que te hacían subirte a un auto y te llevaban para acá y para allá.
A. Cavallo: Hicimos el quinto capítulo del libro sobre la DINA, Las cuatro letras del miedo. Era un capítulo con información más o menos pública, a la que sumamos antecedentes inéditos de Manuel Salazar. Pero luego de publicarlo nos llamaron ex agentes de la DINA, quejándose porque no les habíamos preguntado. Entonces, hicimos otro capítulo, Dina: los años de gloria, con los datos aportados por una delegación de ex agentes que llegó al diario. Los ex DINA sentían que habían tenido que hacer el trabajo sucio, pero que el modelo económico lo estaban disfrutando otros. Se suele olvidar que la DINA tenía un modelo económico propio. Su división económica había investigado a los grupos empresariales, a los ricos, no a los pobres. Entonces, estos entrevistados estaban preocupados de reivindicar esa parte. Pero como eran bastante toscos, de paso te contaban una cantidad de brutalidades desconocidas. Con mucho orgullo nos contaron que tenían bajo control a todos los embajadores que vinieron a la Sexta Asamblea de la OEA en Santiago [1976], gracias a la “compañía” de sus mujeres de la Brigada Femenina.

¿Hubo información que no lograron chequear y publicar o que omitieron por posibles represalias?

O. Sepúlveda: Más que omitir información por posibles represalias, lo hicimos por falta de unanimidad nuestra en la credibilidad de las fuentes. O cuando no había pruebas suficientes.

A. Cavallo: Teníamos indicios sobre quién era un personaje muy, muy importante del régimen al que le decían el “Cara de Jote” y que presenció continuamente actos de tortura. No estoy seguro si no lo confirmamos completamente, o si preferimos no inferir una acusación tan grave.

En el libro sugieren cosas sin decirlas claramente. Una de ellas es cuando a Pinochet le cancelan la visita a Filipinas y su comitiva debe volver. El libro dice que mientras el avión retornaba, en el entorno de Pinochet se temió seriamente por la estabilidad del régimen. ¿Por qué no dicen derechamente que Pinochet temió que le hicieran un golpe en Santiago?

A. Cavallo: En ese caso se trata de una especulación que recorrió a la comitiva. Si hubiéramos dicho “golpe de Estado” habríamos tenido que precisar. Lo mismo ocurre después, en 1986, luego del atentado en el Cajón del Maipo, en que hubo un par de horas en que Pinochet buscó detectar desde dónde podría venir el complot.

O. Sepúlveda: Uno no puede asegurar lo que pasa por la mente de un personaje. Uno a lo más sugiere lo que podría estar pensando.

“HASTA A DÓNDE VAN A LLEGAR”

¿Hubo presiones cuando comenzaron a salir los primeros capítulos?
M. Salazar: Publicado el primer capítulo el director del diario recibió una llamada del general Santiago Sinclair, entonces vicecomandante en jefe del Ejército, quien le preguntó: “Queremos saber hasta a dónde van a llegar”. Y Emilio Filippi le explicó lo que pretendíamos, que no queríamos victimizar ni culpar a nadie.
A. Cavallo: Yo creo que si nos hubiéramos metido más con los políticos civiles los problemas hubieran sido mayores.

En varios pasajes relatan reuniones de Pinochet con su entorno más estrecho. Incluso, describen sus estados de ánimo y rabietas ¿Cómo lograron ese grado de descripción?

O. Sepúlveda: La gente en esa época sentía que estaba viviendo la historia. Había fuentes muy locuaces, como Mónica Madariaga, cuya colaboración podemos revelar ahora que murió. Cuando estas versiones coincidían con, por ejemplo, la de un general que te decía “efectivamente así fue”, podías reconstruir episodios y climas internos. Los diálogos reconstruidos reflejan ese tono y esa tensión. Obviamente, eran diálogos y escenas que no tenían una fidelidad total, porque no había grabaciones de las reuniones de Pinochet con sus ministros y generales.

A. Cavallo: Siempre he pensado que si Pinochet hubiera sabido con quienes hablábamos habría hecho una razzia, desde el vicecomandante en jefe del Ejército hacia abajo. A mí Sergio Fernández me prohibió la entrada a La Moneda cuando volvió en 1987 [como ministro del Interior de Pinochet, para enfrentar el Plebiscito]. Igual era una prohibición que tampoco causó tanto efecto, porque no tenía cómo saber que seguía teniendo fuentes en La Moneda.

O. Sepúlveda: Tuvimos reuniones con ministros en La Moneda. Ellos tenían respeto por nuestro trabajo, más allá de que no compartieran la visión de nuestro diario. Nos tenían cautela y reserva, pero al mismo tiempo confianza. Probablemente preferían asumir el riesgo de hablar con nosotros para que su versión fuera recogida. Ellos también tenían que cubrir sus espaldas, porque era un periodo en que todo el mundo se movía muy sigilosamente. Era importante para un ministro de Pinochet dejar su versión para la historia. Era frecuente la gente que decía: “Mire, yo estuve aquí, pero en esto otro donde me han mencionado no estuve por tal y tal razón”. Aclarar los límites de la participación personal era bien típico.

¿Cuáles creen que eran las motivaciones que tenían autoridades del régimen para convertirse en fuentes del libro?

O. Sepúlveda: Querían ser escuchados. Nos decían algo así como: “Nos parece seria la forma en que están trabajando, sé que en algún momento van a tocar algún periodo en el que yo participé y quiero que escuchen mi versión, que no pretende ser la verdad, pero sí un aporte”.

M. Salazar: Hubo autoridades del régimen y gente muy cercana a Pinochet, que estuvo muy dispuesta a conversar, aunque sólo sobre algunas cosas. Porque hubo gente que puso esta condición: “Hablamos, pero sólo de esto, nada más que de esto”. Con el tiempo uno se da cuenta que en esa actitud había un cálculo: “Este gobierno se acaba y por lo tanto me tengo que acomodar a los cambios”.

¿Qué motivos tuvo Mónica Madariaga para hablar?

A. Cavallo: Mónica Madariaga venía bastante de vuelta. Peleó mucho con los militares cuando era ministra. A los almirantes les molestaba que fuera mujer. Incluso, cuando ella asumió en Justicia, el almirante Merino obligó al subsecretario, que era marino, a que renunciara, porque “a un marino no lo podía mandar una mujer”. Los generales de Ejército se cruzaron con ella cuando asumió en Educación y empezó una campaña interna y luego pública contra los rectores militares en las universidades. Una vez ella declaró: “Yo pedí que me dejaran dirigir un regimiento y todavía no me dan autorización”. Pinochet debió darse cuenta que ella se estaba convirtiendo en un problema.

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PINOCHET: “A ESTOS CABROS LES FALTA LA MITAD”

¿Se percataron en el reporteo si Pinochet rastreaba las filtraciones a la prensa?
O. Sepúlveda: Yo creo que tenía sus métodos, aunque no inició ninguna persecución específica con nosotros, porque el libro también le interesó a él. Así me lo dijo un general: “Mi general empezó a leer los fascículos, dijo que estaba bien pero que a estos cabros les falta la mitad”.¿Pidieron una entrevista con Pinochet?
O. Sepúlveda: A través de esa misma gente con la que hablábamos le pedimos entrevista, pero no resultó.

¿Qué ocurrió cuando aparece el primer capítulo?
A. Cavallo: Pensábamos que se cerrarían todas las fuentes. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Cuando entre el segundo y tercer capítulo se percibió que era una obra cronológica, empezó un fenómeno. Había gente que nos llamaba para decirnos: “Cuando lleguen al ‘78 hablen conmigo”. Eso es algo totalmente normal, de reivindicación histórica. Un protagonista nunca quiere que la historia se escriba demasiado en contra suya. Y empezaron a entregarnos documentos, material que en general buscaba reivindicar la propia función de la fuente. Pero como mucho de ese material tenía información objetiva, nos servía.
O. Sepúlveda: Probablemente aportó el tono y la seriedad del trabajo. Además, en ese momento la gente sentía menos miedo de contar las cosas. Quizás cuatro años antes un proyecto así no hubiese tenido el mismo resultado.
M. Salazar: Hubo gente del régimen militar que inicialmente se mostraba reacia a colaborar, pero después del primer capítulo eso cambió. Era gente que de alguna manera quería abrirse un espacio, que suponía que La Época iba a tener un papel relevante en la transición. Muchos ya sospechaban a mitad del ‘88 que el plebiscito lo perderían y ya se estaban imaginando los escenarios políticos posteriores. Entonces, hubo gente del régimen y de la derecha que llamó para contar episodios pequeñitos, pero que eran útiles para calzar piezas mayores.

CONTRA EL TIEMPO Y A TRES MANOS

¿Cómo se editaban entre ustedes?
A. Cavallo: Nos repartíamos alternadamente la redacción de los capítulos semanales, para que a nadie le tocara publicar dos capítulos seguidos. Por esa razón técnica los temas están un poco alternados. La idea era que los otros dos revisaran, pero a la altura de los capítulos 12 ó 13 nos fue quedando menos tiempo para eso. A la altura de mayo o junio de 1988 estábamos en una crisis absoluta, despachando semana a semana cada capítulo.
O. Sepúlveda: Teníamos libertad para opinar todo sobre el capítulo del otro, rayando o aportando antecedentes si creíamos que faltaban. Nos entendíamos bastante bien.
M. Salazar: Uno escribía un capítulo y se lo pasaba a otro. Ese otro editaba, agregaba datos y se lo pasaba al tercero. Eso le dio a La Historia Oculta un estilo de narración particular, unificado, y también permitió profundizar ciertas aristas y eliminar otras.

Llama la atención el estilo visual del libro, que privilegia las escenas y la reconstrucción de diálogos por sobre el análisis.
O. Sepúlveda: Cuando cada uno se hizo cargo de escribir sus capítulos y luego cruzamos los borradores eso nos gustó y decidimos aplicarlo sistemáticamente. Nos parecía más entretenido que recurrir al tono del cientista político.
A. Cavallo: Grabábamos a nuestros entrevistados para no tener que tomar apuntes. Así se privilegiaba la reconstrucción de diálogos y escenas. Era la única forma posible de llegar a eso. En Chile tenemos una oralidad muy visual, muy rica para reconstruir diálogos y situaciones.

¿Cómo compatibilizaban la escritura con su labor en el diario?
O. Sepúlveda: Hacíamos la pauta del diario en la mañana y luego pensábamos en las entrevistas para la serie. Si surgían entrevistas largas yo, como editor político, me apoyaba mucho en mi sub-editor, Rafael Fuentealba. En esos días llegaba de vuelta a las siete de la tarde, para revisar la edición y decidir con Rafael los cambios para la edición nocturna. Entre las 10 y las 12 de la noche retomaba el libro, dependiendo de lo atrasado que estuviera. Como a la una de la mañana nos íbamos con Ascanio y Manuel a conversar sobre los capítulos siguientes, tomando alguna cerveza. Estuvimos un año completo en eso.
A. Cavallo: Escribíamos los capítulos en los computadores del diario, que tenían un sistema infernal. Primero, el servidor generaba un calor espantoso y había que mantenerlo en una pieza con hielo para que no se cayera. Segundo, no podías llevarte información para trabajar en la casa. Un viernes Oscar Sepúlveda estaba escribiendo un capítulo sobre la visita del Papa, que tenía que cerrar como plazo máximo el lunes a las seis de la tarde, para publicarlo el martes. Y ese viernes se cayó el sistema y se perdió todo. El lunes hubo que reescribir el capítulo. No alcanzamos a sintetizar. Esa es la explicación de por qué hay tres capítulos del Papa y no uno en la primera edición del libro. De hecho, la visita del Papa fue la única corrección a fondo que nos permitimos en ediciones posteriores: redujimos los tres capítulos originales a dos.

¿Cómo discriminaban qué información iba para el libro y cuál para el diario?
A. Cavallo: Cuando la serie comenzó a salir, en diciembre de 1987, los contenidos estaban muy distanciados de la coyuntura. Pero el capítulo sobre el plebiscito, que es el último, se publicó en diciembre de 1988, sólo dos meses después del triunfo del No. Entonces, en ese reporteo fuimos topándonos con información que servía para el diario. Por ejemplo, tuvimos la duda de hacer un reportaje para el diario sobre el papel clave del miembro del Tribunal Constitucional Eugenio Valenzuela Somarriva, un jurista de derecha, en las leyes políticas que permitieron que el plebiscito fuera una competencia limpia. Pero ese tema era demasiado académico para el diario. Al final, el rol de Valenzuela fue en el libro [en el capítulo penúltimo, La invisible trama del voto].
M. Salazar: Había gente del régimen militar que discrepaba de la campaña por el Sí y que nos habló mucho. El problema era si usar eso en el diario o en la serie. Además, debíamos tener cuidado de no ser utilizados. Creo que probablemente hay un cierto bajón en el aspecto dramático de La Historia Oculta a mediados del ’88, porque cada vez nos ocupaba más tiempo el diario y no era tan entretenido contar la trama legalista, de los decretos sobre el plebiscito. Había que hablar con expertos. A Ascanio Cavallo le gustaba más eso que a mí, pues yo pensaba que perdíamos masividad.

BUCEANDO EN LAS PUGNAS INTERNAS

¿Cuáles creen que fueron los grandes méritos del libro?
O. Sepúlveda: Transmitir el clima interno al interior del régimen militar, algo sorprendente para su tiempo. Fue valioso describir todas las disputas de Pinochet con sus propios colaboradores, con la propia junta de gobierno. Eso fue un aporte, porque en el mundo de la oposición había menos secretos. El cómo se formaba una organización sindical o cómo se organizaba una protesta, era menos impresionante que saber cómo había peleado Pinochet con el general Leigh.
M. Salazar: Hay algo súper importante para el momento en que salió la serie, pero que lamentablemente no fue recogido en las ediciones del libro: las fotos. Ahí hubo un aporte gráfico que resultó estremecedor. En el primer capítulo venían fotos del Estadio Nacional, con prisioneros desnudos. Había gente que no lo podía creer. Esas fotos están tomadas de un libro que se publicó en la RDA de un famoso documental. Y había también muchas fotos que eran desconocidas porque no se habían podido publicar en los medios. Oscar [Sepúlveda] consiguió la patente del vehículo que iba a usar Pinochet en Filipinas. Esa foto fue la que abrió el capítulo sobre el tema.¿Cuáles son sus capítulos favoritos?
A. Cavallo: Me gusta mucho el capítulo de Filipinas [Filipinazo, capítulo 27], una historia que estaba completamente virgen y que quedó muy bien detallada y escrita. Otro es el que narra la destitución del general Leigh, que los propios militares me comentaron que tenía detalles impresionantes [La caída de Leigh, capítulo 22]. También me gustó el capítulo de la llegada del Papa [El Papa pisa Pudahuel, capítulo 49]. El capítulo sobre el plebiscito creo que está bien [5 de octubre, capítulo 53], porque fue la primera interpretación global del plebiscito, aunque a ratos se pierde en detalles obsesivos. De este último me acuerdo de la escena en que el ministro Fernández dice que el 43% logrado por Pinochet es un triunfo, y el general Fernando Matthei le pregunta “dónde está la champaña”. Esa escena apareció casi al mismo tiempo en La Época y en Qué Pasa, pero nadie había explicado en qué contexto fue, qué estaba pasando con Pinochet.
M. Salazar: Me gusta el primer capítulo [Los días del “poder total”]. Muestra lo que va a ser el libro, rompe con todo lo que se ha hecho hasta ese momento en prensa escrita y abre una ventana. En general, rescato los recursos literarios que usamos, que creo que tiene que ver con la experiencia de reporteo que echo mucho de menos en los periodistas de hoy. Cada uno de nosotros tuvo que hacer el servicio militar cinco años antes de que recién te pusieran una jineta. Hoy los periodistas jóvenes quieren hacer frentes de inmediato, y que les paguen bien o se van.
O. Sepúlveda: Me gustan los capítulos sobre el funcionamiento de la DINA [capítulos 5 y 14: Las cuatro letras del miedo y Dina: los años de gloria]. Después, los que narran la destitución del general Leigh y el Filipinazo.

¿Qué debilidades tiene el libro?
M. Salazar: Probablemente faltó profundizar en temas que tienen que ver con mis obsesiones personales. Temas como los derechos humanos, las negociaciones al interior de la izquierda, las relaciones del PC con la Unión Soviética y con Fidel, aunque quizás todo eso sea materia de otros libros.
A. Cavallo: Creo que el libro tiene un cierto desequilibrio estructural, lo que quizás tenga que ver con el método de trabajo, pero echo de menos un reporteo más profundo a los años 1974 y 1975, que cubrimos muy rápido. En cambio, 1978, 1981 y 1982 están muy detallados. También creo que por razones de urgencia renunciamos muy rápido a episodios que deberíamos haber profundizado, como la investigación sobre la muerte del niño Rodrigo Anfruns, que quedó como subcapítulo. Pudimos haber entrado más en eso; teníamos cómo hacerlo.
O. Sepúlveda: Una debilidad es cierto desorden cronológico, por los flashbacks. Lo que pasa es que esto no fue pensado en un principio como libro. No trabajamos un año entero como una unidad para después publicarlo. Y eso es un problema.

“¿QUÉ CRESTAS ME ESTÁ PREGUNTANDO?”
(Cavallo y el reporteo en democracia)

Ascanio, diez años después usted intentó una fórmula muy similar: otra serie por entregas, “La historia oculta de la transición”, que también acabó como libro.
A. Cavallo: Lo que pasó ahí fue la misma situación. En 1995 renuncié a La Época y me fui a revista Hoy. Pero para 1997 los dueños de Hoy estaban peleados entre sí y nadie aportaba capital. Como no teníamos ingresos, la única forma era aumentar la circulación con un gancho artificial. Nos decidimos por la fórmula de una nueva serie periodística por capítulos. El problema es que más adelante la negociación con el potencial comprador, en este caso Radio Cooperativa, se desplomó…

¿Qué diferencias tiene “La historia oculta de la transición” con “La historia oculta del régimen militar”?
A. Cavallo: Estábamos en una democracia bien secretista. Tal vez era más fácil que antes hablar del gobierno, pero estaba todo el tema de la convivencia con el mundo militar. De hecho, los capítulos que para mí son centrales tienen que ver con Punta Peuco, el Boinazo. La tesis de este libro es que la transición terminaba con la salida de Pinochet de la Comandancia en Jefe, porque él sustentó su poder no en la Presidencia de la República, sino en el Ejército. Algo que sostengo todavía. Por lo tanto, era un periodo que tenía un límite bien nítido: 1990-1998. Además, tenía mucho más clara la estructura de capítulos, qué temas había que tocar.

¿Qué diferencias hay entre esos dos libros y el que escribió entre uno y otro, “Los hombres de la transición”?
A. Cavallo: Los Hombres de la Transición es bastante más literario. En él traté de retratar a un grupo de personajes que se juntaba en el Congreso en marzo de 1990, cuando Pinochet le entregó la banda presidencial a Patricio Aylwin. Entonces, tenía que preocuparme de la trayectoria que cada uno había recorrido para llegar a esa circunstancia. El libro tenía que partir con Pinochet, la mañana en que tomaba el helicóptero a Valparaíso para entregar el mando. Y tenía que terminar con Pinochet entregando el mando. Ese era el plan original. El ministro Carlos Cáceres se fue en el mismo helicóptero y quedó sentado al lado de la primera dama, Lucía Hiriart, que le hablaba y le hablaba. Pinochet iba solo, pegado a una ventana, como meditando. Entonces me dije: “Esto me sirve para hacer el flashback”. Pero tenía que describir la ruta del helicóptero. Justo conseguí que Pinochet me recibiera para conversar. Y le pregunté:
-General, ese día el helicóptero ¿Por dónde salió?
-¿Cómo que por dónde salió?
-¿Por dónde se fue a Valparaíso?
-Por arriba…
-Sí, pero qué ruta tomó…
-Hacia arriba, pues ¿Qué crestas me está preguntando?
-La ruta que tomó el helicóptero…
Pinochet apretó un timbre y pensé que se había enojado y que me iba a echar. Llegó un ordenanza y Pinochet le dijo: “Mire, este es el señor Cavallo, mañana ponga un helicóptero y llévelo a Valparaíso porque no sé qué huevada me está preguntando”. Efectivamente, el aparato salía por una ruta rara, por el noroeste, en dirección a Quintero, donde están los cerros más bajos. Y luego se devuelve sobre el mar a Valparaíso. Y eso sólo fue una línea en el libro. Además, Pinochet iba apoyado en el vidrio porque tenía sueño.

La Historia Oculta de la Transición deja la idea de que parte del material se recolectó durante su paso por la dirección de Hoy ¿Es eso correcto?
A. Cavallo: No, la conclusión es más triste: Todos esos años escribí de política y me creía un tipo informado, pero cuando me puse a reportear de nuevo para ese libro me di cuenta que sólo me había enterado de un 30%. Por ejemplo, durante el reporteo de La Historia Oculta de la Transición una fuente me sopló que la manifestación de personal del Ejército vestido de civil en las afueras de la Cárcel de Punta de Peuco, en julio de 1995, no había tenido nada que ver con el encarcelamiento del general Manuel Contreras (R), quien estaba en ese penal. “Acuérdate que están los Pinocheques todavía dando vueltas”, me dijo la fuente. Yo no lo podía creer. ¡Era la tercera muestra de malestar del Ejército por los Pinocheques y ningún periodista se había dado cuenta! Empecé a reportear y encontré al general adecuado que me dijo que lo había llamado Lucía Hiriart para ordenarle que organizara una manifestación en Punta de Peuco, “porque Augustito está con problemas de nuevo con estos tipos”. Y me dio el detalle completo de cómo había sido toda esta trama [en el capítulo 28, El picnic de la segunda división]. O sea, en su momento no me enteré de algo tan escandaloso.

 

Investigación de imágenes de archivo:
Oscar Castro y Cristián Roa
Edición de imágenes de archivo:
Cristián RoaFotografías e imágenes:
«La historia oculta del régimen militar», segunda edición, 1989.
Diario La Epoca, Hemeroteca Biblioteca Nacional de Chile.

Descripción de las imágenes en orden correlativo:
Descripción: “La calle Teatinos el 12 de septiembre: vigilancia y limpieza de calles”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 13).
Descripción: “La Moneda el 12 de septiembre”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 15).
Descripción: “Obispo Fernando Ariztía”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 101).
Descripción: “Pinochet dicta normas y plazos a la comisión de reforma constitucional. A su lado Mónica Madariaga y Enrique Ortúzar”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 241).
Descripción: “Mónica Madariaga”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 319).
Portada capítulo 5, “Las cuatro letras del miedo”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 41).
Portada capítulo 14, “DINA: los años de gloria”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 133).
Descripción: “Sergio de la Cuadra asume; contemplan Mendoza, De Castro, Danús y Carrasco”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 385).
Portada capítulo 3, “Fractura en el piso 22”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 25).
Portada capítulo 49, “El Papa pisa Pudahuel”. En diario La Época (01/11/1988).
Extracto del capítulo 3, “Fractura en el piso 22”. En “La historia oculta del régimen militar”, segunda edición (1989). (p. 32).
Imagen patente descrita en capítulo “Filipinazo”. En diario La Época (31/05/1988).
Portada capítulo 22, “La caída de Leigh”. En diario La Época (26/04/1988).
Portada capítulo 27, “Filipinazo”. En diario La Época (31/05/1988).
Portada capítulo 49, “El Papa pisa Pudahuel”. En diario La Época (01/11/1988).
Portada capítulo 53, “5 de octubre”. En diario La Época (29/11/1988).
Portada capítulo 1, “Los días del ‘poder total’”. En diario La Época (01/12/1987).
Portada capítulo 5, “Las cuatro letras del miedo”. En diario La Época (29/12/1987).
Portada capítulo 14, “DINA: los años de gloria”. En diario La Época (01/03/1988).
Afiche promocional publicado en diario La Época (26/11/1987).

 

Salvador Allende dialoga con el documentalista norteamericano Saul Landau

Entrevista inédita al Presidente de Chile en 1971

Allende revela sus conflictos con Edwards y “El Mercurio”

lanacion.cl. Por Carmen Muñoz.

A pesar de que Salvador Allende no admitía entrevistas con periodistas estadounidenses o británicos, en 1971 aceptó dialogar con el documentalista norteamericano Saul Landau en el jardín de su casa de Tomás Moro.

Con total soltura se refirió entonces a la reforma agraria, a su tensa relación con el dueño de El Mercurio Agustín Edwards, y también a su amistad con Fidel Castro, de quien dijo no recibir recetas, porque “no somos colonos mentales de nadie”.

Pero el golpe sorprendió al investigador sin haber difundido este material, que se mantuvo en el ámbito privado hasta hoy, gracias a que gentilmente lo facilitó a www.lanacion.cl a través de un video, que transcribimos y editamos para nuestros lectores.

Los comienzos

Sin luces aún del golpe militar que acabó con su gobierno y su vida, y ajeno incluso a las diferencias que se comenzaban a gestar en el seno de la Unidad Popular, Allende inicia este diálogo explayándose sobre el origen de su compromiso político.

– Usted sabe, yo soy médico, vine de provincia a estudiar a Santiago. Los estudiantes de provincia vivíamos muy modestamente en pensiones y, lógicamente, nos interesaba no sólo estudiar las materias con relación a las carreras que habíamos elegido. También nos preocupábamos de mirar un poco más lejos de la universidad, la realidad de nuestro país, sobre todo que el estudiante de medicina y el médico confrontan hechos sociales muy claros. Nosotros entendimos muy rápidamente que a mayor enfermedad mayor pobreza, que a mayor pobreza mayor enfermedad, un axioma que se repite inexorablemente.

“Ese problema nos llevó a reunirnos en las noches para analizar las distintas corrientes filosóficas. Leímos a los teóricos del marxismo, observamos lo que acontecía en el mundo, apreciamos la lucha de los pueblos, los países en vías de desarrollo, y siempre pensamos que el hombre debe tener una dimensión distinta, que los valores de la sociedad capitalista debían ser reemplazados por otros. Por eso estudié, leí y fui fundador más tarde del Partido Socialista en 1937”.

¿Qué edad tenía usted en esa época?

– Debo haber tenido unos 28 años cuando fundé el Partido Socialista, junto con otros compañeros. Además, a lo largo de toda mi vida -y lo he dicho siempre-, fui ministro de Estado, diputado, senador y presidente del Senado.

Ha estado involucrado en política desde hace bastante tiempo…

– Si, desde muy joven. Fui ministro a los 29 años en el gobierno del Frente Popular, uno de los tres que hubo en Chile en la época de Pedro Aguirre Cerda y era tan socialista como ahora. Ese frente estaba conformado por radicales, socialistas, comunistas y pro-democráticos.

¿Ese fue el origen de la Unidad Popular?

– No, después esos partidos se separaron, pero es un antecedente muy importante, porque fue Chile uno de los tres países donde hubo un Frente Popular. Si usted se acuerda, los otros países fueron España -que terminó con la Guerra Civil-, y Francia con el Frente Popular dirigido por León Blum, que no dejó ningún recuerdo trascendente, por el contrario.

“Nosotros en Chile, desarrollamos sobre todo a la clase obrera, a través de la Central Obrera de Trabajadores, para crear conciencia de su organización y darles a conocer sus derechos. Poco después creamos la Corporación de Fomento, base de la industria pesada de Chile, de acero, petróleo y electricidad. Hicimos una obra constructiva, en esa época se hablaba del Frente Popular como hoy se habla de Unidad Popular.

“Se aseguraba que íbamos a suprimir las libertades, que sería el caos absoluto, el degüelle de la gente, y no ocurrió eso. Por el contrario, las más grandes manifestaciones religiosas se realizaron en la época del Frente Popular. También fue nominado el primer cardenal de la iglesia chilena por petición expresa del Presidente del Frente, don Pedro Aguirre Cerda, que era el Presidente de la República”.

Socialista y pragmático

¿Usted sigue siendo un hombre utópico?

– ¡No! ¿Cómo utópico? Yo sigo defendiendo lo que he defendido durante veinte años como parlamentario socialista, y ser socialista no es ser utópico.

Pero usted tiene una visión de una sociedad distinta en el futuro…

– Lógico, pero eso no se construye de la noche a la mañana. Para que un pueblo llegue a construir una sociedad distinta, se necesita un pueblo organizado y conciente.

“Yo le he dicho muchas veces a la gente y a los estudiantes, que para mí, no vale que un estudiante me diga que es dirigente de izquierda si es mal alumno, nosotros necesitamos buenos alumnos: primero, que cumplan sus obligaciones, después tienen derecho a decir que son dirigentes políticos. También, le he dicho a los obreros que hay que trabajar para producir más y mejor. En Chile tenemos que alcanzar un ingreso de dos mil dólares por persona al año y para eso tenemos que producir más.

“Los pueblos sólo progresan trabajando y produciendo más, claro que es diferente trabajar para una minoría que para un país. Los obreros del carbón están produciendo tres mil 800 toneladas de mineral al día, pero tienen que producir cuatro mil 700, y para eso tienen que trabajar más, porque sino la empresa no puede defenderse.

“En el acero estamos produciendo 700 mil toneladas, pero hay que llegar de aquí a dos años a dos millones de toneladas. En el cobre producimos alrededor de 750 mil toneladas, sin embargo hay que elevar la producción a mil 200 toneladas”.

¿Usted cree que el pueblo ha respondido a esos objetivos?

– Bueno, ahora soy más popular que antes, porque cumplimos con lo prometido y, además, le explicamos y dialogamos con el pueblo. Yo no estoy metido en la oficina de la Moneda, yo hablo con los campesinos, con los trabajadores del cobre, del carbón, con los estudiantes, con las dueñas de casa, voy a las poblaciones. En las calles la gente me saluda, ando en mi auto particular. Entonces la gente ve una cosa distinta.

“En Valparaíso, todos los días a la salida de la oficina de gobierno de la intendencia hay entre 400 y 500 personas, esperando a veces dos horas para poder saludarme, y en esta época de verano hay turistas de otros países y se sorprenden con un Presidente al que se le puede dar la mano y conversar. Así es, porque yo no ando rodeado de carabineros, ni con tanques. La gente puede llegar hacia donde estoy, y yo tengo el agrado de poder saludarlos… Claro que no me puedo pasar el día saludando gente (risas)”.

Los conflictos de la UP

Hoy, ¿cómo se mantiene la coalición en la Unidad Popular?

– Bien, porque hay un programa que nos une, que es diferente a lo que nos propusimos hace 30 años.

¿Qué conflictos hay en la coalición y cómo se resuelven?

– No hay ningún conflicto serio, sólo apreciaciones con respecto a la práctica, porque no nos hemos salido en absoluto del programa de la Unidad Popular. Los parlamentarios radicales han hecho observaciones respecto a un funcionario de una provincia que tiene un criterio determinado sobre cómo debe hacerse la reforma agraria.

“También, han dicho que en determinados sectores de Chile, grupos que no son de la Unidad Popular, estarían estimulando la toma de predios agrícolas más pequeños de la cabida que la ley establece, como derecho de los propietarios que trabajan en sus tierras. Pero usted comprende, que eso no se puede decir que es una norma, además nosotros, y yo personalmente, hemos establecido que la reforma agraria la haremos dentro de la ley de la reforma, y de ninguna manera vamos ha aceptar que se proceda en forma arbitraria.

¿Estos súbditos son izquierdistas independientes?

– Hay que considerar dos cosas: pueden ser grupos de izquierda que no han madurado políticamente o bien campesinos, o en el caso de Cautín, Mapuches a quienes sus tierras fueron robadas hace muchos años, que han vivido con media hectárea.

“Ellos son considerados una raza desconocida, negada, degradada física y moralmente y una serie de factores que influyen. Usted entiende que para ellos se abre una posibilidad, y cuando se tiene hambre a veces es muy difícil razonar, sobre todo cuando no se tiene una cultura con un nivel político, cuando se les ha hecho promesas por más de un siglo, y sus abuelos, y sus padres, y ellos han sido frustrados y negados. Lógicamente, esa gente está apremiada por una realidad brutal, que es comer para vivir todos los días.

“Pero de allí a creer que hay un clima que provocará un caos, no. Primero, porque nosotros tenemos autoridad, no sólo de la que emana de la ley, sino la autoridad moral, la influencia que tiene el movimiento popular, y la que tengo yo personalmente. Usted lo ha visto y lo sabe, porque ha estado en actos públicos”.

¿Cómo van a mantener ellos solos su propia cultura?

– Nosotros consideramos que los problemas de los mapuches no pueden solucionarse sólo en función de la reforma agraria. Aquí hay un problema antropológico cultural, de raza. Nosotros hemos mandado allá no sólo al ministro de Agricultura, sino también médicos, pedagogos, antropólogos, sociólogos.

“Pero esto no es un problema de un día, será un problema de muchos años, porque hoy el mapuche es considerado frente a la ley como un niño sin derechos, entonces esa situación no puede variar de la noche a la mañana.

“Necesitamos el tiempo suficiente para borrar del espíritu de esa gente lo que ha estado sucediendo con ellos por más de cien años”.

¿Ellos se diferencian de los chilenos?

– Evidente. Ellos nos llaman huincas, pero no es un problema que pueda decir que es agobiante para Chile, es un problema importante, pero no agobiante.

Allende y el socialismo a la chilena

¿Usted puede prever obstáculos en el camino hacia el socialismo en Chile?

– Claro, evidentemente es mucho más difícil el camino nuestro, porque está dentro de la Constitución de la ley, aquí hay un Congreso y aceptamos lo que resuelva en cuanto a los proyectos de ley. Es mucho más difícil llegar al socialismo a través de los cauces legales, porque hay posibilidades de resistencia mayores que si se hubiera llegado por el camino de la toma del poder.

“Nosotros tenemos que responder por nuestros actos frente al Congreso, en donde no tenemos mayoría, hay un poder judicial autónomo que puede dictaminar sus fallos, que a veces dificultan la tarea del gobierno popular.

“Sin embargo, estamos caminando dentro de las posibilidades y esperamos alcanzar el socialismo, pero no de la noche a la mañana, eso no se impone por decreto. Por eso, el programa de la Unidad Popular establece la existencia de tres áreas: economía social, el área mixta con capitales del Estado y privados y el área privada.

“Como gobierno hemos dicho que tenemos que impulsar el área social del Estado, porque ahí están los elementos esenciales y básicos del desarrollo económico, las riquezas fundamentales de Chile: el cobre, el hierro, el salitre. Este país ya tiene algunas industrias importantes, como la empresa de electricidad, la Empresa Nacional del Petróleo, además, se ha nacionalizado el carbón, el acero, pero sin dificultades les compramos las acciones a los americanos en el caso del hierro y chilenos en el caso del carbón.

“También, hemos expropiado algunas industrias, especialmente, las que trabajan hilandería y tejido, porque no cumplían con la ley, no pagaban los salarios, porque habían cerrado el 80% de su capacidad de producción, creando un problema social muy serio.

“Nosotros vamos a llegar a un acuerdo con los inversionistas extranjeros, ellos saben que les conviene más que a nadie llegar a un acuerdo con nosotros, porque importaron maquinaria que dijeron que era de primera y resultó ser de segunda, por lo tanto, cometieron un fraude aduanero.

“Esta situación no la puede aceptar ningún país del mundo. Entonces, si Estados Unidos defiende su país ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? Nosotros queremos que se respeten los mismos derechos, nada más”.

El proyecto inconcluso

Usted habla de la reforma agraria y hay muchas personas que dicen que es el proyecto más importante de la Unidad Popular ¿Es así?

– No, la reforma agraria forma parte de un plan del desarrollo económico y social de Chile, pero es importante, porque este país tiene tierras que permitirían alimentar, no a diez millones, sino a 20 o 25 millones de habitantes.

“Sin embargo, Chile es un país que tiene que importar todos los años carne, trigo, grasa, mantequilla, aceite, por un valor de 140 millones de dólares al año. Entonces, ¿cómo es posible? Además, el 47 por ciento de la población está subalimentada.

“Yo soy médico, usted lo sabe, lo he dicho, lo he escrito hace muchos años, hoy en Chile hay 600 mil niños retrasados mentales, porque no se alimentaron lo suficiente los primeros ocho meses de su vida, porque no recibieron las proteínas necesarias. De ahí nació el medio litro de leche, que no es la opción definitiva, pero es un aporte, es algo positivo.

“Pero la reforma agraria es parte de un proceso que tiene como base central recuperar las riquezas fundamentales de Chile para los chilenos, no se trata de apropiarse o de usurpar a las compañías dueñas del cobre, sino de decir, ‘bueno señores, ¿cuánto han invertido en estas compañías y cuánto han sacado de provecho?’.

“Yo le puedo confirmar que en 42 años estas compañías se han llevado de Chile, tres mil ochocientos millones de dólares, con un aporte inicial de diez millones de dólares aproximadamente. Cálculos no exagerados establecen que de Chile han salido en 60 años nueve mil ochocientos millones de dólares, es decir, el valor total del capital social de este país acumulado en 400 años. ¡Un Chile ha salido por nuestras fronteras!

“Es por ello que nosotros planteamos el derecho a nacionalizar nuestras riquezas, porque además hemos sido exportadores de materias primas y usted sabe lo que ha pasado en el mercado internacional.

“Hoy, para comprar lo mismo que se compraba hace 10 años, tenemos que entregar mucho más materia prima, somos países que vendemos barato y compramos caro, porque pagamos los artículos manufacturados de países donde la gente tiene un nivel muy alto.

“Entonces, lo que queremos hacer es aprovechar los excedentes de la economía chilena para desarrollar nuestra propia economía y poder solucionar los problemas esenciales.

“Yo fui ministro de Salud Pública en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, en el año 40, allí hice la primera exposición de la vivienda en este país. En esa oportunidad, técnicos, ingenieros y arquitectos señalaron que en Chile faltaban 320 mil viviendas, de esa fecha hasta ahora han pasado 31 años, pero hoy faltan 440 mil viviendas por el aumento vegetativo de la población.

“Lo mismo ocurre en educación, en salud, en el trabajo, y ningún gobierno ha sido capaz de solucionar los problemas esenciales del pueblo. Pero eso también ocurre en América Latina, en gobiernos democráticos o dictatoriales. Yo creo que todos los presidentes quieren dar trabajo y no pueden, yo me imagino que todos los presidentes quisieran que todos pudieran comer y no pueden, con la educación pasa lo mismo. Entonces hay que preguntarse, ¿por qué no se puede?”

Allende y su crítica a Estados Unidos,
El Mercurio y Agustín Edwards

¿A qué se refiere cuando habla de imperialismo?

– Nuestra lucha no es contra el pueblo, sino con un sector de Estados Unidos, acuérdese cuando Kennedy atajó el alza del acero, la influencia que tienen los petroleros en su país. El pueblo americano es otra cosa, nosotros estamos actuando dentro de la ley.

Las compañías de cobre norteamericanas han sacado mucho mineral. ¿Cuándo piensa terminar con la expropiación?

– Cuando salga la ley, nosotros aplicaremos lo que el Senado dictamine y, de acuerdo con esas atribuciones, haremos la nacionalización y pagaremos indemnización estudiando cada caso y además formaré un tribunal ante el cual puedan apelar las compañías y la Contraloría General de la República será la que fije la indemnización, o sea las más altas expresiones de nuestra organización jurídica.

¿El gobierno de Estados Unidos ha realizado presiones?

– No, ninguna. Nosotros hemos oído la opinión del señor Nixon, pero es una opinión y comprendemos que no esté muy agradado, pero nosotros somos partidarios de que los pueblos tengan el gobierno que deseen y de la no intervención y la autodeterminación. Como hemos visto, hay una campaña internacional muy seria, que evidentemente está radicada en Estados Unidos, donde se publican artículos, absolutamente infundados respecto a Chile.

¿Por ejemplo?

– Que aquí no hay libertad de prensa. ¿Y usted, por ejemplo? Usted está en Chile hace cuatro meses y habrá visto que hay la más amplia e irrestricta libertad periodística y ha visto cómo se nos ataca, cómo los diarios publican lo que se les ocurre, no sólo para apreciar situaciones políticas, sino para referirse a actitudes, hechos, inclusive la vida particular de uno.

“El Mercurio es el diario más poderoso de los sectores oligárquicos, y los diarios que tienen como La Tercera o La Segunda, en un lenguaje mucho más franco, y al mismo tiempo turbio en los ataques.

“Usted ve a la Democracia Cristiana con la prensa por la tarde, en los diarios de provincia el 80 por ciento está en manos de los sectores derechistas y, sin embargo, siguen saliendo sin problemas. ¿Cuántas revistas hay en Chile? Y ninguna de ellas pertenece a la izquierda.

“El presidente de la Asociación Nacional de la Prensa en Chile, el señor Germán Picó, que es el dueño del diario La Tercera, dijo que no hay presión, no hay amenaza, no hay coacción frente a la prensa. Entonces, qué valor va ha tener lo que dicen los señores de la CIA.

“El señor Agustín Edwards debería estar en Chile para responder ante la justicia por lo que ha hecho su banco. Nosotros les retiramos los libros al Mercurio, si señor, para ver si cumplían las leyes tributarias, en Estados Unidos hacen lo mismo ¿verdad? y resulta que le estaban debiendo a la Tesorería Provincial de Santiago cinco mil cuatrocientos millones de pesos. Les vamos a dar facilidades para que paguen, pero las mismas que tiene el resto de la gente, y si no los paga les vamos ha aplicar la ley.

“El Mercurio representa los intereses de los bancos, de los monopolios y ese diario es el principal accionista del Banco Edwards, además, ese banco ha comprometido el crédito de Chile.

“También, es garante de operaciones al margen de la ley, y a espaldas del Banco Central por el doble del capital que tiene el banco. Nosotros no hemos perseguido al banco, es el banco el que nos ha obligado a exigir que cumplan la ley. Si ellos cumplieran con la ley no hubiera pasado nada. Pero nosotros, como Unidad Popular, no hemos hecho nada ilegal”.

Allende y su amigo Fidel Castro

Quisiera saber de sus reuniones con Fidel Castro

– Fidel Castro es un hombre que tiene un gran sentido de la autocrítica y respeta a sus amigos políticos. No va a mandar recetas, ni tampoco yo soy hombre que las reciba. Ello no significa que yo no pueda aprovechar la experiencia vivida por los cubanos, pero de ahí ha mandarme una carta para decirme no haga esto o aquello, jamás.

“Cada país tiene su realidad y sus dirigentes y de acuerdo a esa realidad será la táctica que utilicen los dirigentes. Yo he ido muchas veces a Cuba y he conversado muchas veces con Fidel Castro, conocí bastante al comandante Ernesto Guevara, conozco a los dirigentes cubanos y su lucha, se lo difícil que ha sido vencer el bloqueo.

“Pero la realidad de Cuba es muy distinta a la chilena. Cuba venía de una dictadura, yo llegué a la Presidencia después de ser 25 años senador.

“Tengo una experiencia que la estoy poniendo al servicio de un camino chileno, para los problemas de Chile, nosotros aprovecharemos siempre la experiencia venga de donde venga, pero adecuándola a nuestra realidad. Nosotros no somos colonos mentales de nadie”.

Reflexiones sobre la experiencia del gobierno de la Unidad Popular chileno (1970-1973). Aline Maciel.

ALINE MACIEL
HISTORIADO BRASILEÑA

Texto sobre la experiencia del gobierno de la unidad popular en chile 

 

Los dilemas y enseñanzas sobre una experiencia tan particular y nueva todavía estimula importantes reflexiones para el presente. Principalmente para la actual coyuntura brasileña

La experiencia de la Unidad Popular, ocurrida a principios de los años 1970 en Chile, suscitó, en el campo de las izquierdas, innumerables análisis posteriores al período. Los dilemas y enseñanzas sobre una experiencia tan particular y nueva todavía estimula importantes reflexiones para el presente. Principalmente para la actual coyuntura brasileña, que presenta profundos retrocesos a las conquistas de la clase trabajadora y aleja cada vez más la utopía de grandes transformaciones. Sin embargo, revisar un proceso de intensas movilizaciones y cambios permite compartir experiencias históricas que pueden contribuir a las luchas políticas y sociales en la actualidad.

En la década de 1970, mientras que la mayor parte de la izquierda latinoamericana apoya la lucha armada como una estrategia para la revolución, inspirado principalmente en la Revolución Cubana, en Chile la experiencia de la Unidad Popular 11 fue marcada por su originalidad e ineditismo. La idea de una transición pacífica, sin el uso de las armas, y valiéndose de los espacios institucionales, representó un gran desafío para la izquierda chilena. Por un lado, el carácter original de la UP exigía un debate en profundidad sobre las formulaciones políticas y las concepciones tácticas y estratégicas respecto de los caminos a seguir para la realización de las transformaciones y, por otro, acciones rápidas por parte del gobierno de la UP y de sus partidarios en un momento en el que se configuraba una zona de intensos conflictos. En el calor de los acontecimientos era imprescindible examinar a fondo el proceso, pero también actuar y dar respuestas a los desafíos que la coyuntura presentaba.

Cuando el socialista Salvador Allende fue electo presidente de Chile, en 1970, varias expectativas fueron generadas en la clase trabajadora identificada con las propuestas del nuevo gobierno. El proyecto político propuesto por el gobierno de la Unidad Popular, conocido como «vía chilena al socialismo», era caracterizado por profundos cambios económicos, políticos y sociales sin el rompimiento con la institucionalidad. La propuesta incluía entre los ejes principales la constitución del llamado Área de Propiedad Social (APS), creada a través de la nacionalización de sectores estratégicos de la economía y la conformación de un sistema de participación popular que trasladara el poder político de las manos de la clase dominante a la clase trabajadora y para los sectores progresistas de la clase media. Para eso, sería fundamental la conquista de los poderes Legislativo y Ejecutivo con el fin de eliminar los obstáculos a las transformaciones defendidas por la UP. Y ese fue uno de los temas que impregnaron los debates en el interior de la coalición, pues Allende no tenía mayoría parlamentaria.

Los minerales (cobre, hierro, nitrato) eran las principales riquezas del país, pero su explotación estaba en manos principalmente de empresas norteamericanas. En el gobierno anterior, el democristiano Eduardo Frei, tuvo una propuesta de chilenización del  cobre, pero, por innumerables motivos, no hubo avance. La nacionalización sería fundamental para disminuir la dependencia al capital extranjero y debilitar el poder de las oligarquías nacionales. En ese sentido, el primer año de la UP fue marcado por la ofensiva política de la izquierda. En los primeros meses del gobierno de Allende, un conjunto sustancial de cambios se hizo, como, por ejemplo, la nacionalización de grandes monopolios industriales y bancarios y la reforma agraria. Se suma a ello la victoria de la UP en las elecciones municipales de 1971 que representó la aprobación del gobierno. En el mismo año se estableció un acuerdo entre el gobierno y la central Única de Trabajadores(CUT), que versó sobre las formas de participación de trabajadores en la APS. El acuerdo abrió el camino para las discusiones relativas a la gestión participativa en las empresas y contribuyó al surgimiento de nuevas formas de organización de la clase obrera en el sistema productivo.

El clima de avances que marcó el primer año del gobierno sufrió un revés en los meses siguientes, y el escenario de inestabilidad se intensificó. La crisis instaurada fue marcada por altos índices inflacionarios, tanto en consecuencia del aumento del poder adquisitivo de trabajadores como del desabastecimiento resultante del boicot al gobierno. 

Las acciones de sectores de la derecha con intención de deslegitimar el gobierno se realizaron desde los primeros días de la UP. Entre ellos: el asesinato del general René Schneider, cometido por el grupo fascista Patria y Libertad con apoyo norteamericano, la Marcha de las Ollas Vacías, organizada por mujeres de las clases más altas en protesta por el supuesto desabastecimiento que la élite mismo había creado, acciones de boicot a la producción y la creación del mercado paralelo, el embargo económico de EEUU y las importaciones la devaluación de las existencias de los minerales en el mercado internacional, el despido de varios ministros del gobierno de Allende, una huelga de los conductores de camiones que ganó la pertenencia de los sectores empresariales, el intento de golpe de Estado conocido como tanquetazo , hasta el golpe militar que derrocó al gobierno e implementado una brutal dictadura en el país que duró casi veinte años.

Además de las acciones por parte de la oposición, la izquierda chilena presentaba divergencias que se profundizaron en el transcurso del proceso. En la historiografía sobre el tema, las principales diferencias se organizaron en dos polos. Uno de ellos, llamado polo gradualista , que abogaba por la necesidad de una alianza con sectores de la burguesía «progresista», y el gobierno de la primera etapa de la revolución chilena que debe ser presentado como oligárquica, anti – imperialista y anti – monopolio. Este polo estuvo representada principalmente por el Partido Comunista, por un sector Socialista conectado a Allende y en una fracción del Movimiento de Acción Popular Unificado (MAPU), cuyo insignia fue » consolidar para avanzar «. Por otra parte, el   polo rupturista  defendió la profundización de los cambios realizados por el gobierno, con base en el fortalecimiento del poder popular y sin una alianza con los sectores medios de la Democracia Cristiana (DC). Entre ellos estaban los militantes de un ala del Partido Socialista y del MAPU, la Izquierda Cristiana (IC) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que a pesar de no formar parte de la coalición defendía un apoyo crítico al gobierno, estaban representados por la consigna » avanzar sin transar «.

Los desacuerdos se profundizan con el así – llamado Paro de Octubre 1972, una huelga de los propietarios de camiones absorbida por sectores empresariales, que agrava aún más la crisis en el país. Desde la parada del empleador hubo un proceso de profundización de la polarización entre los partidarios y los no – partidarios del gobierno y también una profundización de los desacuerdos entre los representantes de los partidos y movimientos que formaron la propia UP.

Con el paro de octubre y las acciones de boicot a la producción, el gobierno junto a la CUT convocó a trabajadoras y trabajadores para actuar contra los intentos de la derecha de desestabilizar el país y como forma de garantizar la producción, distribución y abastecimiento de la población. Varias agencias de base actuaron en defensa del gobierno, incluyendo las articulaciones de abastecimiento y Precios (JAP), comandos comunales (una especie de coordinador de las demandas de los trabajadores), las juntas de vecinos . Durante este período, para hacer frente a la parada del empleador, los trabajadores formaron los llamados industriales cordones 2, que fueron ocupaciones de fábricas organizadas territorialmente y que tuvieron el papel de mantener la producción frente al boicot realizado por empresarios y presionar al gobierno a avanzar en los cambios. Los cordones se fusionaron las empresas nacionalizadas, los que estaban en el proceso de nacionalización y fábricas ocupadas, donde los trabajadores exigieron su nacionalización en vista de las acciones de boicot a la producción por sus propietarios. El sector gradualista condenaba las ocupaciones de fábricas más allá de aquellas aprobadas por el gobierno alegando que la radicalización del proceso minería la posibilidad de un apoyo de sectores progresistas vinculados al empresariado.El polo  rupturista defendía las ocupaciones como forma de avanzar en las transformaciones propuestas y como expresión real del llamado «poder popular». Las ocupaciones de fábricas y la formación de cordones transgredían el programa político de la UP, cuyas demandas no coincidían con los ritmos de los cambios propuestos por el gobierno. Allende, tras el paro de octubre, llegó a formar un gabinete integrado también por militares como forma de buscar una salida a la crisis instaurada y fue fuertemente criticado por parte de la izquierda chilena.

El clima de alerta que caracterizó los meses siguientes al paro hasta culminar en el golpe militar de 1973 fue acompañado por una intensificación de las movilizaciones de la izquierda y de sus partidarios, pero también de intentos para destituir al gobierno Allende. La situación casi insostenible, agravada por un intento de golpe por la derecha, el apoyo de Estados Unidos, conocido como tanquetazo, hizo que los trabajadores de los cordones enviaran una carta al presidente Allende alertando sobre la inminencia de un nuevo intento de golpe y la urgencia en prepararse para enfrentarlo. La carta fue enviada seis días antes del «septiembre chileno», que instauró una dictadura en el país y acabó con el Estado de derecho, reprimiendo fuertemente los movimientos populares y marcando profundamente su historia.

El proceso duró más de quince años y fue marcado por el autoritarismo y las violaciones de derechos humanos que dejaron miles de muertos y desaparecidos, cuyos métodos más brutales de tortura fueron usados ​​como forma de impedir cualquier oposición al régimen.

Los años de la dictadura chilena marcaron un período de profundización de las desigualdades sociales con la implantación y desarrollo de las políticas neoliberales en el país. Además, se buscó desmoralizar y apagar la experiencia de la UP, caracterizándola como un período de desorden, violencia, marcado por el desabastecimiento, cuyo papel del régimen militar sería de «reconstrucción de la patria». Pero la resistencia se dio de varias formas, desde movilizaciones en oposición a la dictadura hasta la formación de frentes armados que lucharon por su fin.

La experiencia chilena de la UP al valerse de los marcos constitucionales para promover cambios profundos en la sociedad amplió y profundizó también la propia democracia, pero sus esfuerzos fueron insuficientes para impedir las acciones opositoras que culminó en el golpe de 1973. Su gran desafío era realizar cambios tan profundos y estructurales que ponían en jaque el poder de las oligarquías y los intereses del capital extranjero, a través del sistema electoral y de respeto a la institucionalidad.

Como se ha señalado por el historiador chileno Mario Garcés, fue el gobierno de Allende que el país experimentó el período más largo de la movilización social y popular y los principales cambios en las relaciones de poder en su historia 3 . En ese sentido, el golpe de Estado de 1973 fue la manera de borrar la «revolución popular» que venía avecinando y de impedir el avance en las transformaciones que se estaban realizando en el país.

En el período post-dictadura, la transición democrática vino acompañada de los traumas dejados por las violaciones y abusos cometidos en la dictadura y los esfuerzos de reconciliación nacional. Como se señaló Nelly Richard, los gobiernos de transición se caracterizaron por el desplazamiento del foco central de las demandas de verdad y justicia, acordaron construir un acuerdo nacional que favoreció a los narrativas sobre el pasado dictatorial 4.

Por otro lado, las narrativas épicas militantes buscaron resaltar las experiencias de lucha en la UP y de resistencia a la dictadura. Las memorias y las narrativas históricas sobre el período, sin embargo, siguen en disputa, y comprender esas disputas posibilita entender los intereses en juego en el presente. Recientemente, en el país, la derecha volvió al poder, después del último gobierno en 2010, con propuestas que involucra, por ejemplo, el endurecimiento de la ley antiterrorista, que afecta directamente a los movimientos sociales en el país (principalmente indígena y estudiantil).

Los análisis posteriores al proceso se realizaron a lo largo de los años e incluyeron colecciones de textos, libros y artículos publicados sobre el período, con reflexiones de teóricos, militantes e intelectuales. Gran parte de ellas fueron también formuladas por personas que participaron en la experiencia de la UP, por lo que integran memorias individuales y colectivas sobre el proceso. Los estudios presentaron reflexiones de diversos aspectos de la experiencia de la UP e incluyeron también críticas y autocríticas. Algunas de ellas apuntaron que los debates y teorías propuestos en la época estaban más centrados en las discusiones estratégicas, tácticas y programáticas que en el modelo por el cual luchaban. También incluyeron un componente fundamental de la derrota de la UP: las divisiones internas y las divergencias sobre los ritmos y los caminos que debía seguir la «revolución chilena». Otros análisis destacaron una preocupación del gobierno de la UP centrada más en la coyuntura que en los límites del propio proyecto político. En ese sentido, subrayaron que era necesario elaborar más profundamente debates sobre cómo realizar la transición al socialismo, a través de cambios profundos en la sociedad, que pusieron en jaque la producción capitalista, siguiendo los marcos constitucionales.

Hay una vasta bibliografía sobre la Unidad Popular con diversos análisis sobre las experiencias que compusieron el período, como está arriba citado. En este artículo pretendí abordar algunos de sus aspectos principales y señalar algunas reflexiones que se hicieron sobre un período en el que las clases menos favorecidas se atrevieron a ser protagonistas de su propia historia.

 Los estudios incluyen, además de los análisis y formulaciones teóricas, las memorias de aquellos que participaron directamente del proceso. Las reflexiones y rememoraciones sobre el pasado contribuyen a que los acontecimientos no caigan en el olvido, muchas veces forzado, y posibilitan que, en el presente, las personas puedan ir formando sus propios juicios sobre los procesos históricos. Es una forma de compartir experiencias entre las generaciones. Los conflictos y controversias que involucran los esfuerzos de pensar el pasado permiten que los aspectos de lo que se estudia sean reanudados y debatidos. En ese sentido, las memorias sobre el pasado, incorporadas por la historia, pueden funcionar como espacios de luchas políticas en el presente.

Los estudios y debates sobre el tema no están agotados, por el contrario, el distanciamiento en el tiempo puede traer nuevas reflexiones sobre el pasado, y nuevos análisis están siendo producidos, mostrando la riqueza del proceso histórico que se destacó por su originalidad. No había un paradigma y un modelo a seguir, ya que la UP presentó nuevos caminos teóricos y prácticos. Entre errores y aciertos, buscó construir una sociedad menos desigual y ese es uno de los más importantes legados del período. Las experiencias de luchas y movilizaciones enfrentadas en el período contribuyen fuertemente a pensar proyectos futuros que buscan una sociedad más justa e igualitaria.

bibliografía

FLAG, Luis M. Fórmula Chaos: la caída de Salvador Allende (1970-1973) . En el caso de las mujeres.

BORGES, Elisa Campos. ¡Con la UP ahora somos gobierno! La experiencia de los cordones industriales en Chile de Allende. Tesis de doctorado. Universidad Federal Fluminense, 2011.

GARCÉS, Mario. El Despertar de la Sociedad. Los Movimientos Sociales en América Latina y el Caribe. Santiago: LOM Ediciones, 2012.

Maciel, Aline F. Nosotros Gobierno! Participación y organización de los trabajadores en los cordones industriales de Santiago y empresas nacionalizadas de Tomás durante el gobierno de Allende (1970-1973). Tesis de maestría. Universidad de São Paulo, 2015.

MOULIAN, Tomas. Conversación Interrumpida con Allende. Santiago: LOM Ediciones – Universidad Arcis, 1988.

PINTO, Julio; SALAZAR, Gabriel. La historia reciente de Chile II: Actores, Identidad y Movimiento . Santiago: LOM, 1999.

PINTO, Julio (Orgs.). Cuando Hicimos Historia: la Experiencia de La Unidad Popular. Santiago: LOM, 2005.

Soto, Sandra C. cordones industriales: Formas Nuevas sociabilidad del Obrera y Organización política popular . Concepción: Escaparate Ediciones, 2009.

RICHARD, Nelly. Critica de la Memoria (1990-2010). Ediciones Universidad Diego Portales, 2010, 271 p.

Maravall, José. Las Mujeres en la Izquierda Chile Durante la Unidad Popular y la dictadura (1970-1990) . Tesis de doctorado. Universidad Autónoma de Madrid, 2012.

Aline Maciel es  historiadora  doctorada en el programa de Historia Social – USP

NOTAS

1.

La Unidad Popular fue una coalición de izquierda que venció las elecciones en Chile e integraba las siguientes organizaciones políticas: Partido Comunista (PC), Partido Socialista (PS), Partido Radical (PR), Partido Socialdemócrata (PSD), Movimiento de Acción Popular Unificado (MAPU), Acción Popular Independiente (API), Izquierda Cristiana (IC).

2.

Algunos trabajos tratan específicamente de la temática, entre ellos: SOTO, Sandra C. Cordones Industriales: Nuevas Formas de Sociabilidad Obrera y Organización Política Popular. Concepción: Escaparate Ediciones, 2009 .; BORGES, Elisa Campos. ¡Con la UP ahora somos gobierno! La experiencia de los cordones industriales en Chile de Allende. Tesis de doctorado. Universidad Federal Fluminense, 2011 .; MACIEL, Aline F. ¡Nosotros gobierno! Participación y organización de los trabajadores en los cordones industriales de Santiago y empresas nacionalizadas de Tomás durante el gobierno de Allende (1970-1973). Tesis de maestria. Universidad de São Paulo, 2015.

3.

GARCÉS, Mario. El Despertar de la Sociedad. Los Movimientos Sociales en América Latina y el Caribe. Santiago: LOM Ediciones, 2012.

4.

RICHARD, Nelly. Critica de la Memoria (1990-2010). Ediciones Universidad Diego Portales, 2010, p. 16.

La experiencia de la Unidad Popular, ocurrida a principios de los años 1970 en Chile, suscitó, en el campo de las izquierdas, innumerables análisis posteriores al período. Los dilemas y enseñanzas sobre una experiencia tan particular y nueva todavía estimula importantes reflexiones para el presente. Principalmente para la actual coyuntura brasileña, que presenta profundos retrocesos a las conquistas de la clase trabajadora y aleja cada vez más la utopía de grandes transformaciones. Sin embargo, revisar un proceso de intensas movilizaciones y cambios permite compartir experiencias históricas que pueden contribuir a las luchas políticas y sociales en la actualidad.

 

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